Textos peor valorados de José Tomás de Cuéllar | pág. 2

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autor: José Tomás de Cuéllar


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La Historia de Chucho el Ninfo

José Tomás de Cuéllar


Novela


Con datos auténticos
debidos a indiscreciones femeniles
(de las que el autor se huelga)

Parte primera

I. En el que se ve que el amor acaramelado de las mamás no es el más a propósito para criar héroes

Allá por los años de cuarenta a cuarenta y uno pasaba todas las mañanas por el costado del norte de la Alameda, una criada joven, limpia y relamida, conduciendo a un niño muy lindo.

La criada se miraba en el niño; lo cual no era un obstáculo para que el alamedero se viera en la criada; porque al pasar, criada y niño, por la puerta que ve a la Santa Veracruz, el alamedero se paraba allí invariablemente para saludar a la criada.

El niño se veía libre de la mano que lo conducía y se ponía a jugar, mientras el alamedero hablaba cosas más formales con la criada.

Al niño, al alamedero y a la criada se les hacía tarde. Solía transcurrir una hora, de esas que parecen un soplo, horas de niño, horas de amor, que se pierden sin saber cómo.

Al cabo de esa hora, el calor del día había aumentado, y con el calor los colores de la criada, que estaba entonces más bonita; el niño se había empolvado los zapatitos y el alamedero había tenido tiempo de hacer en el respaldo de la banca un agujerito donde le cabía el dedo.

Como todos los días se sentaban en el mismo lugar, el agujerito iba siendo más hondo.

Esta manía de perforación no es sólo peculiar del alamedero en cuestión; la incuria tiene una mímica taladrante, significativa y especial.

El indio, sobre todo, no trata de asuntos amorosos sin rascar la pared; la beldad cerril no oye si no rasca, y el elocuente lenguaje de las manos, el recomendado acto segundo, se reduce en ciertas gentes a hacer un agujerito.

La criada y el niño seguían el camino de la escuela y el alamedero se quedaba parado.


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Dominio público
208 págs. / 6 horas, 5 minutos / 493 visitas.

Publicado el 23 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

La Noche Buena

José Tomás de Cuéllar


Cuento


Capítulo I

—Mira, Lupe, ése es mi novio.

—¿Cuál?

—Aquel jovencito de bigote negro.

Lupe le contempló con mirada escudriñadora.

—¿Qué te parece?

—Simpático.

—¡Pobrecito!

—¿Por qué?

—Figúrate que no tiene posadas.

—¿Y tú lo crees?

—Cómo no, Lupe de mi alma, si es tan bueno…

—De modo que van a pasar ustedes separados la Noche Buena.

—Tú dirás; por eso estoy tan contrariada.

—¡Pobre Otilia! ¡Pobres enamorados! Qué gusto que yo…

—¿Que tú qué?

—Que yo no tengo amores.

—¡Hipócrita! ¿Y el general?

—Chist, cállate.

—¿Ya lo ves?

—Bueno; pero esos no son amores. ¡Qué maliciosa eres! Y todo por lo que te conté la otra noche.

—Yo sé mi cuento: y cuando te hablo del general…

—¡Ah, que tú tan mala!

—Una piñata, niñas, una piñata —gritó un lépero interponiéndose entre Lupe y Otilia.

—No, qué piñata ni qué… —dijo Lupe de mal humor.

—¿Conque ya no me la toma usté, niña? —dijo el vendedor tocándose el sombrero—. Como su mercé me dijo que para la Noche Buena quería una novia…

—¿Yo?

—¡Ah que niña! Pos si yo soy el mesmo de la otra tarde.

—Ah, sí, ya recuerdo…

—Conque ¿no juimos a dejarla en «ca» el general?

Lupe se puso colorada.

—Anda, pícara —le dijo Otilia al oído.

—¿Cuánto vale?

—Pos ya sabe su mercé: catorce riales.

—Bueno.

—¿La llevo?… ¿La llevo allá en «ca» el general?… Ya sé.

Y el lépero, con una novia de papel de china en una mano, y un general en la otra desapareció.

—¿Y por qué ha de ser novia la piñata de la Noche Buena? —preguntó Lupe.

—No puedo decírtelo.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 6 minutos / 307 visitas.

Publicado el 23 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Estampas del Siglo XIX

José Tomás de Cuéllar


Cuento


La Linterna Mágica

—¿Qué linterna es ésa? —me preguntó el cajista al recibir el original para las primeras páginas de esta obra—. ¿Qué va a alumbrar esa linterna; a quién y para qué?

Este título, que bien puede servirle a una tienda mestiza, ¿es una palabra de programa altisonante y llamativa para anunciar el parto de los montes, o encierra algo provechoso para el lector?

