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autor: Joseph Sheridan Le Fanu etiqueta: Cuento textos no disponibles


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El Huésped Misterioso

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Parte I

Hacia el año 1822 residía en una casa confortable y espaciosa en una población cuya localización exacta no particularizaré, diciendo tan sólo que no estaba lejos de Old Brompton, en la vecindad inmediata, o más bien en la continuidad (como saben incluso mis lectores de Connemara) de la famosa ciudad de Londres.

Aunque la casa era, tal como he dicho, espaciosa y confortable, en modo alguno podría afirmase que era hermosa. Estaba construida con ladrillos de color rojo oscuro, ventanas pequeñas de gruesos marcos blancos; el recibidor lo oscurecía permanentemente un porche, pero no del habitual enrejado fino, sino una proyección sólida del mismo ladrillo bermellón, sobre el que había una balconada plomiza, con barandillas gruesas y medio podridas. La mansión se levantaba en un recinto cercado por un muro que se había dedicado a flores y matorrales quizá desde la fecha misma en que se había construido. Algunos matorrales habían crecido casi tanto como si fuesen árboles; dos tejos pequeños y oscuros se levantaban a cada lado del porche, como dos enanos morenos y desfavorables que defendieran la entrada de un castillo encantado. Y no es que mi domicilio mereciera por alguna causa la comparación: no tenía fama de ser una casa encantada, y si alguna vez había tenido fantasmas, nadie los recordaba.


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68 págs. / 2 horas / 224 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Fantasma y el Ensalmador

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Al revisar los papeles de mi respetado y apreciado amigo Francis Purcell, que hasta el día de su muerte y por espacio de casi cincuenta años desempeñó las arduas tareas propias de un párroco en el sur de Irlanda, encontré el documento que presento a continuación. Como éste había muchos, pues era coleccionista curioso y paciente de antiguas tradiciones locales, materia muy abundante en la región en la que habitaba. Recuerdo que recoger y clasificar estas leyendas constituía un pasatiempo para él; pero no tuve noticia de que su afición por lo maravilloso y lo fantástico llegara al extremo de incitarle a dejar constancia escrita de los resultados de sus investigaciones hasta que, bajo la forma de legado universal, su testamento puso en mis manos todos sus manuscritos. Para quienes piensen que el estudio de tales temas no concuerda con el carácter y la costumbres de un cura rural, es conveniente resaltar que existía una clase de sacerdotes, los de la vieja escuela, clase casi extinta en la actualidad, de costumbres más refinadas y de gustos más literarios que los de los discípulos de Maynooth.


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Relato de Ciertos Sucesos Extraños en la Calle Aungier

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Esta historia mía no es para escribirse. Si se cuenta, como a veces he hecho a petición general, junto a la lumbre después de una buena cena una noche de invierno con el viento frío rugiendo fuera y todos bien calentitos y confortablemente instalados, puede resultar bastante bien si yo no me alabo a mí mismo quién lo va a hacer en mi lugar. Pero es un riesgo hacerlo como me piden que lo haga. La pluma, la tinta y el papel son vehículos muy fríos para lo maravilloso, y el «lector» es decididamente un animal más crítico que el «oyente». Pero si logran convencer a sus amigos para que la lean una vez caída la noche, después de que la charla junto a la lumbre lleve un buen rato versando sobre emocionantes relatos llenos de terror y misterio, en una palabra, si me aseguran los mollia tempora fandi, me pondré a trabajar enseguida para contarles con la mejor disposición lo que tenga que contar. Pues bien, presupuestas estas condiciones, no voy a desperdiciar más palabras y paso ya a contarles la historia en cuestión.

Mi primo (Tom Ludlow) y yo estudiábamos medicina juntos. Creo que él habría tenido bastante éxito de haberse dedicado a esta profesión; pero el pobre chico prefirió la iglesia y murió joven, víctima de un contagio contraído en el noble desempeño de su labor sacerdotal. Por lo que aquí interesa, baste con saber que era de carácter tranquilo, pero franco y alegre, y muy escrupuloso en la observancia de la verdad; por cierto, bastante distinto a mí, que soy de un temperamento excitable y nervioso.


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Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Juez Harbottle

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Prólogo

Sobre este caso, el doctor Hesselius no apuntó más que las palabras Informe de Harman, añadiendo una simple referencia a su estudio de gran mérito titulado Acerca del sentido interior y las condiciones necesarias para que se produzca su apertura.

