El Pecado de Alejandra Leonard
José Pedro Bellán
Cuento
Capítulo 1
Aquella mañana, la pequeña Alejandra, de nueve años de edad, encontró en el corral una paloma muerta. Su primer impulso fue echar a correr para dar el aviso. En cuatro saltos, espantando a las aves que la rodeaban, dejó el corral, pasó por los patios y entró en el escritorio de su padre, el profesor Leonard, buen historiador, que en ese instante se hallaba atareadísimo, abstraído, subyugado por el vaho sedante de los textos antiguos.
—Papá, papá… una paloma se murió.
El profesor Leonard dijo sin ninguna intención:
—¡Bah!… todos tenemos que morirnos.
Hubo un silencio prolongado, una inmovilidad absoluta. Por dos o tres veces se oyó el murmullo de la página que se vuelve. Un momento después, el llanto de la pequeña.
El profesor Leonard creyó soñar. Dejó el libro, quitóse las gafas y descubrió a su hija, acurrucada entre la puerta y la biblioteca. Alarmado corrió hacia ella.
—¿Por qué lloras? ¿Te lastimaste? ¿Qué tienes, di?… — La tenía ahora en sus brazos y le besaba los ojos, las lágrimas, haciéndole mil preguntas. Pero la pequeña gemía, balbuceando el sollozo en una palabra trunca, sofocada, convulsa, mirando a su padre insistentemente. Entonces, él recordó lo de la paloma. —¿Es por la paloma que lloras?… ¡Pero si tienes muchas otras, tú! El palomar está lleno y son todas tuyas. No llores así!… Si quieres te compraré una igual a esa. ¿Cómo era, a ver; dime cómo era? Fue necesario esperar. Después la pequeña preguntó a su vez:
—¿Tú también te morirás?… — El silencio se produjo de nuevo. Inmóviles los párpados, padre e hija se observaron durante unos segundos. Luego, sorprendido aún, le interrogó:
Dominio público
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Publicado el 21 de junio de 2018 por Edu Robsy.