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autor: José María de Pereda


45678

Pasa-Calle

José María de Pereda


Cuento


Dame tu brazo, lector, o toma el mío si lo prefieres, y vámonos a matar dos horas que me sobran, brujuleando por las calles de la Muy Noble, Leal y Decidida ciudad; que todos estos títulos ostenta en su ejecutoria la perínclita capital de la Montaña, desde don Fernando el Santo hasta Echevarría el faccioso, o, si lo quieres más digerible, desde la toma de Sevilla hasta la «batalla de Vargas». La noche, como de otoño, está serena y apacible; y si bien el gas de los faroles que acaban de encenderse apenas bastaría para hacer visible la oscuridad, como, si mal no recuerdo, dijo en parecido caso, el discretísimo y ameno Curioso Parlante, para no darnos de testarazos contra las esquinas tendremos a nuestra disposición los plateados rayos de la luna que, como una enorme criba roja, llega en este instante, entre nubes de púrpura y naranja, sobre los viejos paredones de la solitaria venta de Pedreña.


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Dominio público
26 págs. / 45 minutos / 30 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Para Ser un Buen Arriero...

José María de Pereda


Cuento


I

Blas del Tejo y Paula Turuleque eran de un mismo pueblo de la Montaña, y entrambos huérfanos de padre y madre y hasta de toda clase de parientes. Blas poseía, por herencia, un cierro de ocho carros de tierra y un par de bueyes. Paula era dueña, en igual concepto que Blas, de una casuca con huerto, de dos novillas y de una carreta.

Paula y Blas convinieron un día en que si sus respectivas herencias se convirtiesen en una sola propiedad y se añadiesen a ésta algunas reses en aparcería y algunas tierras a renta, se podría pasar con todo ello una vida que ni la del archipámpano de Sevilla.

Y Blas y Paula se casaron para realizar el cálculo, y pronto, como eran honrados, hallaron quien les diese en renta veinte carros de prado y otros tantos de labrantío, más un par de vacas en aparcería.

Blas era gordinflón, bajito, risueño y tan inofensivo como una calabaza.

Paula no era más alta que Blas, y allá se le iba en carnes y en malicias.

Cogían maíz para ocho meses, partían con el amo una novilla cada año y mataban un cerdo de siete arrobas por Navidad. Paula tenía siempre colgados en la vara, sobre la cama, un jubón de cúbica negra, una saya de estameña del Carmen con randa de panilla, y un pañuelo de espumilla para los días de fiesta. Blas, por su parte, nunca estaba sin unos calzones y una chaqueta de paño fino, y un sombrero serrano para las grandes solemnidades.

Blas no probaba el vino más que para celebrar los días de fiesta, y en estos casos nunca pasaba de medio cuartillo, y Paula se escandalizaba cuando oía decir que algunas de sus vecinas empeñaban las ropas o vendían el maíz para beber aguardiente.


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Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 91 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Pachín González

José María de Pereda


Cuentos, Colección


Carta-Prólogo

Sr. D. Victoriano Suárez.

Madrid.

Mi querido amigo: Persevera usted en la creencia, ya bien antigua en usted, de que mi trágica novelita PACHÍN GONZÁLEZ debe incluirse en la colección de mis Obras completas, hasta por gratitud, pues es uno de los libros que, al publicarse, más lectores me conquistó en menos tiempo; y por esta razón sola no merece ciertamente el desaire con que se le castiga, obligándole a vivir hoy fuera de la vida común de familia, descuidada y regalona, que hacen todos sus hermanos de padre. A las razones que usted me da para convencerme y convertirme a sus arraigadas creencias, en vano opongo yo otras que conceptúo irrebatibles: por ejemplo, la pequeñez material de la obra, que no dará motivo para un volumen aproximado siquiera al tamaño del más pequeño de la colección de las demás obras, y que aunque lo diera con creces, el éxito venturoso que usted dice haber tenido ese librejo al nacer, bien pudo consistir en lo terrorífico del drama que narra, por desgracia rigorosamente histórico hasta en sus menores detalles, y no a la manera de describirle, con lo cual nada debería yo en buena justicia a esa avidez con que la ha leído el público, ansioso siempre de impresiones hondas y emociones fuertes, como las que produjo aquella horrenda catástrofe en aquel inenarrable día de eterna recordación.


