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autor: Joseph Conrad etiqueta: Novela textos no disponibles


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Azar

Joseph Conrad


Novela


Quienes sostienen que todas las cosas están regidas por la fortuna no habrían errado, de no haber persistido en ello.

Sir Thomas Browne

Dedicatoria

Dedicado a
Sir Hugh Clifford, K. C. M. G.,
cuya inquebrantable amistad
es responsable de
la existencia de estas páginas

Nota del autor

Azar es una de las novelas que a poco tiempo de empezadas hube de abandonar durante varios meses. Tras arrancar con el ímpetu de un remero de vehemente temperamento, pleno de confianza en sus fuerzas, que emprende la navegación muy de mañana, pronto llegué a una bifurcación del río en donde se me impuso la necesidad de hacer un alto y reflexionar seria y pausadamente sobre la dirección que iba a emprender. Una y otra me fascinaban por igual, cuando menos en la superficie, y debido a esta razón mis dudas se prolongaron por espacio de muchos días. Me dejé flotar sobre las encalmadas aguas de la plácida especulación, entre las corrientes divergentes de impulsos contradictorios, con la placentera aunque perfectamente irracional convicción de que ninguna de las dos corrientes terminaría por arrastrarme a la destrucción. Comoquiera que mis simpatías estaban divididas a partes iguales, y que una y otra fuerzas eran de igual magnitud, es perfectamente obvio que nada sino el azar influyera a la postre en mi decisión. Es una poderosa fuerza la del azar, sin más aditivos, absolutamente irresistible por más que se manifieste a veces en formas tan delicadas como, por ejemplo, el encanto, ya sea cierto o ilusorio, de un ser humano. Es muy difícil poner el dedo en la llaga de lo imponderable, pero me aventuro a decir que es Flora de Barral la auténtica responsable de esta novela que refiere, de hecho, la historia de su vida.


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Protegido por copyright
508 págs. / 14 horas, 49 minutos / 137 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Salvamento

Joseph Conrad


Novela



¡Lastima!, dijo ella: ¿cómo ha podido esto ocurrir?
¡Y es que nunca imaginé la posibilidad
de que tal prodigio o maravilla pudiera existir!

—Chaucer,

The Frankeleyns Tale

(Cuentos de Canterbury, w. 670-672)
 

Dedicatoria

A

FREDERIC COURTLAND PENFIELD

difunto embajador de los Estados Unidos
de América en el extinto Imperio Austrohúngaro,
queda dedicado este relato antiguo con gratitud,
en recuerdo del salvamento de ciertos
viajeros en aprietos, efectuado por él
durante la gran tempestad mundial
del año
1914
 

Nota del autor

De mis tres novelas largas que sufrieron una prolongada interrupción en el transcurso de su escritura, Salvamento fue la que más tuvo que esperar hasta complacer por fin a los Hados. No delato secreto alguno cuando afirmo aquí que tuvo que esperar exactamente veinte años hasta quedar concluida. La dejé a un lado al terminar el verano de 1898 y más o menos al terminar el verano de 1918 volví a retomarla con la firme determinación de llegar a escribir el final, fortalecido por la súbita sensación de que tal vez por fin estuviera a la altura de esa tarea.

No quiero decir con ello que la retomara alborozado. Era muy consciente, tal vez demasiado, de los peligros que entrañaba semejante aventura. La amabilidad y la simpatía asombrosas que hombres de muy distintos temperamentos, diversos puntos de vista y variados gustos literarios han manifestado a lo largo de los años respecto de mi obra me han sido de grandísima ayuda, por no decir que lo han sido todo, salvo capaces de otorgarme esa desmesurada confianza en uno mismo que bien puede ser un gran apoyo para un aventurero, pero que tantas veces, a la larga, termina por llevarlo a la horca.


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Protegido por copyright
478 págs. / 13 horas, 56 minutos / 101 visitas.

