Textos más populares este mes de José María de Pereda publicados por Edu Robsy disponibles | pág. 5

Mostrando 41 a 50 de 93 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: José María de Pereda editor: Edu Robsy textos disponibles


34567

El Día 4 de Octubre

José María de Pereda


Cuento


I

Desde luego advierto al lector que esta fecha no viene aquí con la pretensión de figurar entre las muy justamente célebres que guardan los fastos españoles, ni pertenece siquiera al catálogo de esas otras de flamante cuño que, no mereciendo, por ningún estilo, que la imparcial severa Historia las registre en sus páginas, andan indocumentadas pidiendo hospitalidad de puerta en puerta y rebotando de periódico en periódico, á manera de proyectil elástico. Hablo de los diez de abril, tres de octubre, siete de julio veintinueve de septiembre, y otras ejusdem farinoe, no menos zarandeadas, en estos tiempos que corremos, por los campeones de la política militante, ya como gloria, ya como afrentas.

Tampoco se halla impresa en ninguna parte con sangre de libres ni de esclavos, ni recuerda patíbulos, ni asonadas, ni siquiera un mal cintarazo. Por tanto, no aspira á que el país la recuerde sólo con que yo se la cite. Más humilde en su origen y en sus aspiraciones, se cree muy honrada con que unos cuantos pueblos de la Montaña y yo la evoquemos con inocente complacencia: ellos, por lo que afecta á sus caros intereses: yo, por el que me tomo siempre en cuanto sirve de satisfacción á los demás.


Leer / Descargar texto

Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 30 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Ir por Lana...

José María de Pereda


Cuento


I

Nutrida de carnes, sana de color, ancha de caderas, roma de nariz, alta de pecho, alegre de mirada y frisando en los veintidós, Fonsa, hija de un viejo matrimonio cargado de trabajo, de arrugas y privaciones, era quien se llevaba la palma entre todas las mozas de su lugar. Rondábanla por la noche y bailábanla a porfía los domingos en el corro los mozos más gallardos; poníanle arcos de flores a la ventana durante la velada de San Juan, y la hacían, en fin, objeto de cuantas manifestaciones es susceptible la rústica galantería montañesa.

Pero Fonsa no era feliz, a pesar de todo. Su único hermano había marchado a América poco tiempo hacía, y dos amigas y convecinas que servían en Santander, se habían presentado en el pueblo con vestido de merino de lana y botas de charol. Lo primero la tenía en constante esperanza de ser señora; lo segundo la hizo reparar más de lo conveniente en que ella aún vestía bayeta y percal, y que, descalza casi siempre, se pasaba lo más del año cavando la tierra y sufriendo la inclemencia del sol y del frío. Por eso se dijo una vez, a su modo, por supuesto: «Mi hermano me ha prometido hacerme una señora principal, pero mañana u otro día; y de aquí allá, ya hay lugar para morirse de hambre. Yo podía, para entretener mejor el tiempo, irme a servir a Santander, donde dicen mis compañeras que se divierten mucho y comen y se visten bien y trabajan poco».

Y a Fonsa empezó a quitarle el sueño el condenado gusanillo de la ambición, que está haciendo y ha hecho en la Montaña más estragos que el oidium, la epizootia y el cólera juntos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
27 págs. / 47 minutos / 41 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Los de Becerril

José María de Pereda


Cuento


Los taleguillos blancos llenos de ropa de muda, unas alforjas atacadas de chorizos y garbanzos, y un paraguas. Éste es el equipaje de cada familia al meterse en el tren en la estación más próxima.

Cuando se apean en Santander, el padre carga con las alforjas, amén de la capa, que también se echa al hombro; la madre con un taleguillo y la criatura que amamanta; una jovenzuela, con el otro talego, y un rapaz de doce años, con el paraguas.

Vienen a Santander porque el padre tiene dúlceras en las piernas, y dúlceras en el cuadril de la derecha; la madre, desde el último parto, «añudados los gonces» de la rodilla izquierda; el mamoncillo no puede echar los últimos dientes «de por sí solo»; la jovenzuela ha cumplido ya quince años y está pálida como la cera, y el rapaz, que va para doce, tiene los labios como un embudo, el cuello como un botijo, y le salen ya los lamparones por detrás de las orejas.

