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El Espejo del Mar

Joseph Conrad


Novela


Dedicatoria

A
Mrs. Katherine Sanderson que hizo extensivas su cálida bienvenida
y su amable hospitalidad al amigo de su hijo, animando aquellos primeros y oscuros días tras mi despedida del mar,
quedan estas páginas afectuosamente dedicadas.

Nota del autor

Tal vez menos que ningún otro libro escrito por mí, o por cualquier otra persona, precisa este volumen de prefacio. Sin embargo, y puesto que todos los demás —incluida la Memoria personal, que no es sino un fragmento de biografía— van a llevar su correspondiente Nota del Autor, no puedo en modo alguno dejar a éste sin la suya, no fuera a crearse por ello una falsa impresión de indiferencia o hastío. Veo con toda nitidez que no va a ser tarea fácil. Siendo la necesidad —madre de la invención— enteramente inconcebible en este caso, no sé que inventar a manera de exposición; y al ser, asimismo, la necesidad el mayor incentivo posible para el esfuerzo, ni siquiera sé por dónde empezar a esforzarme. Aquí cuenta también la natural inclinación. Toda mi vida he tenido aversión al esfuerzo.

Bajo estas descorazonadoras circunstancias, me veo, sin embargo, forzado a proseguir por un sentido del deber. Esta Nota es algo prometido. En menos de lo que dura un minuto me impuse, con unas cuantas palabras poco cautas, una obligación que desde entonces no ha cesado de oprimirme el corazón.


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193 págs. / 5 horas, 38 minutos / 489 visitas.

Publicado el 30 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Victoria

Joseph Conrad


Novela


Parte I

Capítulo 1

Existe, como no se le escapa ni a un chico de escuela en esta edad dorada de la ciencia, una estrecha relación química entre el carbón y los diamantes. Creo que ésta es la razón por la que algunos le llaman el «diamante negro». Ambas mercancías significan riqueza, si bien el carbón constituye una clase de propiedad bastante menos portátil. Adolece, desde este punto de vista, de una lamentable falta de concentración física. Otra cosa sería si la gente pudiera meterse las minas en el bolsillo del chaleco —pero no puede—. Existe, al mismo tiempo, una fascinación por el carbón, producto supremo de una época en la que nos hemos instalado como viajeros aturdidos en un deslumbrante aunque desasosegado hotel. Presumo que estas dos últimas consideraciones, la práctica y la mística, impidieron la marcha de Heyst, de Axel Heyst.

La Tropical Belt Coal Company liquidó. El mundo financiero es un mundo misterioso donde, por increíble que parezca, la evaporación precede a la liquidación. Primero, se evapora el capital. Luego, la compañía liquida. Estos acontecimientos se corresponden poco con la naturaleza, así que hay que ponerlos en la cuenta de la ininterrumpida inercia de Heyst, de la que nos reíamos a escondidas, pero sin animadversión. Los cuerpos inertes no hacen daño, ni provocan hostilidad, y reírse de ellos casi no vale la pena. Como mucho, pueden ponerse en medio algunas veces, pero tal cosa no podía achacársele a Axel Heyst. Él quedaba por encima de todos los caminos, ostentosamente, igual que si colgara de la cresta más alta del Himalaya.


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361 págs. / 10 horas, 32 minutos / 128 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Corazón de las Tinieblas

Joseph Conrad


Novela


I

El Nellie, un bergantín de considerable tonelaje, se inclinó hacia el ancla sin una sola vibración de las velas y permaneció inmóvil. El flujo de la marea había terminado, casi no soplaba viento y, como había que seguir río abajo, lo único que quedaba por hacer era detenerse y esperar el cambio de la marea.

El estuario del Támesis se prolongaba frente a nosotros como el comienzo de un interminable camino de agua. A lo lejos el cielo y el mar se unían sin ninguna interferencia, y en el espacio luminoso las velas curtidas de los navíos que subían con la marea parecían racimos encendidos de lonas agudamente triangulares, en los que resplandecían las botavaras barnizadas. La bruma que se extendía por las orillas del río se deslizaba hacia el mar y allí se desvanecía suavemente. La oscuridad se cernía sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo.