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Dominio público
189 págs. / 5 horas, 30 minutos / 241 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Pachín González

José María de Pereda


Novela corta


Nihil in terra sine causa fit, et de humo non oritur dolor.

(JOB, c. V, 6.)
 

Salió de su casa el día preciso (el de los Difuntos, por más señas), después de oír las tres misas del párroco de su aldea; día bien triste, ciertamente, para los vivos, si tienen memoria para recordar y corazón para sentir, porque los hay que no sienten ni recuerdan, sobre los cuales pasan esas y otras remembranzas como el viento sobre las rocas. Sin los alientos que le infundió el cura aquella misma mañana, sabe Dios si hubiera padecido serios quebrantos su resolución, porque fue mucho lo que lloró su madre oyendo las misas y comulgando a su lado, aunque afirmaba la buena mujer que solamente lloraba por los pedazos de su corazón que pudrían en la tierra: por aquel esposo tan providente y tan bueno, por aquella hija tan garrida y cariñosa, cuyas vidas había segado el dalle de la muerte tres años antes. Sería o no sería esto la pura verdad en opinión del hijo, que también lagrimeaba por contagio y a cuya sutileza de magín no se ocultaban ciertas cosas; pero las reflexiones del párroco por una parte, y por otra la labor tentadora de cierto diablejo que no descansaba un punto en su imaginación pintándole cuadro tras de cuadro y siempre el último más risueño que el anterior, lograron hacerle triunfar, sin gran esfuerzo, de sus flaquezas de hombre y de sus ternuras de hijo cariñoso. Tocante a lo señalado del día, no era posible elegir otro más alegre. El vapor zarpaba el 4 a media mañana, y no le sobraba una hora del 3 para despachar debidamente los indispensables quehaceres que le esperaban en la ciudad.

Ello fue que la madre y el hijo llegaron a Santander, según lo anotó a pulso el jovenzuelo en su flamante cartera, «en la tardezuca del 2 de noviembre de 1893».


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69 págs. / 2 horas, 2 minutos / 1 visita.

Publicado el 18 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Oros Son Triunfos

José María de Pereda


Novela corta


I

Imagínese el pío lector que la vulgarísima historia que voy a referirle se remonta a los tiempos de Maricastaña, y elija para teatro de los sucesos la capital que más le agrade de las nuestras de segundo orden, con tal de que sea de las más empingorotadas en la estadística de los subsidios industriales y no forme con las últimas en el catálogo de las que más nutren y alimentan el caudaloso mar de las rentas de aduanas; señal infalible de que el vértigo de la ganancia es su vida, y el alma del negocio el negocio de su alma; de que por letras se entiende allí las de cambio; por artes los de cocina; por ciencias la aritmética mercantil, y por «trabajo honroso» pura y exclusivamente el que se emplea, de sol a sol, en sacar el jugo a la matrícula, esa ejecutoria de los pueblos ricos, ora en el sucio Borrador de almacén, ora en el pulcro, terso y espacioso libro Diarios, ora en remover obstáculos de arancel con el santo fin de que pasen, como una seda, torres y montones, por donde el rigor de las leyes no deja libre entrada a un mal garbanzo.

Andaba allí el lujo como Pedro por su casa; y teniendo en todas ellas un culto el lujo de los trapos, era un vicio de los más abominables el lujo del entendimiento.

Disculpábase la pobreza en el negociante desgraciado y hasta en aquéllos que del último concurso de acreedores no habían podido sacar la conciencia tan limpia como el fondo de sus cajas; pero era punto menos que infamante en los que por natural aversión a la ciencia del toma y daca sudaban gotas de sangre por hacer un mendrugo miserable del meollo de su inteligencia consagrada a fútiles asuntos que jamás daban un cañamón de riqueza para basar sobre ella la proporción de un impuesto, ni la de un concierto de arbitrios, o de derecho módico.