—Confieso a usted, estimable cajista —le dije—, que en cuanto al título de LINTERNA MÁGICA lo he visto antes en la pulquería de un pueblo; pero que con respecto al fondo de mi obra, debo decirle que hace mucho tiempo ando por el mundo con mi linterna, buscando no un hombre como Diógenes, sino alumbrando el suelo como los guardas nocturnos, para ver lo que me encuentro; y en el círculo luminoso que describe el pequeño vidrio de mi lámpara, he visto multitud de figuritas que me han sugerido la idea de retratarlas a la pluma.

Creyendo encontrarme algo bueno, no he dado por mi desgracia sino con que mi aparato hace más perceptibles los vicios y los defectos de mis figuritas, quienes por un efecto óptico se achican aunque sean tan grandes como un grande hombre, y puedo abarcarlas juntas, en grupos, en familia, constituidas en público, en congreso, en ejército y en población. La reverberación concentra en ellas los rayos luminosos, y sin necesidad del procedimiento médico que ha logrado iluminar el interior del cuerpo humano, puedo ver por dentro a mis personajes.

Como éstos viven en movimiento continuo como las hormigas, he necesitado ser taquígrafo y armarme de un carnet y una pluma, no diré bien tajada, porque eso lo hacen en Londres, pero sí mojada en tinta simpática, y en poco tiempo me he encontrado con un volumen.

—¿Y este volumen es la linterna mágica?


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Dominio público
88 págs. / 2 horas, 35 minutos / 107 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Fuereños

José Tomás de Cuéllar


Novela


I

Procedente del interior acaba de llegar á la estación del Ferrocarril Central una familia compuesta de un señor gordo, trigueño y de poca barba y vestido con chaqueta de lienzo, sombrero galoneado y plaid; una señora, gorda también, con vestido de percal y tápalo á cuadros, dos niñas de diez y siete y veinte abriles con vestido de lana y seda y sombrero á la francesa; viene además Gumesindo, el hermano de las niñas, que es un charrito hecho y derecho. Trae pantaloneras de paño negro, con botonadura de plata, chaqueta negra con alamares y sombrero canelo con ancho galón de oro y dos chapetas que consisten en un monograma de plata sobredorada con las iniciales G. R.

El señor gordo, que se llama D. Trinidad, y su mujer que se llama Candelaria, no paran mientes en que pueden parecer payos, y lo ven todo con asombro, vienen á la capital de la República por la primera vez y por la primera vez ven el ferrocarril.

Las muchachas se mortifican de la atención exagerada de sus padres, y aunque á ellas les llama todo no ménos la atención, fingen no impresionarse para hacer cumplido honor al corte francés de sus vestidos.

—¡Mira qué de gente, Trinidá, y qué de extranjeros!

—Por de contado, todo esto es de extranjeros,

—Arrimo el coche? pregunta un cochero.

—Tiene V. equipaje, amito?

—Llevo los bultos?

—Un coche! Quiere V. un coche?

—Tráigalo pues, dijo Gumesindo, que era el más garboso de la familia.

—Por acá se sacan los equipajes, amito, -decía un cargador diligente; ¿tiene V. el talón? '

—A ver, á ver quién trae el tompeate de los dulces, ,

—Lo tiene Clara, dijo una de las niñas.

—Y tú, Guadalupe, traes la maletita?

—Aquí la tengo, dijo Gumesindo. .

—¿Todo está completo?

—No falta nada. .

—Vamos á ver los equipajes.


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Dominio público
80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 121 visitas.

Publicado el 19 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Artículos Ligeros sobre Asuntos Trascendentales

José Tomás de Cuéllar


Artículo, crónica


Los faroles

No es nuestro ánimo tratar aquí de los hombres vacíos á quienes el mundo llama faroles, ni de autoridades caricaturescas á quienes suele llamárseles farolones, ni tampoco de aquéllos á quienes por vanos, pretenciosos y farsantes se les dice faroleros. Lejos de nosotros tan mezquinas personalidades. Vamos á ocuparnos simplemente de la importancia social del farol; mueble cuya principal calidad es estar vacío, y que á nosotros se nos antoja que está lleno de muchas cosas importantes, curiosas y buenas de contarse, por ser un tanto cuanto trascendentales.

Los mexicanos de la presente y de las pasadas generaciones, á contar de algún tiempo después de la conquista, hemos nacido viendo faroles: solo que, desde el tiempo de los virreyes hasta la independencia y poco después, los faroles tenían para nosotros casi exclusivamente esta significación: la iglesia. El culto católico fué, mientras pudo, introductor, mantenedor y consumidor de los faroles.