Publicado el 26 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Victoria

Joseph Conrad


Novela


Parte I

Capítulo 1

Existe, como no se le escapa ni a un chico de escuela en esta edad dorada de la ciencia, una estrecha relación química entre el carbón y los diamantes. Creo que ésta es la razón por la que algunos le llaman el «diamante negro». Ambas mercancías significan riqueza, si bien el carbón constituye una clase de propiedad bastante menos portátil. Adolece, desde este punto de vista, de una lamentable falta de concentración física. Otra cosa sería si la gente pudiera meterse las minas en el bolsillo del chaleco —pero no puede—. Existe, al mismo tiempo, una fascinación por el carbón, producto supremo de una época en la que nos hemos instalado como viajeros aturdidos en un deslumbrante aunque desasosegado hotel. Presumo que estas dos últimas consideraciones, la práctica y la mística, impidieron la marcha de Heyst, de Axel Heyst.

La Tropical Belt Coal Company liquidó. El mundo financiero es un mundo misterioso donde, por increíble que parezca, la evaporación precede a la liquidación. Primero, se evapora el capital. Luego, la compañía liquida. Estos acontecimientos se corresponden poco con la naturaleza, así que hay que ponerlos en la cuenta de la ininterrumpida inercia de Heyst, de la que nos reíamos a escondidas, pero sin animadversión. Los cuerpos inertes no hacen daño, ni provocan hostilidad, y reírse de ellos casi no vale la pena. Como mucho, pueden ponerse en medio algunas veces, pero tal cosa no podía achacársele a Axel Heyst. Él quedaba por encima de todos los caminos, ostentosamente, igual que si colgara de la cresta más alta del Himalaya.


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Protegido por copyright
361 págs. / 10 horas, 32 minutos / 115 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Bajo la Mirada de Occidente

Joseph Conrad


Novela


A Agnes Tobin, que trajo a nuestra puerta su talento para la amistad desde la orilla.

Primera parte

Prólogo

He de empezar por decir que no alardeo de poseer esos altos dones de la imaginación y la expresión que habrían permitido a mi pluma crear para el lector la personalidad del hombre que se hacía llamar, según la costumbre rusa, Cyril, hijo de Isiodr — Kirylo Sidorovitch— Razumov.

De haber tenido yo alguna vez estos talentos en cualquier modalidad de forma viva, a buen seguro que se habrían extinguido hace ya mucho tiempo bajo una selva de palabras. Las palabras, como es bien sabido, son las grandes enemigas de la realidad. Soy desde hace muchos años profesor de idiomas. Es ésta una ocupación que a la larga resulta fatal para la cuota de imaginación, observación o perspicacia que puede heredar una persona corriente. Llega un momento para el profesor de idiomas en el que el mundo no es sino un lugar repleto de palabras y el hombre un simple animal parlante no mucho más extraordinario que un loro.


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Protegido por copyright
354 págs. / 10 horas, 20 minutos / 416 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Flecha de Oro

Joseph Conrad


Novela


Celui qui n’a connu que des hommes
polis et raisonnables, ou ne connait pas
l’homme, ou né le connait qu’á demi.

Caractères

Dedicatoria

A Richard Curle

Nota del autor

Habiendo llamado «Nota del Autor» a todos los breves prefacios escritos para mis libros, éste ha de tener ese mismo encabezamiento en aras de la uniformidad y aun a riesgo de sembrar cierta confusión. Como su subtítulo indica, La flecha de oro es un relato entre dos notas. Pero esas notas forman parte de su estructura, de su textura, y su papel consiste en preparar y en cerrar la historia. Son material pertinente para la comprensión de las experiencias que aparecen en la narración y tienen por objeto concretar su tiempo y su lugar, además de precisar ciertas circunstancias históricas que condicionan la existencia de las personas a las que conciernen los acontecimientos de los doce meses que abarca el relato. Era el modo más breve de dar cuenta de los preliminares de una obra que no podía adquirir naturaleza de crónica.

La flecha de oro es mi primera publicación de posguerra. Comencé su redacción en el otoño de 1917 y la concluí en el verano de 1918. Su recuerdo está asociado a los momentos más oscuros de la guerra, que, de acuerdo con el conocido proverbio, precedieron al alba, al alba de la paz.

Cuando ahora pienso en ellas, creo que estas páginas, escritas en días de tensión y pavor, tienen un aire de extraña serenidad. Fueron redactadas con calma, pero no a sangre fría, y son, quizá, las únicas que podría haber escrito en aquel tiempo lleno de amenazas pero también de fe.