Por consejo del médico de Becerril de Campos, vienen a tomar los baños de mar, porque éstos han de curar todas y cada una de las dolencias enumeradas.

Con estas esperanzas y aquel equipaje, y en el orden de formación en que hemos ido citándolos, llegan a la Dársena y echan Muelle adelante con el asombro pintado en los ojos y en la boca.


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 62 visitas.

Publicado el 17 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Marqués de la Mansedumbre

José María de Pereda


Cuento


Llegó a los cincuenta años sin haber salido de Madrid y sus contornos. El Retiro, la Virgen del Puerto, y a lo sumo el Pardo, eran para él las mayores espesuras y fragosidades de la Naturaleza. El mar podría tener, en cuanto alcanzase la vista, diez, veinte... hasta cien estanques como el Grande, si se quería. Estanque más o menos, ¿qué más daba? Del Manzanares al Saja, o al Deva, o al Ebro, o al Guadalquivir, habría la diferencia de algunas cántaras de agua en verano: en invierno, ninguna. En cuanto a praderas, no serían más verdes ni más extensas las del Norte que las que contemplaba él desde el cerrillo de San Blas cuando el trigo comenzaba a crecer. La temperatura estival de la corte no le afligía gran cosa, porque, además de estar formado en ella, no conocía otras más agradables.

Por lo cual, y sin mujer que le pidiera veraneos, y sin hijas que exhibir en las provincias, metódico y rutinario, amén de enemigo irreconciliable de toda lectura que a viajes y a novelas trascendiese, ni una sola vez sintió la tentación de meterse en alguna de las diligencias que salían de Madrid a varias horas y por todas las puertas de la villa, durante el verano, entre muchedumbres de curiosos que envidiaban la suerte de los pocos mortales que abandonaban aquel asadero implacable, y eso que él era uno de los curiosos. Antes al contrario, se compadecía de aquella carne embutida entre los cuatro inseguros tableros de la diligencia; carne cuyo destino era harto dudoso, considerando los riesgos que afrontaba, echándose a rodar por cuestas y desfiladeros, durante media semana, y a merced de bestias y mayorales. ¡Cuánto más higiénicos y menos arriesgados eran los paseos matinales que él se daba por los alrededores del estanque de las Campanillas; o vespertinos, junto al pilón de la Fuente Castellana!


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 44 visitas.

Publicado el 17 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Al Trasluz

José María de Pereda


Cuento


O hay que convenir en que la mujer es susceptible de adquirir cuantos aspectos y actitudes morales quiera darle la educación, o debemos confesar que la naturaleza tiene, de vez en cuando, caprichos muy singulares.

Esto, que probablemente se habrá dicho cincuenta mil veces a propósito de las mujeres que se han hecho célebres en el campo de las ciencias, en el de las artes, en el de las letras... y hasta en el de las armas, cuadra perfectamente al hablar de cierto tipo que, no por pasar como un relámpago todos los años sobre la fisonomía veraniega de Santander, deja de imprimirse en ella; y no así como quiera, sino como imprime un pintor de fama el sello de su ingenio, su idiosincrasia artística, si vale la palabra, sobre todas las figuras de sus cuadros.

Nacida y propagada esta verdadera originalidad del sexo débil en regiones algo inverosímiles todavía en la tradicional y cachazuda España, cuando aparece en una, señal es de que allí puede vivir ya; de que en ella se encuentran los elementos que necesita su vida de ostentación y de aventuras. Estos elementos son: los hombres de Estado, los ricos banqueros, los famosos calaveras, los pontífices de las letras y de las artes, y, como a manera de orla de todo el catálogo, una muchedumbre de damas del llamado gran mundo, y de mozuelos esclavos de la moda.

De que Santander reúne todo eso y ha llegado ya, por ende, a la alta categoría que alcanzan en el mundo elegante tantos otros puertos extranjeros, en cuyas aguas lavan cada verano sus distinguidas mataduras las primeras aristocracias europeas, es evidente prueba el que nos visita todos los años, desde muchos acá, algún ejemplar de aquella fenomenal especie.

Mas antes que el lector eche a mala parte lo que le dije de los elementos vitales de esta señora, apresúrome a indicarle en qué concepto los necesita hoy.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 69 visitas.

