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autor: Joseph Sheridan Le Fanu etiqueta: Cuento textos no disponibles


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Dickon el Diablo

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Hace unos treinta años dos solteronas ricas y viejas me eligieron para que visitara una propiedad en esa parte de Lancashire que está cerca del famoso bosque de Pendle, con el que tan agradablemente nos hemos familiarizado gracias a la obra del señor Ainsworth, Las brujas de Lancashire. Tenía yo que hacer la partición de una pequeña propiedad, formada por una casa con la tierra solariega, que mucho tiempo antes habían recibido como coherederas.

Los últimos sesenta kilómetros del viaje me vi obligado a realizarlos en posta, principalmente por atajos poco conocidos, y todavía menos frecuentados, que presentaban paisajes extremadamente interesantes y hermosos. La estación en la que viajaba, principios de septiembre, mejoraba el pintoresquismo del paisaje.

Nunca había estado en esa parte del mundo; me han dicho que ahora es mucho menos salvaje, y en consecuencia menos hermosa.

En la posada en la que me detuve para cambiar los caballos y cenar algo, pues pasaban ya de las cinco, encontré que el hospedero, un tipo robusto que tenía, según me dijo, sesenta y cinco años, era de una benevolencia fácil y charlatana, que deseaba distraer a sus huéspedes con cualquier charla y para el que la menor excusa bastaba para que se pusiera a fluir su conversación sobre cualquier tema que a uno le complaciera.

Tenía yo curiosidad por saber algo sobre Barwyke, nombre de la casa y las tierras a las que me dirigía. Como no había ninguna posada a algunos kilómetros de ella, había escrito al administrador para que me alojara allí, lo mejor que pudiera, por una noche.

El hospedero de «Three Nuns», que tal era el cartel bajo el que entretenía a los viajeros, no tenía mucho que contar. Hacía ya veinte años o más desde que había muerto el viejo Squire Bowes, y nadie había vivido allí desde entonces salvo el jardinero y su esposa.


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13 págs. / 23 minutos / 202 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Misterio en la Casa de los Azulejos

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


I

La vieja Sally siempre ayudaba a su joven ama cuando ésta se preparaba para ir a la cama. No es que Lilias necesitara ayuda, pues poseía las virtudes de la limpieza y la diligencia y sólo molestaba a la buena anciana lo suficiente para que no se considerara un trasto inservible.

A su manera tranquila, Sally hablaba por los codos y conocía toda suerte de cuentos antiguos de aventuras y misterios que ayudaban a Lilias a dormirse placenteramente, pues sabía que no tenía nada que temer mientras viera a la vieja Sally sentada con su labor junto al fuego y oyera el ligero ruido que hacía su padre, el párroco, al subirse a la silla, como era su costumbre, para alcanzar los libros de la estantería (tranquilizante prueba de que el afable y solícito guardián de la casa estaba despierto y atareado).

La vieja Sally estaba contando a su joven ama, que unas veces escuchaba embobada y otras se perdía hasta cinco minutos seguidos de su amable cháchara, cómo el joven Mr. Mervyn se había mudado a la vieja y embrujada Casa de los azulejos, «allá en Ballyfermot», sin que, inexplicablemente, nadie le hubiera advertido acerca de los arcanos peligros que allí le aguardaban.

Ésta se hallaba situada junto a un solitario recodo de la estrecha carretera. Lilias se había asomado a menudo al camino de entrada —corto, recto y herboso— para divisar el viejo caserón, que, así le habían contado desde niña, habían ocupado inquilinos misteriosos y había sido escenario de peligros preternaturales.

—En nuestros días, Sally, hay personas que se llaman librepensadoras y no creen en nada, ni siquiera en los fantasmas —dijo Lilias.

—Pues le aseguro, Miss Lilly, que la casa a la que se ha ido a vivir ahora lo curará rápidamente del libre pensamiento, si es cierto la mitad de lo que cuentan —contestó Sally.


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Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Familiar

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Prólogo

Entre alrededor de doscientos treinta casos más o menos estrechamente emparentados con el qué he titulado «Té verde» elijo el siguiente, al que llamaré «El familiar».

Según su costumbre, el doctor Hesselius ha añadido a este manuscrito algunas hojas de papel de carta en los cuales viene, con esa escritura suya tan apretada como los caracteres de imprenta, las observaciones que él hiciera sobre el caso.

»Entre los que tienen conciencia —dice—, no hubiera podido escoger narrador más irreprochable que el venerable eclesiástico irlandés que me ha dado esta nota sobre el caso de Mr. Barton. Esta exposición, sin embargo, es imperfecta desde el punto de vista médico. El informe de un médico inteligente, que hubiera observado el desarrollo de este caso y prodigado sus cuidados al enfermo, en las primeras fases de la afección o al final de ésta, me hubiera provisto de lo que me faltaba para permitirme pronunciarme con seguridad. Si hubiese estado instruido en las probables disposiciones hereditarias de Mr. Barton, hubiera sabido, sin duda, por las manifestaciones antiguas, alguna cosa sobre el origen del mal, ese origen más lejano que ahora no se puede decir.


