Cosas de Don Paco
José María de Pereda
Cuento
Tú le conoces, lector.
Cien veces le has encontrado en el paseo, en el teatro, en las reuniones que frecuentas, en el café, en misa y hasta en los entierros.
Es de baja estatura; gordo y rollizo como un flamenco; dos ojos pequeñitos y alegres; boca risueña; dos hoyitos en las mejillas, blancas y sonrosadas como las de una dama; un par de chuletas negras y rizadas; el pelo, corto y áspero, pero muy cuidado y recogido hacia el cogote; la frente, angosta; el tórax y el abdomen, como los de un bolsista, anchos y prominentes; el chaleco, muy abierto; la camisa, muy blanca; las solapas del gabán, hacia la espalda. Siempre tiene la misma edad; nunca pasa de los treinta y cinco años; nadie le ha conocido de niño y todos son contemporáneos suyos.
Hasta los perros le tratan con intimidad, y, sin embargo, se ignora de dónde viene y adónde va.
No se le conocen rentas, ni oficio ni beneficio; pero de todo goza y en todas partes es bien recibido.
Es el oráculo de las mamás, el confidente de las jamonas, el tormento de los amantes, el juez de las polluelas, la pesadilla de los tipos, el solaz de las babiecas, el mentor de los calaveras de afición y el desprecio del sentido común.
Él solo goza de más derechos sociales que treinta ciudadanos juntos.
Su palabra no reconoce tasa; sus manos tienen pasaporte para todo.
Lo que a un hombre vulgar, como él llama a los que no se le parecen, le produce un desaire, a él le vale un triunfo.
«Cosas de don Paco». He aquí la frase sacramental que le pone al abrigo de toda responsabilidad.
Entra en tu casa cuando aún estás en la cama durmiendo, rocía tu cara con el agua que quedó en la palangana la noche anterior, y, al despertar furioso, tienes que exclamar, viéndole a tu lado: «¡Qué cosas tiene este don Paco!».
Dominio público
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Publicado el 6 de febrero de 2023 por Edu Robsy.