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Protegido por copyright
350 págs. / 10 horas, 12 minutos / 305 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Un Vagabundo de las Islas

Joseph Conrad


Novela


Primera parte

I

Cuando abandonó por primera vez en su vida la estrecha y rígida senda del deber, lo hizo con el sincero propósito de volver al camino de la virtud tan pronto como aquella extraña excursión hacia el Mal hubiera producido el efecto deseado. Según él, iba a ser un episodio sin importancia en medio del fecundo y florido cuento de su vida, algo momentáneo y fugitivo, aceptado contra su deseo, y que más tarde podría continuar mirando cara a cara la luz del sol, disfrutando de la misma existencia plácida y respirando el aire cargado del perfume de las flores en el pequeño jardín que se extendía ante su casa. Imaginaba que todo iba a seguir igual, que él podría continuar tiranizando a su pobre mujer, contemplando a su hijo y dominando altivamente a su cuñada, que, aunque vestida hasta cierto punto a la europea, miraba al blanco esposo de su hermana como a un dios. Aquéllas eran las grandes alegrías de su vida, y no podía imaginarse que ninguno de sus actos, fuera el que fuese, tuviera la suficiente fuerza moral para destruir el encanto de todas aquellas cosas, empañar o eclipsar la luz del sol, robar su aroma a las flores, borrar la sonrisa de los labios de su hijo o arrebatarle un ápice del respeto con que le miraba y le mimaba Leonardo da Souza y toda la familia Da Souza. La admiración de aquella familia era el gran orgullo de su existencia. Parecía rodearle de una especie de inquebrantable seguridad y de una superioridad indiscutible. Le gustaba aspirar con inacabable delicia el tosco incienso que aquellas gentes quemaban sin cansarse ante el altar del venturoso hombre blanco; del hombre que les había hecho el inmenso honor de casarse con su hija, hermana o prima; de aquel hombre de alta alcurnia, seguramente, que sabría elevarse más y más todavía; del empleado de confianza de Hudig y Compañía.


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Protegido por copyright
309 págs. / 9 horas, 1 minuto / 238 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Agente Secreto

Joseph Conrad


Novela


Prefacio del autor

El origen de El agente secreto, tema, tratamiento, intención artística y todo otro motivo que pueda inducir a un escritor a asumir su tarea, puede delinearse, creo yo, dentro de un período de reacción mental y emotiva.

El hecho es que comencé este libro impulsivamente y lo escribí sin interrupciones. En su momento, cuando estuvo impreso y sometido a la crítica de los lectores, fui hallado culpable de haberlo escrito. Algunas imputaciones fueron severas, otras incluían una nota angustiosa.

No las tengo prolijamente presentes, pero recuerdo con nitidez el sentido general, que era bien simple, y también recuerdo mi sorpresa por la índole de las acusaciones. ¡Todo esto me suena ahora a historia antigua! Y sin embargo ocurrió hace no demasiado tiempo. Debo concluir que en el año 1907 yo conservaba aun mucho de mi prístina inocencia.

Ahora pienso que incluso una persona ingenua pudría haber sospechado que algunas críticas surgían de la suciedad moral y sordidez del relato.

Por supuesto ésta es una seria objeción. Pero no fue general. De hecho, parece ingrato recordar tan diminuto reproche entre las muchas apreciaciones inteligentes y de simpatía. Confío en que los lectores de este prefacio no se apresurarán a rotular esta actitud como vanidad herida o natural disposición a la ingratitud. Sugiero que un corazón caritativo bien podría atribuir mi elección a natural modestia. Con todo, no es estricta modestia lo que me hace seleccionar ese reproche para la ilustración de mi caso. No, no es modestia exactamente. No estoy nada seguro de ser modesto; pero los que hayan leído hondo en mi obra, me adjudicarán la suficiente dosis de decencia, tacto, savoir faire, y todo lo que se quiera, como para precaverme de cantar mi propia alabanza, más allá de las palabras de otras personas. ¡No! El verdadero motivo de mi selección estriba en muy distinta cualidad.


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Protegido por copyright
290 págs. / 8 horas, 28 minutos / 220 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Pirata

Joseph Conrad


Novela


A G. Jean Aubry en prueba de amistad este relato de los últimos días de un Hermano de la Costa francés.