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Dominio público
87 págs. / 2 horas, 33 minutos / 111 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Nubes de Estío

José María de Pereda


Novela


I. De Nino Casa-Gutiérrez a un su amigo

Madrid, julio 30 de 188...

Si por una, para mí, desdichada casualidad, no hubiera estado yo ausente el día en que tú pasaste por aquí como un relámpago, te hubiera enterado de palabra de estas graves cosas que voy a referirte ahora por escrito y de mala manera, porque tras de no tener el tiempo de sobra, jamás despunté por hábil en el manejo de la pluma. Yo te aseguro que no la tuviera en este instante entre los dedos sin el honrado temor de que adquieras por el rumor público las noticias que debo darte yo antes que nadie y que a nadie. O somos o no somos amigos «de la infancia:» Pílades y Orestes, los gemelos de Siam, como alguien nos ha llamado al vernos tan unidos en las prosperidades y en las tormentas de nuestra no larga, pero bien azarosa vida; o hemos o no corrido juntos los temporales de nuestro mundo tan calumniado por los que no le conocen, y bien poco entretenido para los que le conocemos a fondo, cuando las arrastradas circunstancias (vulgo, dinero) no concuerdan en género, número y caso con la omnímoda libertad, que nunca falta, de explorarle en todas direcciones. En fin, hombre, y por no enredarme en estos líos retóricos que me apestan: que me considero en la obligación de contarte esto gordo que me pasa, y que te lo voy a contar del mejor modo que pueda.


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Dominio público
387 págs. / 11 horas, 17 minutos / 175 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Más Reminescencias

José María de Pereda


Cuento


I

Creo que fue Mad. de Sevigné quien dijo que sucede con los recuerdos lo que con las cerezas en canastilla: se tira de una y salen muchas enredadas. Los evocados en el cuadro anterior traen a mi memoria mil, íntima y necesariamente encadenados a ellos.

El primero que me asalta es el de mi ingreso en el Instituto Cántabro; suceso por todo extremo señalado en aquella edad y en aquellos tiempos, y muy especialmente para mí, y otros pocos más, por las singularísimas circunstancias que concurrieron en el paso, verdaderamente heroico y transcendental.

Comúnmente, pasar de la escuela de primeras letras al Instituto de segunda enseñanza, era, y es, cambiar de local, de maestro y de libros, y ascender un grado en categoría. El trabajo viene a ser el mismo en una y otra región y aún menos engorroso y molesto en la segunda. Pero entrar en el Instituto el año en que yo entré, saliendo, como yo había salido, de la escuela de Rojí, donde le trataban a uno hasta con mimos, era como dejar el blando y regalado lecho en que se ha soñado con la gloria celestial, para ponerse delante de un toro del Jarama, o meterse, desnudo e indefenso, en la jaula de un oso blanco en ayunas.


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18 págs. / 31 minutos / 28 visitas.

Publicado el 18 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Luz-radiante

José María de Pereda


Cuento


Un si es no es macilento, desmayado de barba, corto de vista y regularmente ataviado.

Tal es su facha. En cuanto a su fecha, lo mismo puede venderse por hombre que parece un joven, que por joven que parece ya un hombre... y cuenta que hablo en vulgo limpio, por lo cual ha de entenderse esto de hombre, por hombre de cierta edad.

Le habréis visto, con un libro en la mano, en la braña del Cañón, sentado a la sombra de un bardal; o en idéntica postura e igual ocupación, sobre escueta roca entre los dos Sardineros; o a la entrada de los Pinares; o en un rincón de la galería, con los pies sobre la balaustrada y el tronco desencuadernado en una silla; o paseándose por el arenal, absorto en la lectura, como joven alumno repasando la lección en el patio del colegio.

Y aseguro que le habréis visto, porque aunque jamás abandona el libro y parece la meditación su natural elemento, siempre elige para el estudio las horas de más ruido y busca la soledad a orillas de todo movimiento.

Es de Madrid, vive en un hotel del Sardinero, y, a juzgar por lo que se ve, priva mucho con todas las señoras circunvecinas.