Publicado el 17 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Cutres

José María de Pereda


Cuento


El dibujo era de mi pertenencia, por espontánea e inmerecida generosidad del artista, como constaba y consta en la dedicatoria al pie, de su puno y letra; lo cual, por sí solo, le daba ya, en mis adentros de hombre agradecido, un valor excepcional. Pero con ser este valor tan grande, aún me parecía mayor el que tenía en absoluto el cuadro, considerado como obra de arte y como primera y palpable revelación, a mis ojos, de los talentos del artista, mozo santanderino, en quien el delicado sentimiento de la tierruca madre no se ha embotado ni se embotará jamás con el roce continuo de la jerga ramplona de los alegatos en papel de oficio; como no ahondarán los barnices de la vida madrileña en la epidermis de su cepa campurriana.


Leer / Descargar texto

Dominio público
22 págs. / 40 minutos / 47 visitas.

Publicado el 18 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Oros Son Triunfos

José María de Pereda


Novela corta


I

Imagínese el pío lector que la vulgarísima historia que voy a referirle se remonta a los tiempos de Maricastaña, y elija para teatro de los sucesos la capital que más le agrade de las nuestras de segundo orden, con tal de que sea de las más empingorotadas en la estadística de los subsidios industriales y no forme con las últimas en el catálogo de las que más nutren y alimentan el caudaloso mar de las rentas de aduanas; señal infalible de que el vértigo de la ganancia es su vida, y el alma del negocio el negocio de su alma; de que por letras se entiende allí las de cambio; por artes los de cocina; por ciencias la aritmética mercantil, y por «trabajo honroso» pura y exclusivamente el que se emplea, de sol a sol, en sacar el jugo a la matrícula, esa ejecutoria de los pueblos ricos, ora en el sucio Borrador de almacén, ora en el pulcro, terso y espacioso libro Diarios, ora en remover obstáculos de arancel con el santo fin de que pasen, como una seda, torres y montones, por donde el rigor de las leyes no deja libre entrada a un mal garbanzo.

Andaba allí el lujo como Pedro por su casa; y teniendo en todas ellas un culto el lujo de los trapos, era un vicio de los más abominables el lujo del entendimiento.

Disculpábase la pobreza en el negociante desgraciado y hasta en aquéllos que del último concurso de acreedores no habían podido sacar la conciencia tan limpia como el fondo de sus cajas; pero era punto menos que infamante en los que por natural aversión a la ciencia del toma y daca sudaban gotas de sangre por hacer un mendrugo miserable del meollo de su inteligencia consagrada a fútiles asuntos que jamás daban un cañamón de riqueza para basar sobre ella la proporción de un impuesto, ni la de un concierto de arbitrios, o de derecho módico.


Leer / Descargar texto

Dominio público
87 págs. / 2 horas, 33 minutos / 111 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Nubes de Estío

José María de Pereda


Novela


I. De Nino Casa-Gutiérrez a un su amigo

Madrid, julio 30 de 188...

Si por una, para mí, desdichada casualidad, no hubiera estado yo ausente el día en que tú pasaste por aquí como un relámpago, te hubiera enterado de palabra de estas graves cosas que voy a referirte ahora por escrito y de mala manera, porque tras de no tener el tiempo de sobra, jamás despunté por hábil en el manejo de la pluma. Yo te aseguro que no la tuviera en este instante entre los dedos sin el honrado temor de que adquieras por el rumor público las noticias que debo darte yo antes que nadie y que a nadie. O somos o no somos amigos «de la infancia:» Pílades y Orestes, los gemelos de Siam, como alguien nos ha llamado al vernos tan unidos en las prosperidades y en las tormentas de nuestra no larga, pero bien azarosa vida; o hemos o no corrido juntos los temporales de nuestro mundo tan calumniado por los que no le conocen, y bien poco entretenido para los que le conocemos a fondo, cuando las arrastradas circunstancias (vulgo, dinero) no concuerdan en género, número y caso con la omnímoda libertad, que nunca falta, de explorarle en todas direcciones. En fin, hombre, y por no enredarme en estos líos retóricos que me apestan: que me considero en la obligación de contarte esto gordo que me pasa, y que te lo voy a contar del mejor modo que pueda.