El director de las compañías era a la vez nuestro capitán y nuestro anfitrión. Nosotros cuatro observábamos con afecto su espalda mientras, de pie en la proa, contemplaba el mar. En todo el río no se veía nada que tuviera la mitad de su aspecto marino. Parecía un piloto, que para un hombre de mar es la personificación de todo aquello en que puede confiar. Era difícil comprender que su oficio no se encontrara allí, en aquel estuario luminoso, sino atrás, en la ciudad cubierta por la niebla.


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124 págs. / 3 horas, 37 minutos / 386 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Crónica Personal

Joseph Conrad


Biografía, autobiografía


Nota del autor a la edición de 1919

La reedición de este volumen en un nuevo formato no precisa, hablando estrictamente, de otro prefacio. Ahora bien, comoquiera que éste es específicamente un lugar apropiado para los comentarios personales, aprovecho la ocasión para referirme en esta nota del autor a dos puntos surgidos de ciertas afirmaciones últimamente vertidas en la prensa acerca de mi persona.

Uno de ellos atañe a la cuestión de la lengua. Siempre me he sentido observado como si fuese una especie de fenómeno, posición que, fuera del mundo del circo, no puede tenerse por deseable. Hace falta un temperamento muy especial para obtener una cierta gratificación del hecho de ser capaz de hacer intencionadamente cosas que se salen de lo normal, e incluso de hacerlas por mera vanidad.

Que yo no escriba en mi lengua materna ha sido, por supuesto, objeto de frecuentes comentarios en diversas recensiones de mis libros e incluso en artículos de mayor fuste. Supongo que era una cuestión inevitable; por si fuera poco, todos esos comentarios han sido sumamente aduladores hacia la vanidad de quien escribe. En esa cuestión, empero, no tengo yo vanidad que requiera de la adulación. No podría tenerla aunque quisiera. El primer objeto de esta nota es descartar el mérito que pueda existir en un acto producto de la volición deliberada.


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171 págs. / 4 horas, 59 minutos / 104 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Con la Soga al Cuello

Joseph Conrad


Novela


A mi esposa

1

Mucho después que el rumbo del Sofala cambiara en dirección a tierra, la baja costa pantanosa aún retenía la apariencia de un mero tizne de oscuridad más allá de una franja de resplandor. Los rayos del sol caían violentamente sobre el mar en calma, se estrellaban contra esa lisura de diamante para convertirse en polvo de chispas: un vapor luminoso que cegaba los ojos y fatigaba el cerebro con su inconstante brillo.

El capitán Whalley no miraba. Cuando el serang, aproximándose al amplio sillón de bambú que él ocupaba con toda su capacidad, le dijo que debían modificar el rumbo, se levantó en seguida y permaneció de pie, cara al frente, mientras la proa del barco giraba un cuarto de círculo. No dijo una sola palabra, ni siquiera la palabra necesaria para que mantuvieran el rumbo. Fue el serang, un viejo malayo, menudo y alerta, quien murmuró la orden al timonel. Y entonces, lentamente, el capitán Whalley volvió a sentarse en el sillón del puente y clavó los ojos en el pedazo de cubierta que había entre sus pies.


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154 págs. / 4 horas, 30 minutos / 329 visitas.

Publicado el 31 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Príncipe Román

Joseph Conrad


Cuento


—Unos sucesos que ocurrieron hace setenta años tal vez puedan parecer demasiado remotos como para mencionarlos en una simple conversación. No hay duda de que para nosotros el año 1831 es una fecha histórica, uno de esos años letales en los que, una vez más, nos vimos obligados a decir Vae victis ante la pasiva indignación y la evidente simpatía del resto del mundo, y, calcular el precio en unidades de dolor. Nunca se nos dieron bien los cálculos, ni en la prosperidad ni en la adversidad, es una lección que aún tenemos pendiente para enfado de nuestros enemigos, que nos han puesto el apodo de «incorregibles»…

El hombre que acababa de hablar era de nacionalidad polaca, una nacionalidad que, más que vivir, sobrevive e insiste en pensar, respirar, hablar, desear y sufrir recluida en una tumba junto a un millón de bayonetas, cercada a tres bandas por los tres grandes imperios.

