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autor: José Seferino Álvarez "Fray Mocho" etiqueta: Cuentos


Cuentos de Fray Mocho

José Seferino Álvarez "Fray Mocho"


Cuentos, colección


Introducción

Un día, en París, hace algunos años, recibí un pequeño libro, malamente impreso y firmado con un pseudónimo que había visto algunas veces al pie de artículos que, en general, no había leído. Era el Viaje al país de los matreros, mal título también, que ocultaba una de las pinturas más deliciosas y exactas que existen de un pedazo de suelo argentino, precisamente del más característico: tal vez de aquél formado y sin cesar modificado, por el aluvión formidable del padre de los ríos nacionales. Comuniqué mi impresión a su autor en una carta entusiasta, cuyo borrador siento no poseer en estos momentos, para darla de nuevo a luz, como el más cumplido homenaje al talento literario del hombre que nuestro mundo intelectual acaba de perder.

Más tarde, Fray Mocho, publicó su Viaje Austral que, como fuerza descriptiva vale quizás su primer ensayo, pero que le es superior en sus elementos de drama. Esa dura vida del lobero, en la intrincada red de canales entre los que va disolviéndose la más austral de las tierras habitadas, está pintada con una verdad y una intensidad tales, que parece increíble haya podido dibujarse el cuadro y darle color, sin haber visitado minuciosamente el teatro de la acción. Y sin embargo, según tengo entendido, Álvarez nunca visitó el Estrecho.


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Dominio público
227 págs. / 6 horas, 37 minutos / 9 visitas.

Publicado el 11 de abril de 2025 por Edu Robsy.

Esmeraldas

José Seferino Álvarez "Fray Mocho"


Cuentos, colección


Los azahares de Juanita

Mirar los blancos azahares con que se coronan las novias en tren de matrimonio, y sentir una carcajada cosquillearme en la garganta, es todo uno.

Y esto me sucede, no porque sea un cotorrón canalla y descreido, sino porque me acuerdo de Juanita la hija de nuestra vecina doña Antonia, que se casó con mi tío Juan Alberto.

¡Qué impresión sentí cuando la ví coronada de blancas flores de naranjo, emblema de la pureza, a aquella pícara y graciosa muchacha con quien había trincado tanto en el jardín de mi casa!

Vino a mi mente, con toda claridad, la tarde aquella en que por vez primera nos dimos un beso, que fué el incubador de los millones en gérmen que Juanita escondía en las extremidades de su boquita rosada.


* * *


Según costumbre, Juanita y yo —dos muchachos de 13 años— habíamos ido al jardín en busca de violetas, durante una templada tarde de Agosto.

Allí, sentados a la sombra de los grandes árboles, escudriñábamos entre las hojas verdes, buscando las pequeñas flores fragantes.

Examinábamos la misma mata y de repente nuestras manos se encontraron sobre el tallo de una gran violeta nacida al reparo de una piedra, que yo me apresuré a cortar.

—¡Qué linda... —dijo ella,— dámela!

—¡No!... es para mi ramo!

—¡Dámela, me repitió, pero esta vez con un tono tal, que me obligó a mirarla a la cara... ¡no seas malo!

Y sus ojos negros fijándose en los míos me hicieron experimentar algo de que aún no me doy cuenta.

—¿No me la dás?... —volvió a preguntarme.

Y como yo al mirarla me sonriera, se rió ella, mostrándome sus pequeños dientes blancos, mientras exclamaba con un tono de reproche... ¡Malo!

—Y si te la doy, ¿qué me dás a mí? —le pregunté mirándola fijamente.

—Dámela volvió a decirme, queriendo arrebatarme la codiciada flor y sin responder a mi pregunta.


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Dominio público
30 págs. / 53 minutos / 10 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2025 por Edu Robsy.