Leer / Descargar texto

Dominio público
387 págs. / 11 horas, 17 minutos / 175 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Tipos y Paisajes

José María de Pereda


Cuentos, Colección


Prólogo, advertencia, preludio... o lo que ustedes quieran

El asunto es que algunos de mis paisanos, muy pocos, afortunadamente, han creído hallar en más de una página de mis Escenas montañesas motivo suficiente para que se sobrexcite y alarme su amor patrio; y que yo, que me guardaría muy bien de rebelarme contra el fallo del más incompetente crítico, a quien se le antojase apreciar aún en menos de lo poco que vale mi chirumen, como buen montañés, amante fervorosísimo de mi bella patria, no puedo, ni debo... ni quiero prescindir de oponer algunos reparos a los escrúpulos patrióticos de los mencionados señores, antes de darles a conocer esta segunda serie de Escenas, en las cuales, juzgándolas con el criterio con que juzgaron a las primeras, han de hallar nuevas causas de resentimiento contra mi pluma, y, por consiguiente, contra la intención que la ha guiado.

El cargo que se me hace (y, por cierto, entre piropos que siento no merecer) es la friolera de haber agraviado a la Montaña, presentando a la faz del mundo muchos de sus achaques peculiares, y hasta en son de burla algunos; es decir, con delectación pecaminosa.

Confieso que no ha podido hacérseme una imputación más cruel, ni más injusta, ni que más me lastime. Cruel, porque lo fuera, aun siendo muy notoria la perversidad del alma de un hijo, acusarle de ser capaz de hallar deleite en burlarse de su propia madre; injusta, por lo que vamos a ver.

De dos maneras puede representarse a los hombres: como son, o como deben ser. Para lo primero, basta el retratista; para lo segundo, se necesita el pintor de genio, de inspiración creadora. Concedo sin esfuerzo que el mérito de éste es superior, en absoluto, al de aquél; pero que, tratándose de dar a conocer a un individuo, haya de representársele como debe ser y no como es, no lo concedo aunque me aspen.


Leer / Descargar texto

Dominio público
319 págs. / 9 horas, 19 minutos / 186 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Dos Sistemas

José María de Pereda


Cuento


I

Se fue a la Habana en 1801, en el sollado de un bergantín, entre otros cien muchachos, también montañeses, también pobres y también aspirantes a capitalistas. Unos de la fiebre amarilla, en cuanto llegaron; otros de hambre, otros de pena y otros de fatigas y trabajos más tarde, todos fueron muriendo poco a poco. Él solo, más robusto, más animoso o más afortunado, logró sobreponerse a cuantos obstáculos se atravesaban delante de sus designios.

Treinta años pasó en la oscuridad de un roñoso tugurio, sin aire, sin descanso, sin libertad y mal alimentado, con el pensamiento fijo constantemente en el norte de sus anhelos. Una sola idea extraña a la que le preocupaba, que con ésta se hubiese albergado en su cerebro, le hubiera quizá separado de su camino.

Creo que fue Balmes quien dijo que el talento es un estorbo cuando se trata de ganar dinero. Nada más cierto. La práctica enseña todos los días que, sin ser un monstruo de fortuna, nadie la conquista luchando a brazo partido con ella, si le distrae de su empeño la más leve preocupación de opuesto género. De aquí que no inspiren compasión los sufrimientos del hombre que aspira a ser rico por el único afán de serlo. En el placer que le causa cada moneda que halla de más en su caja, ¿no está bien remunerado el trabajo que le costó adquirirla? ¡Ay del desdichado que busca el oro como medio de realizar empresas de su ingenio!

No le tenía muy pronunciado el mozo en cuestión, por dicha suya. Así fue que, dándosele una higa porque a sus oídos jamás llegara una palabra de cariño ni a su pecho una pasión generosa, echó un día una raya por debajo de la columna de sus haberes, y se halló dueño absoluto de un caudal limpio, mondo y lirondo, de cincuenta mil duros; sumó después los años que él contaba, y resultaron cuarenta y cinco.

—¡Alto! —se dijo entonces—; reflexionemos ahora.

Y reflexionó.


Leer / Descargar texto

Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 34 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

34567