La conversación giraba en torno a la aristocracia. ¿Cómo había surgido un tema tan desacreditado para la época? Sucedió hace algunos años y la precisión de la escena se ha desvanecido, pero recuerdo que el tema ya casi había dejado de considerarse un ingrediente en las reuniones sociales. Para ser sincero, creo que habíamos llegado a él tras intercambiar algunas ideas sobre el patriotismo, un sentimiento que nuestro delicado perfil humanitario consideraba una reliquia de la barbarie. Aunque tampoco se puede decir que ese gran pintor florentino que al morir cerró los ojos pensando en su ciudad, ni San Francisco, que con su último aliento bendijo a la ciudad de Asís, fueran bárbaros. Hace falta cierta grandeza de espíritu para entender el patriotismo como corresponde, o al menos cierta honestidad de sentimientos, una noción imposible para un pensamiento moderno incapaz de comprender la gloriosa simplicidad de una emoción que nace en la naturaleza pura de las cosas y de los hombres.


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26 págs. / 47 minutos / 187 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Bajo la Mirada de Occidente

Joseph Conrad


Novela


A Agnes Tobin, que trajo a nuestra puerta su talento para la amistad desde la orilla.

Primera parte

Prólogo

He de empezar por decir que no alardeo de poseer esos altos dones de la imaginación y la expresión que habrían permitido a mi pluma crear para el lector la personalidad del hombre que se hacía llamar, según la costumbre rusa, Cyril, hijo de Isiodr — Kirylo Sidorovitch— Razumov.

De haber tenido yo alguna vez estos talentos en cualquier modalidad de forma viva, a buen seguro que se habrían extinguido hace ya mucho tiempo bajo una selva de palabras. Las palabras, como es bien sabido, son las grandes enemigas de la realidad. Soy desde hace muchos años profesor de idiomas. Es ésta una ocupación que a la larga resulta fatal para la cuota de imaginación, observación o perspicacia que puede heredar una persona corriente. Llega un momento para el profesor de idiomas en el que el mundo no es sino un lugar repleto de palabras y el hombre un simple animal parlante no mucho más extraordinario que un loro.


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354 págs. / 10 horas, 20 minutos / 425 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Flecha de Oro

Joseph Conrad


Novela


Celui qui n’a connu que des hommes
polis et raisonnables, ou ne connait pas
l’homme, ou né le connait qu’á demi.

Caractères

Dedicatoria

A Richard Curle

Nota del autor

Habiendo llamado «Nota del Autor» a todos los breves prefacios escritos para mis libros, éste ha de tener ese mismo encabezamiento en aras de la uniformidad y aun a riesgo de sembrar cierta confusión. Como su subtítulo indica, La flecha de oro es un relato entre dos notas. Pero esas notas forman parte de su estructura, de su textura, y su papel consiste en preparar y en cerrar la historia. Son material pertinente para la comprensión de las experiencias que aparecen en la narración y tienen por objeto concretar su tiempo y su lugar, además de precisar ciertas circunstancias históricas que condicionan la existencia de las personas a las que conciernen los acontecimientos de los doce meses que abarca el relato. Era el modo más breve de dar cuenta de los preliminares de una obra que no podía adquirir naturaleza de crónica.

La flecha de oro es mi primera publicación de posguerra. Comencé su redacción en el otoño de 1917 y la concluí en el verano de 1918. Su recuerdo está asociado a los momentos más oscuros de la guerra, que, de acuerdo con el conocido proverbio, precedieron al alba, al alba de la paz.

