Textos peor valorados de Joseph Conrad etiquetados como Novela | pág. 2

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autor: Joseph Conrad etiqueta: Novela


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Un Vagabundo de las Islas

Joseph Conrad


Novela


Primera parte

I

Cuando abandonó por primera vez en su vida la estrecha y rígida senda del deber, lo hizo con el sincero propósito de volver al camino de la virtud tan pronto como aquella extraña excursión hacia el Mal hubiera producido el efecto deseado. Según él, iba a ser un episodio sin importancia en medio del fecundo y florido cuento de su vida, algo momentáneo y fugitivo, aceptado contra su deseo, y que más tarde podría continuar mirando cara a cara la luz del sol, disfrutando de la misma existencia plácida y respirando el aire cargado del perfume de las flores en el pequeño jardín que se extendía ante su casa. Imaginaba que todo iba a seguir igual, que él podría continuar tiranizando a su pobre mujer, contemplando a su hijo y dominando altivamente a su cuñada, que, aunque vestida hasta cierto punto a la europea, miraba al blanco esposo de su hermana como a un dios. Aquéllas eran las grandes alegrías de su vida, y no podía imaginarse que ninguno de sus actos, fuera el que fuese, tuviera la suficiente fuerza moral para destruir el encanto de todas aquellas cosas, empañar o eclipsar la luz del sol, robar su aroma a las flores, borrar la sonrisa de los labios de su hijo o arrebatarle un ápice del respeto con que le miraba y le mimaba Leonardo da Souza y toda la familia Da Souza. La admiración de aquella familia era el gran orgullo de su existencia. Parecía rodearle de una especie de inquebrantable seguridad y de una superioridad indiscutible. Le gustaba aspirar con inacabable delicia el tosco incienso que aquellas gentes quemaban sin cansarse ante el altar del venturoso hombre blanco; del hombre que les había hecho el inmenso honor de casarse con su hija, hermana o prima; de aquel hombre de alta alcurnia, seguramente, que sabría elevarse más y más todavía; del empleado de confianza de Hudig y Compañía.


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309 págs. / 9 horas, 1 minuto / 232 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Espejo del Mar

Joseph Conrad


Novela


Dedicatoria

A
Mrs. Katherine Sanderson que hizo extensivas su cálida bienvenida
y su amable hospitalidad al amigo de su hijo, animando aquellos primeros y oscuros días tras mi despedida del mar,
quedan estas páginas afectuosamente dedicadas.

Nota del autor

Tal vez menos que ningún otro libro escrito por mí, o por cualquier otra persona, precisa este volumen de prefacio. Sin embargo, y puesto que todos los demás —incluida la Memoria personal, que no es sino un fragmento de biografía— van a llevar su correspondiente Nota del Autor, no puedo en modo alguno dejar a éste sin la suya, no fuera a crearse por ello una falsa impresión de indiferencia o hastío. Veo con toda nitidez que no va a ser tarea fácil. Siendo la necesidad —madre de la invención— enteramente inconcebible en este caso, no sé que inventar a manera de exposición; y al ser, asimismo, la necesidad el mayor incentivo posible para el esfuerzo, ni siquiera sé por dónde empezar a esforzarme. Aquí cuenta también la natural inclinación. Toda mi vida he tenido aversión al esfuerzo.

Bajo estas descorazonadoras circunstancias, me veo, sin embargo, forzado a proseguir por un sentido del deber. Esta Nota es algo prometido. En menos de lo que dura un minuto me impuse, con unas cuantas palabras poco cautas, una obligación que desde entonces no ha cesado de oprimirme el corazón.


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193 págs. / 5 horas, 38 minutos / 402 visitas.

Publicado el 30 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Con la Soga al Cuello

Joseph Conrad


Novela


A mi esposa

1

Mucho después que el rumbo del Sofala cambiara en dirección a tierra, la baja costa pantanosa aún retenía la apariencia de un mero tizne de oscuridad más allá de una franja de resplandor. Los rayos del sol caían violentamente sobre el mar en calma, se estrellaban contra esa lisura de diamante para convertirse en polvo de chispas: un vapor luminoso que cegaba los ojos y fatigaba el cerebro con su inconstante brillo.

El capitán Whalley no miraba. Cuando el serang, aproximándose al amplio sillón de bambú que él ocupaba con toda su capacidad, le dijo que debían modificar el rumbo, se levantó en seguida y permaneció de pie, cara al frente, mientras la proa del barco giraba un cuarto de círculo. No dijo una sola palabra, ni siquiera la palabra necesaria para que mantuvieran el rumbo. Fue el serang, un viejo malayo, menudo y alerta, quien murmuró la orden al timonel. Y entonces, lentamente, el capitán Whalley volvió a sentarse en el sillón del puente y clavó los ojos en el pedazo de cubierta que había entre sus pies.