Lo cual no es de extrañar, visto lo docto que es en todos esos tiquis-miquis que forman el arte de agradar en la sociedad distinguida.

¡Qué donaire tiene, el indino, y remilgado pespunteo de palabra, para revolver un corrillo de pizpiretas jovenzuelas! ¡Qué mirar de ojos, qué rasgar de boca y accionar de índice para decir, por ejemplo: «¡Vamos, Conchita, ya se ha descubierto por qué esperaba usted el correo anoche con tanta impaciencia!». O: «¿Saben ustedes por qué está Soledad tan preocupada?... ¿Lo ven ustedes? Ya se sonroja». O: «Carmela, en mi solitario paseo de esta madrugada me han revelado las ondinas el secreto que usted me ocultaba ayer. ¡Ah, picarilla!...».


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6 págs. / 11 minutos / 33 visitas.

Publicado el 17 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los de Becerril

José María de Pereda


Cuento


Los taleguillos blancos llenos de ropa de muda, unas alforjas atacadas de chorizos y garbanzos, y un paraguas. Éste es el equipaje de cada familia al meterse en el tren en la estación más próxima.

Cuando se apean en Santander, el padre carga con las alforjas, amén de la capa, que también se echa al hombro; la madre con un taleguillo y la criatura que amamanta; una jovenzuela, con el otro talego, y un rapaz de doce años, con el paraguas.

Vienen a Santander porque el padre tiene dúlceras en las piernas, y dúlceras en el cuadril de la derecha; la madre, desde el último parto, «añudados los gonces» de la rodilla izquierda; el mamoncillo no puede echar los últimos dientes «de por sí solo»; la jovenzuela ha cumplido ya quince años y está pálida como la cera, y el rapaz, que va para doce, tiene los labios como un embudo, el cuello como un botijo, y le salen ya los lamparones por detrás de las orejas.

Por consejo del médico de Becerril de Campos, vienen a tomar los baños de mar, porque éstos han de curar todas y cada una de las dolencias enumeradas.

Con estas esperanzas y aquel equipaje, y en el orden de formación en que hemos ido citándolos, llegan a la Dársena y echan Muelle adelante con el asombro pintado en los ojos y en la boca.


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3 págs. / 5 minutos / 62 visitas.

Publicado el 17 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Chicos de la Calle

José María de Pereda


Cuento


I

Los seres que con este nombre se designan vulgarmente en Santander tienen más de seis años y no pasan de doce; andan en bandadas, como los gorriones, y, como éstos, son dañinos y objeto de general antipatía.

Usan un remendado pantalón de indefinible género, una camisa que siempre es vieja, y a las veces blusa: nada de zapatos y muy poco de gorra.

Son alumnos de la escuela de balde; y aunque concurren a ella dos o, a lo sumo, tres veces al mes, llevan siempre al costado, y pendiente de un hiladillo azul, una cartera o bolsa de lienzo manchada de tinta, que contiene un Amigo de los niños; una pluma reseca y abierta de puntos; un pliego de papel rayado para planas de segunda o, cuando más, de cuarta, la mitad de ellas en blanco y la otra mitad escritas, todas éstas corregidas por el maestro con la calificación de «pésimo» entre unas cuantas crucecitas que significan otros tantos palmetazos, ya cobrados; y, por último, un cuaderno, de hechura casera, para cuentas, con forro de papel de estraza.

El destino de estas criaturas es vivir al aire libre, fijarse en todo cuanto ven, atropellar lo más respetable, atravesarse donde más estorban... hacer, en fin, todo lo contrario de lo que conviene a los demás.

Empiezan sus proezas al amanecer, porque es de advertir que los angelitos madrugan tanto como el sol. Revuelven los basureros, y son objeto de su predilección los recortes de papel y de telas de color, los pedazos de cuerda, cacerolas de latón y todo objeto sonoro, y las ratas. ¡Las ratas! Un hallazgo de esta clase es una ganga para ellos: cogerlas vivas, la mayor de sus satisfacciones.


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10 págs. / 17 minutos / 55 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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