Cuando ahora pienso en ellas, creo que estas páginas, escritas en días de tensión y pavor, tienen un aire de extraña serenidad. Fueron redactadas con calma, pero no a sangre fría, y son, quizá, las únicas que podría haber escrito en aquel tiempo lleno de amenazas pero también de fe.


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350 págs. / 10 horas, 12 minutos / 308 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Juventud

Joseph Conrad


Cuento


Nota del autor

… (Juventud) supone la primera aparición en el mundo del personaje de Marlow, con quien mi relación a lo largo de los años ha llegado a ser muy íntima. Los orígenes de este caballero (no sé de nadie que haya sugerido nunca que fuera otra cosa) han sido objeto de ciertas especulaciones literarias, me alegra decirlo, de índole amistosa.

Se podría creer que soy la persona indicada para arrojar luz sobre la materia pero, descubro que, en realidad, no es tan fácil. Es agradable recordar el hecho de que nadie le haya atribuido intenciones fraudulentas o lo haya menospreciado por ser un charlatán. Al margen de esto, ha suscitado toda suerte de cosas: que se trataba de un hábil encubrimiento; una simple invención; un «doble»; un espíritu familiar; un demonio maldiciente. Yo mismo he sido sospechoso de haber urdido un meditado plan para apropiármelo.

Esto no es así. No he urdido ningún plan. El personaje de Marlow y yo nos encontramos accidentalmente, como sucede con esos encuentros en los balnearios que, a veces, fructifican en amistad. El nuestro fructificó.

Pese a toda la firmeza de sus opiniones, no es un entrometido. Frecuenta mis horas de soledad cuando, en silencio, reclinamos nuestras cabezas cómoda y armoniosamente. Sin embargo, cada vez que nos separamos al concluir un relato, nunca estoy seguro de que no sea esa la última vez que lo hagamos. Creo, incluso, que a ninguno de los dos le importase mucho sobrevivir al otro. En cualquier caso, se quedaría sin ocupación, y le pesaría, pues sospecho en él cierta vanidad. No hablo de vanidad en sentido salomónico. De todos mis personajes es el único que no ha supuesto enojo alguno para mi espíritu. Un personaje de lo más discreto y comprensivo…


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44 págs. / 1 hora, 17 minutos / 139 visitas.

Publicado el 31 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Por Culpa de los Dólares

Joseph Conrad


Cuento


Capítulo I

Mientras pasábamos el rato cerca de la orilla, como hacen los marineros ociosos en tierra (era en la explanada frente a la comandancia de un importante puerto de Oriente), un hombre vino hacia nosotros desde la fachada principal de las oficinas, dirigiéndose oblicuamente a los escalones de desembarque. Atrajo mi atención porque entre el movimiento de gente con trajes de dril blanco en la acera por la que él andaba, su ropa, la túnica y el pantalón habituales, hechos de franela gris clara, le hacía destacar.

Tuve tiempo de observarlo. Era rechoncho, pero no grotesco. Su cara era redonda y suave, su tez muy clara. Cuando se acercó más distinguí un pequeño bigote que las muchas canas hacían más claro. Y tenía, para ser un hombre rechoncho, una buena barbilla. Al pasar a nuestro lado intercambió saludos con el amigo con el que me encontraba y sonrió.

Mi amigo era Hollis, el tipo que había corrido muchas aventuras y había conocido gente tan singular en esa zona del (más o menos) maravilloso Oriente en sus días de juventud. Dijo: «Ése es un buen hombre. No quiero decir bueno en el sentido de listo o habilidoso en su oficio. Quiero decir un hombre realmente bueno».

Me giré inmediatamente para mirar al fenómeno. El «hombre realmente bueno» tenía una espalda muy ancha. Lo vi haciendo señas a un sampán para que se acercara a su lado, subir en él y partir en dirección a un grupo de barcos de vapor de la zona anclados cerca de la costa.

Dije: «Es un marino, ¿verdad?».


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 40 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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