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autor: José María de Pereda etiqueta: Novela


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Los Hombres de Pro

José María de Pereda


Novela


I

Docena y media de casucas, algunas de ellas formadas en semicírculo, a lo cual se llamaba plaza, y en el punto más alto de ella una iglesia a la moda del día, es decir, ruinosa a partes, y a partes arruinada ya, era lo que componía años hace, y seguirá componiendo probablemente, un pueblo cuyo nombre no figura en mapa alguno ni debe figurar tampoco en esta historia.

En el tal pueblo todos los vecinos eran pobres, incluso el señor cura, que se remendaba sus propios calzones y se aderezaba las cuatro patatas y pocas más alubias con que se alimentaba cada día.

Los tales pobres eran labradores de oficio, y todos, por consiguiente, comían el miserable mendrugo cotidiano empapado en el sudor de un trabajo tan rudo como incesante.

Todos dije, y dije mal: todos menos uno. Este uno se llamaba Simón Cerojo, que había logrado interesar el corazón de una moza de un pueblo inmediato, la cual moza le trajo al matrimonio cuatro mil reales de una herencia que le cayó de repente un año antes de que Simón la pretendiera.

Era Juana, que así se llamaba la moza, más que regularmente vana por naturaleza, a la cual debía algunos favores, no muchos en verdad; pero desde los cuatro mil de la herencia, fué cosa de no podérsela aguantar. Parecíale gentezuela de poco más o menos toda la que la rodeaba en su pueblo, y se prometió solemnemente morir soltera si no se presentaba por allí un pretendiente que, a la cualidad de buen mozo, reuniese un poco de educación, algo de mundo y cierto aquel a la usanza del día.


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Dominio público
143 págs. / 4 horas, 11 minutos / 176 visitas.

Publicado el 10 de agosto de 2017 por Edu Robsy.

La Montálvez

José María de Pereda


Novela


Parte I

I

Pulcro y rollizo; suave y risueño, y, al mismo tiempo, solemne y espetado; vulgar obscuro de meollo; rico, huérfano y libre; sin nervios ni hieles en el cuerpo, ni señal de polvo de las aulas en la ropa; vicioso a la chita callando; enamorado de su estampa, de su talento, de su elocuencia, y especialmente de los timbres de su linaje, y dejándose correr, con todas estas ventajas, a lo largo de la vida en lo más substancioso de ella, sin otros fines que el regalo de la querida persona, con la satisfacción de todos los apetitos, pero sin prefacios de grandes desvelos, ni epílogos de incómodas harturas... eso era el caballero marqués de Montálvez (título con polillas, de puro rancio); eso era en los tiempos de su mocedad; y así fue tirando el pobre, sin visible quebranto en la salud, aunque con muchos y muy gordos en el caudal, hasta que le apuntaron la calvicie en el cogote y la pata de gallo en los ojos. Entonces se decidió a casarse; y contra lo que era de esperar de sus devociones y pujos aristocráticos, partió su blasonado lecho con la hija única de un rico ex contratista de carreteras y suministros, rozagante y frescachona, eso sí, pero no tan hermosa, seguramente, como él la pintaba, quizás en su empeño de justificar con la ley irresistible de una pasión desinteresada, una caída desde lo más alto de las cumbres de su vanidad.


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335 págs. / 9 horas, 47 minutos / 189 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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