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154 págs. / 4 horas, 30 minutos / 304 visitas.

Publicado el 31 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Locura de Almayer

Joseph Conrad


Novela


Capítulo I

—¡Kaspar! ¡Makan!

La voz familiar y penetrante sacó a Almayer de su sueño de grandezas futuras, restituyéndole a las desagradables realidades de la hora presente. También la voz era desagradable. La había oído durante muchos años, y cada vez le gustaba menos. No importaba: todo aquello tendría un próximo fin.

Mostró su irritación con un gesto, pero no hizo caso del llamamiento. Apoyándose con ambos codos en el antepecho de la veranda, continuó mirando de hito en hito al gran río que corría —indiferente y rápido— ante sus ojos. Le gustaba contemplarlo durante el ocaso, quizá porque a aquella hora el sol poniente teñía de oro encendido las aguas del Pantai: el oro que tan a menudo ocupaba los pensamientos de Almayer; el oro que él no había logrado adquirir; el oro que otros habían ganado —por medios infames desde luego—, pero que él pensaba alcanzar aún, con su honrado trabajo, para sí mismo y para Nina. Almayer se abismaba en su sueno de riqueza y poder, lejos de esta costa donde había pasado tantos años, olvidando las amarguras de las fatigas sufridas, con la visión de una grande y espléndida recompensa. Se establecerían en Europa él y su hija. Serían ricos y respetados. Al verla a ella nadie se detendría a pensar en la sangre mestiza de la joven ante su extraordinaria hermosura y su inmensa riqueza. Testigo de sus triunfos, él se rejuvenecería, y olvidaría los veinticinco años de acongojado esfuerzo en esta costa donde se sentía como prisionero.

Todo esto estaba próximo a llegar. Bastaba que regresara Dain. Y regresaría pronto, por su propio interés. ¡Más de una semana de retraso llevaba ya! ¿No volvería tal vez aquella misma noche?


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203 págs. / 5 horas, 55 minutos / 182 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Situación Límite

Joseph Conrad


Novela


1

Aunque hacía ya mucho que el vapor Sofala había virado hacia la costa, la baja y húmeda franja de tierra seguía pareciendo una simple mancha obscura al otro lado de una franja de resplandor. Los rayos del sol caían con violencia sobre la mar calma, como si se estrellasen sobre superficie diamantina produciendo una polvareda de centellas, un vapor de luz deslumbradora que cegaba la vista y agobiaba el cerebro con su trémulo brillo.

El capitán Whalley no contemplaba nada de esto. Cuando el fiel serang se había acercado al amplio sillón de bambú que llenaba cumplidamente para informarle en voz baja de que había que cambiar el rumbo, se había levantado enseguida y había permanecido en pie, mirando al frente, mientras la proa del buque giraba un cuarto de círculo. No había dicho palabra, ni siquiera para ordenar al timonel que mantuviese el rumbo. Era el serang, un viejo malayo muy despierto, de piel muy obscura, el que había musitado la orden al hombre del timón. Y entonces el capitán Whalley se había sentado de nuevo lentamente en el sillón del puente para clavar la mirada en la cubierta que tenía bajo los pies.


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165 págs. / 4 horas, 49 minutos / 80 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

El Fin de las Ataduras

Joseph Conrad


Novela


I

Mucho después de que el vapor Sofala hubiese virado hacia la costa, aquella chata y húmeda línea de tierra seguía pareciendo poco más que una mancha oscura en el lado opuesto de una franja luminosa. Los rayos del sol caían violentamente sobre aquel mar en calma, como si produjesen sobre la superficie reflectante un polvo de estrellas, un vapor de luz cegadora que llegaba a agobiar con aquel brillo tan persistente.

El capitán Whalley no se encontraba contemplando aquel espectáculo. Cuando el serang se acercó hasta el sillón de bambú en el que estaba sentado y que llenaba por completo para informarle de que debía cambiar el rumbo, se levantó al instante y se quedó de pie mirando al frente, mientras la proa del buque iba girando en semicírculo. No dijo ni una sola palabra, ni siquiera para avisar al timonel de que variara el rumbo. Fue el mismo serang, aquel viejo y despierto malayo, quien se aproximó hasta el timonel para darle la orden. A continuación, el capitán Whalley se sentó de nuevo en su sillón del puente con la mirada fija en la cubierta que estaba bajo sus pies.


