Humano
José Pedro Bellán
Cuento
—Fué la mejor de mis defensas y sin embargo no pude salvarle, dijo el doctor Luppi escépticamente.
—Es que es un caso monstruo, agregó el otro abogado.
—Verá Vd. La mujer violada y muerta exasperaba los ánimos de tal manera que, a pesar de desarrollarse la escena en un ambiente culto, surgieron manifestaciones tan bárbaras que me hicieron dudar por muchos momentos en el curso de mi defensa. El reo permanecía en un estado soporífico, como sumido en una idiotez sin tregua. A fuerza de este estado su expresión había desaparecido:
Ni un repliegue, ni una mueca, ni un gesto: era una cara vacía, completamente despojada de vida. Durante todo el proceso contestaba alzando los hombros o afirmando con la cabeza. No negó nada, no quiso nada, no alegó nada.
Cuando supo lo inexorable de su condena se reanimó. Pidió que le dejaran escribir y no con. sintió en que le visitaran.
En la mañana de la ejecución lo encontré más animado. Al verme sonrió y me estrechó la mano efusiva mente.
—Sé que ha hecho Vd. todo lo que ha podido,—se limitó a decirme. Yo quise hablar de la energía humana; pero él muy hábilmente me cortó el tema. Conversamos sobre la belleza de la mañana y algo de historia. Su serenidad me preocupaba. Diríase que aquel individuo se hubiera desahogado, que hubiera vivido y dicho todo lo que un humano puede decir para alejarse de la vida, tan sin un preámbulo, sin un indicio afectivo. De pronto, me alargó la mano con una carta, diciéndome:
—Tome; es para Vd. Puede que alguna vez le sirva.—
Yo la metí en mi bolsillo, de una manera torpe, sin comprender. Luego nos despedimos y, algunos minutos después, algo entristecido, oí la detonación y vi como su cuerpo caía exánime, llevado a la muerte de un solo golpe.
Dominio público
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Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.