Capítulo 1

Después de entrar, al amanecer, en la dársena interior del puerto de Tolón, y una vez que intercambió a voz en grito unos saludos con uno de los botes de ronda de la flota, que le dirigió hasta el punto de anclaje, el artillero mayor Peyrol largó el ancla del arruinado buque a su cargo entre el arsenal y la ciudad, en plena perspectiva del muelle principal. El curso de su vida, que a cualquier persona le hubiera parecido llena de incidentes maravillosos (sólo que a él jamás le maravillaron), le había hecho tan reservado que ni siquiera dejó escapar un suspiro de alivio ante el estruendo de la cadena. Y, sin embargo, así concluían seis esforzados meses de errática travesía a bordo de un casco averiado, cargado de valiosa mercadería, casi siempre escaso de comida, siempre a la espera de los cruceros ingleses, una o dos veces al borde del naufragio y más de una al filo del abordaje. Pero en cuanto a este último, el viejo Peyrol había decidido al respecto, y desde el primer momento, hacer saltar su valiosa carga por los aires, sin que tal decisión representara para él perturbación alguna de su espíritu, forjado bajo el sol de los mares de la India en desaforados litigios con gentes de su ralea por un pequeño botín que se desvanecía tan pronto se cobraba, o, más aún, por la simple supervivencia, casi igualmente incierta en sus altibajos, a lo largo de los cincuenta y ocho ajetreados años que ahora contaba.


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Protegido por copyright
273 págs. / 7 horas, 58 minutos / 207 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Espejo del Mar

Joseph Conrad


Novela


Dedicatoria

A
Mrs. Katherine Sanderson que hizo extensivas su cálida bienvenida
y su amable hospitalidad al amigo de su hijo, animando aquellos primeros y oscuros días tras mi despedida del mar,
quedan estas páginas afectuosamente dedicadas.

Nota del autor

Tal vez menos que ningún otro libro escrito por mí, o por cualquier otra persona, precisa este volumen de prefacio. Sin embargo, y puesto que todos los demás —incluida la Memoria personal, que no es sino un fragmento de biografía— van a llevar su correspondiente Nota del Autor, no puedo en modo alguno dejar a éste sin la suya, no fuera a crearse por ello una falsa impresión de indiferencia o hastío. Veo con toda nitidez que no va a ser tarea fácil. Siendo la necesidad —madre de la invención— enteramente inconcebible en este caso, no sé que inventar a manera de exposición; y al ser, asimismo, la necesidad el mayor incentivo posible para el esfuerzo, ni siquiera sé por dónde empezar a esforzarme. Aquí cuenta también la natural inclinación. Toda mi vida he tenido aversión al esfuerzo.

Bajo estas descorazonadoras circunstancias, me veo, sin embargo, forzado a proseguir por un sentido del deber. Esta Nota es algo prometido. En menos de lo que dura un minuto me impuse, con unas cuantas palabras poco cautas, una obligación que desde entonces no ha cesado de oprimirme el corazón.


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Protegido por copyright
193 págs. / 5 horas, 38 minutos / 448 visitas.

Publicado el 30 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Fin de las Ataduras

Joseph Conrad


Novela


I

Mucho después de que el vapor Sofala hubiese virado hacia la costa, aquella chata y húmeda línea de tierra seguía pareciendo poco más que una mancha oscura en el lado opuesto de una franja luminosa. Los rayos del sol caían violentamente sobre aquel mar en calma, como si produjesen sobre la superficie reflectante un polvo de estrellas, un vapor de luz cegadora que llegaba a agobiar con aquel brillo tan persistente.

El capitán Whalley no se encontraba contemplando aquel espectáculo. Cuando el serang se acercó hasta el sillón de bambú en el que estaba sentado y que llenaba por completo para informarle de que debía cambiar el rumbo, se levantó al instante y se quedó de pie mirando al frente, mientras la proa del buque iba girando en semicírculo. No dijo ni una sola palabra, ni siquiera para avisar al timonel de que variara el rumbo. Fue el mismo serang, aquel viejo y despierto malayo, quien se aproximó hasta el timonel para darle la orden. A continuación, el capitán Whalley se sentó de nuevo en su sillón del puente con la mirada fija en la cubierta que estaba bajo sus pies.


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176 págs. / 5 horas, 8 minutos / 98 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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