La Voz de los Niños
José Ortega Munilla
Cuento infantil
La voz de los niños
I. Gritos sin eco
En una nocturnidad medrosa, en la que el viento soplaba y la lluvia caía, ocurrió en el país de que hablo un suceso memorable, memorable para los hombres buenos que aman a los afligidos. Era el mes de noviembre, el final del mes de noviembre. Entonces, el invierno imperaba trágicamente. Los vecinos de las treinta y cuatro aldeas leonesas que rodean al bosque llamado de los Gentiles hombres, recluíanse a sus hogares y apenas salían de ellos, si no eran impulsados por extrema necesidad. En aquel país las crudezas del temporal son terribles. Los vendavales tumban a los caminantes. ¿Veis aquel rebaño de ovejas que camina hacia la llanura, en busca de parajes menos fríos?... Pues si las coge un golpe del ventarrón, esas ovejitas mansas y tiernas caen al suelo, y algunas no se levantan más, porque al tropezar con los riscos y con las peñas sus patas se tronzan, y el pastor que cuida de ese ganado va llorando en la constante pérdida.
Ya he apuntado el lugar geográfico de la escena: en la provincia de León, cerca de las Asturias del Rey Pelayo. Existe allí, entre las montañas y las llanuras, una convergencia de ángulos, por los que la cordillera parece convertida en un enorme, terrible soplete. Y el aire norteño trabaja sin descanso por ese camino. Los árboles se encogen, las praderías se secan, los hijos de Adán se esconden, la ganadería perece.
Dominio público
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Publicado el 22 de abril de 2019 por Edu Robsy.