Los faroleros (hablamos, se entiende, de los constructores de faroles, y no de las personas de quienes desde un principio dijimos que no queríamos hablar) los faroleros, pues, han debido ser dos veces afectos al culto; porque este culto con faroles, era además de su religión, su subsistencia.

Ya se recordará que esta dichosa capital, con sus doscientas iglesias, sus doscientas fiestas titulares, sus doscientos novenarios y octavarios, en todo lo que, lo primero indispensable eran los faroles, debió llegar á acopiarlos en cantidades fabulosas.


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Dominio público
230 págs. / 6 horas, 43 minutos / 59 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Ensalada de Pollos

José Tomás de Cuéllar


Novela


Los muchachos del ilustrado siglo XIX —dije para mí— llegan a viejos sin haber sido nunca jóvenes.

Fígaro

Primera parte

I. En el que el curioso lector se inicia en algunos misterios de la incubación de la raza

Don Jacobo Baca es un padre de familia, de esos que hay muchos, sobre los que pesa una grave responsabilidad que no conocen, y que están haciendo un perjuicio trascendental de que no se dan cuenta.

Don Jacobo ha sido alternativamente impresor, varillero, ayudante del alcaide de la cárcel, por «cierto mal negocio»; después jicarero, encargado de pulquería, y últimamente ha sentado plaza de arbitrista, que es como se la va pasando.

Don Jacobo cree que sabe leer y escribir, pero buen chasco se lleva; pues en materias gramaticales confiesa él mismo, con admirable ingenuidad, que nunca se ha metido en camisa de once varas.

En otra de las cosas en que se lleva chasco don Jacobo, es en creer que sabe hacer algo, pues nosotros, que bien le conocemos, estamos seguros de que, a pesar de sus letras, no sabe hacer nada.

Su inutilidad lo condujo, aunque paulatinamente, a la situación lamentable en que el lector lo encuentra.

Aburrido don Jacobo de buscar destino, y más aburrido de no hallarlo, pensó en una cosa. Esta cosa la han pensado las nueve décimas partes de los hombres útiles que hay en el país: lanzarse a la revolución.

Esta idea, acariciada en medio de la ociosidad y de los vicios, es el calor con que la madre discordia empolla a sus hijuelos; esta idea ha sido el prólogo de muchas epopeyas, así como el primer paso en la senda del crimen; esta idea entra en el número de las resoluciones desesperadas, y se equipara con la de suicidarse.

Respetamos, aunque no aludiendo a don Jacobo, esta misma idea de lanzarse a la revolución, cuando es engendrada por el noble arranque del patriotismo.


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Dominio público
159 págs. / 4 horas, 38 minutos / 1.233 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Baile y Cochino...

José Tomás de Cuéllar


Novela


I. Preparativos del baile y del cochino

Se trata de celebrar el cumpleaños de Matilde, la niña de la casa, y su papá, que la quiere mucho, y además acaba de hacer un negocio gordo, va a echar la casa por el balcón.

Matilde, ante todas cosas, quiere bailar, a pesar de las objeciones de su mamá, una buena señora, muy sencillota y muy ranchera. Es preciso darle gusto a Matilde y esta idea triunfa de todos los escrúpulos.

—¡Baile! —decía la mamá—. ¿Cómo vamos a hacer baile cuando casi no tenemos relaciones en México? ¿Quiénes vienen a bailar?

—En cuanto a eso, mamá, no te apures, yo convidaré a las Machucas.

—¿Quiénes son las Machucas?

—Las muchachas de allá enfrente. Ya nos saludamos, y estoy segura de que si las convido en forma, vendrán.

—Yo, por mi parte —agregó el papá— haré por ahí mi colecta de amigos.

—¿Y de amigas también? —preguntó la señora a su marido.

—Mira, en cuanto a amigas, yo no tengo aquí todavía conocimientos; pero creo no faltarán.

—Bueno, pues si ustedes se encargan de la concurrencia ¿qué vamos a hacer? haremos baile.

Nótese que la señora de la casa había dicho «haremos baile», a propósito de lo cual se hace necesaria aquí una digresión.

Son dos cosas enteramente distintas «dar un baile» y «hacer baile», como son distintas también dar una comida o hacer comida.

Da un baile la persona que con cualquier pretexto de solemnidad invita a sus amigos a pasar unas cuantas horas en su compañía. El pretexto es lo de menos, el objeto principal del baile es estrechar los vínculos de amistad y los lazos sociales por medio de la amena distracción que proporciona a sus amigos.


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Dominio público
115 págs. / 3 horas, 21 minutos / 635 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

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