Remite después al volumen I, sección 317, nota Z, que expresa lo siguiente:


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51 págs. / 1 hora, 29 minutos / 164 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Schalken el Pintor

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


«Pues es un hombre con el que no tengo nada en común; ni hay nadie que pueda imponer su mano sobre nosotros dos. Aparte, pues, de mí su vara y deje de amedrentarme su estampa».

Hay una obra extraordinaria de Schalken que se conserva bastante bien. El curioso tratamiento de la luz constituye, como es habitual en todas sus obras, el principal mérito aparente del cuadro. Y digo aparente porque su verdadero valor estriba en el tema y no en el tratamiento, pese a que éste es ciertamente exquisito. El cuadro en cuestión muestra el interior de lo que podría ser la cámara de algún antiguo edificio religioso, en cuyo primer plano aparece una figura femenina ataviada con una especie de túnica blanca, que le cae desde la misma cabeza. Sin embargo, este atuendo no es hábito de ninguna orden religiosa. La figura sostiene en la mano una lámpara, único foco de luz que ilumina su figura y su rostro, el cual esboza una de esas sonrisas enigmáticas que tan bien sientan a una mujer bonita cuando está tramando una jugarreta. En segundo plano, y casi en la más completa oscuridad, salvo el contorno de su silueta definido por el tenue arrebol de una vela agonizante, se aprecia la figura de un hombre vestido a la antigua usanza de Flandes en actitud de alarma, la mano sobre la empuñadura de la espada, como si fuera a desenvainarla de un momento a otro.

Hay algunos cuadros que nos impresionan y asombran por la manera especial en que representan no simples formas y combinaciones ideales que han pasado por la imaginación del artista, sino escenas, rostros y situaciones que han existido en la realidad. Este cuadro singular posee algo que le imprime carácter de realidad.


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23 págs. / 41 minutos / 306 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Fantasma y el Colocahuesos

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Mientras echaba un vistazo a los papeles de mi ínclito amigo Francis Purcell —que Dios tenga en su santa gloria—, que durante casi cincuenta años había desempeñado la ardua tarea de párroco en el sur de Irlanda, me tropecé con el documento que adjunto más adelante. Es un documento más entre otros muchos parecidos, pues nuestro párroco era un concienzudo coleccionista de antiguas tradiciones locales, en que abundaba la región donde residía. La recogida y ordenamiento de tales leyendas era, todavía lo recuerdo, su principal hobby; pero yo nunca había sabido que su afición a lo maravilloso y lo fantástico lo había llevado a poner por escrito los resultados de sus investigaciones hasta que, en mi calidad de «legatario residual», su testamento dejó en mis manos todos sus documentos manuscritos. A quienes piensen que la redacción de tales escritos desentona con el carácter y modo de vida de un cura de pueblo no les vendría mal recordar que existió una raza de sacerdotes —los de la vieja escuela, una raza ahora prácticamente desaparecida— cuyos hábitos y gustos literarios eran en muchos aspectos más refinados que los de los estudiantes de Maynooth.


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11 págs. / 20 minutos / 149 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Té Verde

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Prólogo

Aun habiendo hecho serios estudios de Medicina y Cirugía, jamás he ejercido ninguna de estas dos ciencias, si bien ambas me siguen interesando profundamente. He de añadir, además, que no fueron ni la pereza ni el capricho las que me empujaron a abandonar la honorable profesión en la cual acababa de iniciarme, sino más bien un ligero rasguño que me hice con un escalpelo. Esta veleidad me costó la pérdida de dos dedos, que me fueron prontamente amputados: lo más penoso, también, es que desde entonces nunca he terminado de encontrarme bien del todo, lo cual me obliga a que raramente pueda residir más de doce meses seguidos en el mismo lugar.

En el curso de mis desplazamientos trabé conocimiento con el doctor Martin Hesselius, tan viajero como yo, y, lo mismo que yo, también médico y lleno de entusiasmo por su profesión. Pero sus viajes eran voluntarios y, aunque él no fuera un hombre de fortuna, en el sentido que entendemos en Inglaterra, al menos disfrutaba de eso que nuestros ancestros acostumbraban llamar una «modesta ayuda». Era un anciano, casi treinta y cinco años mayor que yo, cuando le vi por vez primera.

En Martin Hesselius encontré un maestro. Su saber era inmenso; su diagnóstico, una verdadera intuición. Era desde luego el hombre capaz de inspirar respeto y admiración a un joven exaltado como yo. Y mi admiración ha resistido a la prueba del tiempo y ha sobrevivido a esta separación que es la dura consecuencia de la muerte. Estoy seguro de que está bien fundada.


