Las Posadas
José Tomás de Cuéllar
Novela corta
I
En la casa de un corredor de número hay en el patio ochenta tercios robalo, de camarón y bacalao, capaces de asfixiar con sus emanaciones al corredor y á su familia.
Entra un agente de negocios, tapándose las narices, y cuando ha llegado á la asistencia exclama:
—¡Cáspita! ó vendes el pescado, ó no hay posadas, compadre.
—¡Aquí está el compadre! grita un muchacho.
—¡Compadre de mi alma! entra diciendo la mujer del corredor; ¿ya le pegó á usted el constipado?
—No, comadre, el camarón del patio.
—Ya se lo dije d ese.
Ese era su marido; lo avisamos, para que cuando el corredor diga esa, se entienda también que habla de su mujer.
El amor conyugal toma algunas veces la forma de pronombre: lo cual no es clásico, pero es cierto.
—¿Qué hay de posadas, compadre? dice por fin el agente de negocios.
—¡Qué posadas! si no pagan más que á cuatro y medio.
—¿Y qué?
—Que pierdo el dinero.
—Tengo marchante.
—¿Sí? ¿A cómo?
—A seis.
—No, compadre....
—Por vida de usted.
—¿A plazo?
—Estoy trabajando porque aflojen.
—¡Ah! no es casa fuerte.
—Son los gachupines de ahora un año.
—¿Por fin, pagaron?
—Sí.
—En fin, usted sabe.
—Aseguraré la venta.
—Bueno.
—Negocio concluído.
—¿Hay posadas? entra preguntando una polla, que acababa de pintarse de blanco de una manera feroz.
—¿Cuánto me das por la noticia? le preguntó á la polla el agente de negocios.
—Una danza.
—¿Nada más?
—Y un schotish.
—Bueno: pues hay posadas.
La polla se puso de un salto en la pieza contigua, y recorrió en seguida toda la casa, propagando la placentera noticia.
—¿Conque la armamos, nó, compadre?
Dominio público
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Publicado el 21 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.