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176 págs. / 5 horas, 8 minutos / 98 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

El Pirata

Joseph Conrad


Novela


A G. Jean Aubry en prueba de amistad este relato de los últimos días de un Hermano de la Costa francés.

Capítulo 1

Después de entrar, al amanecer, en la dársena interior del puerto de Tolón, y una vez que intercambió a voz en grito unos saludos con uno de los botes de ronda de la flota, que le dirigió hasta el punto de anclaje, el artillero mayor Peyrol largó el ancla del arruinado buque a su cargo entre el arsenal y la ciudad, en plena perspectiva del muelle principal. El curso de su vida, que a cualquier persona le hubiera parecido llena de incidentes maravillosos (sólo que a él jamás le maravillaron), le había hecho tan reservado que ni siquiera dejó escapar un suspiro de alivio ante el estruendo de la cadena. Y, sin embargo, así concluían seis esforzados meses de errática travesía a bordo de un casco averiado, cargado de valiosa mercadería, casi siempre escaso de comida, siempre a la espera de los cruceros ingleses, una o dos veces al borde del naufragio y más de una al filo del abordaje. Pero en cuanto a este último, el viejo Peyrol había decidido al respecto, y desde el primer momento, hacer saltar su valiosa carga por los aires, sin que tal decisión representara para él perturbación alguna de su espíritu, forjado bajo el sol de los mares de la India en desaforados litigios con gentes de su ralea por un pequeño botín que se desvanecía tan pronto se cobraba, o, más aún, por la simple supervivencia, casi igualmente incierta en sus altibajos, a lo largo de los cincuenta y ocho ajetreados años que ahora contaba.


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273 págs. / 7 horas, 58 minutos / 206 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Lord Jim

Joseph Conrad


Novela


A Mr. y Mrs. Hope con agradecido afecto, después de muchos años de amistad.

Joseph Conrad


No cabe duda de que cualquier convicción gana infinitamente en cuanto otra alma cree en ella.

Novalis

Nota del autor

Cuando esta novela se publicó en forma de libro, circuló la idea de que me había dejado arrebatar por ella. Algunos críticos sostuvieron que la obra, que comenzó como un cuento corto, había escapado al dominio del autor. Uno o dos descubrieron pruebas internas del hecho, cosa que pareció divertirles mucho. Señalaron las limitaciones de la forma narrativa. Argumentaron que no podía esperarse que un hombre hablara tanto tiempo y otros escucharan durante tan largo rato. No era muy creíble, dijeron.

Después de pensarlo unos dieciséis años, no estoy tan seguro. Se ha sabido de hombres, tanto en los trópicos como en la zona templada, que permanecieron despiertos la mitad de la noche "intercambiándose relatos". Pero este es un solo relato, aunque con interrupciones que ofrecen cierta medida de alivio; y en consideración a la resistencia del lector, es preciso aceptar el postulado de que la narración era interesante. Es el supuesto preliminar necesario. Si no hubiese creída que era interesante, no habría empezado a escribirla. En cuanto ala simple posibilidad física, todos sabemos que algunos discursos del Parlamento ocuparon más bien seis que tres horas, en tanto que toda la parte del libro que es el relato de Marlow puede leerse en voz alta, diría yo, en menos de tres horas. Además —aunque eliminé de la narración, con criterio estricto, todo tipo de detalles insignificantes por el estilo—, podemos presumir que esa noche tiene que haber habido algún refrigerio, un vaso de agua mineral, o algo así, para ayudar al narrador a seguir adelante.


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407 págs. / 11 horas, 53 minutos / 196 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Freya de las Siete Islas

Joseph Conrad


Novela


I

Cierto día —hace muchos años— recibí una carta, larga y prolija, de uno de mis antiguos compinches y compañeros de aventuras por los mares orientales. Seguía aún allí, establecido ya, y era por entonces de edad madura. Me imaginaba que habría engordado mucho y se habría vuelto de costumbres caseras, obedeciendo al sino que nos es común a todos menos a los favoritos de los dioses a quienes éstos quitan de en medio oportunamente. Era una carta de esas «reminiscentes», plagadas de los «¿te acuerdas?»… Una carta melancólica a fuerza de mirar al pasado. Y, entre otras cosas, me escribía: «seguramente recuerdas al viejo Nelson».


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89 págs. / 2 horas, 37 minutos / 149 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

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