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Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Sueño del Bebedor

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Cuarto extracto del legado del finado F. Purcell, sacerdote párroco de Drumcoolagh


«Todo esto él lo contó con cierta confusión y desaliento,
consecuencia habitual de los sueños
de lo desagradable, sin tener a nadie
a quien exponer sus vanos y visionarios resplandores.
He conocido algunos bien extraños que realmente parecían
proféticamente planeados, como aquél que se considera
“una extraña coincidencia”, por utilizar una frase
con la que hoy en día se dan por sentadas tales cosas».

Byron.
 


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Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Convenio de Sir Dominick

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


En los primeros días del otoño de 1838 un asunto de negocios me llevó al sur de Irlanda. El tiempo era agradable, el lugar y la gente me eran nuevos. Alquilé un caballo en una taberna y envié mi equipaje con un sirviente a bordo de una diligencia de correo y luego, con la curiosidad de un explorador, inicié un recorrido de 25 millas a caballo, por caminos inhóspitos, hasta llegar a mi destino. Atravesé pantanos, colinas, planicies y castillos en ruinas, siempre bajo un consistente viento.

Inicié la marcha tarde, y habiendo hecho poco menos de la mitad del camino, ya estaba pensando en hacer un alto en el próximo lugar conveniente, para que descansase el caballo y se alimentase, y también para hacerme de algunas provisiones.

Eran cerca de las cuatro cuando el camino, que ascendía gradualmente, se desvió a través de un desfiladero entre la abrupta terminación de unas montañas a mi izquierda, y una colina que se elevaba a mi derecha. Abajo se erguía una precaria villa bajo una larga línea de gigantescos árboles de hayas, cuyas ramas cobijaban a pequeñas chimeneas que emitían sus respectivas columnas de humo. A mi izquierda, separadas por millas, ascendiendo el cordón montañoso antes nombrado, había un bosque salvaje, cuyos follajes y helechos terminaban en las rocas.

A medida que descendía, el camino daba algunas curvas, siempre teniendo a mi izquierda el paredón de piedra gris, cubierto aquí y allá con hiedra. Y al acercarme a la villa, a través de sendas en el bosque, pude ver el largo murallón de una vieja y ruinosa casa ubicada entre los árboles, a medio camino entre el pintoresco paisaje montañoso.


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16 págs. / 28 minutos / 102 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Espectro de Madam Crowl

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Hace ya unos veinte años que Mrs. Jolliffe no luce aquel esbelto talle que la había distinguido. Ahora tiene más de setenta años, y no le pueden quedar ya muchos más mojones que contar en el camino que la llevará a su morada definitiva. Su pelo, que se peina con raya en medio y tiene recogido bajo la cofia, es ahora más blanco que la nieve, y su rostro es algo más pícaro, aunque igual de afable. De cualquier modo, aún anda tiesa y con paso seguro y ligero.

Estos últimos años se ha dedicado al cuidado de inválidos adultos, tras dejar en manos más jóvenes a la pequeña población que vive en la cuna y anda a cuatro patas. Quienes recuerdan su rostro bonachón entre los primeros que emergen de las sombras de la inexistencia y le deben las primeras lecciones en el deleitoso arte de andar y balbucear, están en la actualidad bastante creciditos también. Algunos de ellos lucen ya algunas canas entre los mechones morenos, aquel «lindo pelo» que ella peinaba con tanto esmero para luego enseñarlo a las madres asombradas, las cuales no se ven ya por la pradera de Golden Friars, pues sus nombres permanecen grabados para siempre en las grises lápidas del camposanto.

Así, si el tiempo madura a unos y marchita a otros, podemos decir que la hora triste y tierna del ocaso ya le ha llegado a nuestra entrañable viejecita del norte, que un día tuvo también en sus brazos a la preciosa Laura Mildmay, la cual entra ahora sonriente en la habitación, le echa los brazos alrededor del cuello y le da dos sonoros besos.

—¡Qué suerte tiene! —exclamó Mrs. Jenner—. Llega a tiempo para escuchar un cuento.

—¿De veras? ¡Qué maravilla!

—¡Pero no es uno de esos cuentos que están escritos! No es ningún cuento, sino una historia verdadera que vi con mis propios ojos. Pero a esta criatura probablemente no le apetezca ahora, justo antes de irse a la cama, que le cuenten una historia de aparecidos y de fantasmas…


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20 págs. / 36 minutos / 160 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

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