¡Cómo se Miente!
José María de Pereda
Cuento
I
—Adiós, señor don Pedro.
—Muy buenos días, don Crisanto. ¿Va usted a misa?
—No, señor: yo la oigo muy temprano. Ahora estoy esperando al amigo don Plácido que está en la de nueve, para irnos enseguida a dar nuestro paseo.
—Ustedes nunca le pierden: muy bien hecho. ¡Ojalá pudiera yo acompañarlos hoy!
—¿Y por qué no? Es domingo, no hay negocios... Pero ahora recuerdo que anoche no fue usted al Círculo.
—Estuve bastante disgustado ayer todo el día... y sigo estándolo... Tengo el chico mayor indispuesto.
—¿De cuidado?
—Hasta ahora no, a Dios gracias; pero como está tan robusto, no sería difícil, si nos descuidáramos, que le sobreviniese alguna fiebre maligna.
—¿Qué es lo que tiene?
—Una indigestión de castañas.
—¡Diablo, diablo!... Mucho cuidado don Pedro, que la estación es muy mala: la primavera para los muchachos...
—Por eso precisamente me apuro yo... Pero ya sale don Plácido y le dejo a usted con él... Adiós, señores.
—Beso a usted la mano, señor don Pedro: que se alivie el chico.
—Pues qué ¿está enfermo? —preguntó don Plácido, que cogió al vuelo las palabras de don Crisanto.
—Parece que sí.
—¿Cosa de cuidado?
—Me lo sospecho. El origen fue una indigestión de castañas; pero como está tan robusto, le ha sobrevenido una fiebre que ha puesto en cuidado a la familia.
—¡Caramba! ¿Si serán viruelas?
—Oiga usted, es fácil.
Y en esto, los dos personajes se dirigieron hacia la calle de San Francisco, por la Plaza Vieja, deteniéndose un instante junto a la esquina del Puente, en la cual había un vistoso cartelón, recientemente pegado, anunciando, para después de varios ejercicios olímpicos, la segunda ascensión aerostática del intrépido Mr. Juanny.
Dominio público
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Publicado el 18 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.