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Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Sueño del Bebedor

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Cuarto extracto del legado del finado F. Purcell, sacerdote párroco de Drumcoolagh


«Todo esto él lo contó con cierta confusión y desaliento,
consecuencia habitual de los sueños
de lo desagradable, sin tener a nadie
a quien exponer sus vanos y visionarios resplandores.
He conocido algunos bien extraños que realmente parecían
proféticamente planeados, como aquél que se considera
“una extraña coincidencia”, por utilizar una frase
con la que hoy en día se dan por sentadas tales cosas».

Byron.
 


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Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Juez Harbottle

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Prólogo

Sobre este caso, el doctor Hesselius no apuntó más que las palabras Informe de Harman, añadiendo una simple referencia a su estudio de gran mérito titulado Acerca del sentido interior y las condiciones necesarias para que se produzca su apertura.

Remite después al volumen I, sección 317, nota Z, que expresa lo siguiente:


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Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Historias de Fantasmas de Chapelizod

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Créame usted que no existe un pueblo antiguo, especialmente si ha conocido mejores tiempos, que no se adorne con leyendas de terror. Las mismas posibilidades tendría de encontrar un queso podrido sin ácaros, o una casa vieja sin ratas, o una ciudad antigua y en ruinas sin una auténtica población de duendes. Y aunque a los habitantes de este tipo no se les puede conducir ante las autoridades policiales, sin embargo, puesto que su conducta afecta directamente a la comodidad de los súbditos de su Majestad, no puedo por menos que considerar una grave omisión que hasta ahora no se le hayan proporcionado al público datos estadísticos sobre su número, actividad, etc., etc. Estoy persuadido de que una comisión que investigara, informando de ello, sobre la fuerza numérica, hábitos, lugares que frecuentan, etc., etc., los agentes sobrenaturales residentes en Irlanda, sería mucho más inofensiva y entretenida que la mitad de las comisiones por las que paga el país; y todo lo más resultaría igual de poco instructiva. Digo todo esto más por un sentido del deber, y para liberar mi mente de una importante verdad, que por cualquier esperanza de que esta sugerencia vaya a adoptarse. Pero estoy seguro de que mis lectores deplorarán conmigo el hecho de que la capacidad general de credulidad, y el ocio aparentemente ilimitado, de las comisiones parlamentarias de investigación nunca se hayan aplicado a este tema, y que la acumulación de estas informaciones se haya confiado al trabajo gratuito e inconstante de aquellos individuos que, como yo mismo, tienen otras ocupaciones que atender. Y todo lo anterior, sin embargo, no es sino una digresión previa.


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Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Fantasma y el Colocahuesos

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Mientras echaba un vistazo a los papeles de mi ínclito amigo Francis Purcell —que Dios tenga en su santa gloria—, que durante casi cincuenta años había desempeñado la ardua tarea de párroco en el sur de Irlanda, me tropecé con el documento que adjunto más adelante. Es un documento más entre otros muchos parecidos, pues nuestro párroco era un concienzudo coleccionista de antiguas tradiciones locales, en que abundaba la región donde residía. La recogida y ordenamiento de tales leyendas era, todavía lo recuerdo, su principal hobby; pero yo nunca había sabido que su afición a lo maravilloso y lo fantástico lo había llevado a poner por escrito los resultados de sus investigaciones hasta que, en mi calidad de «legatario residual», su testamento dejó en mis manos todos sus documentos manuscritos. A quienes piensen que la redacción de tales escritos desentona con el carácter y modo de vida de un cura de pueblo no les vendría mal recordar que existió una raza de sacerdotes —los de la vieja escuela, una raza ahora prácticamente desaparecida— cuyos hábitos y gustos literarios eran en muchos aspectos más refinados que los de los estudiantes de Maynooth.


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11 págs. / 20 minutos / 149 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Convenio de Sir Dominick

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


En los primeros días del otoño de 1838 un asunto de negocios me llevó al sur de Irlanda. El tiempo era agradable, el lugar y la gente me eran nuevos. Alquilé un caballo en una taberna y envié mi equipaje con un sirviente a bordo de una diligencia de correo y luego, con la curiosidad de un explorador, inicié un recorrido de 25 millas a caballo, por caminos inhóspitos, hasta llegar a mi destino. Atravesé pantanos, colinas, planicies y castillos en ruinas, siempre bajo un consistente viento.

Inicié la marcha tarde, y habiendo hecho poco menos de la mitad del camino, ya estaba pensando en hacer un alto en el próximo lugar conveniente, para que descansase el caballo y se alimentase, y también para hacerme de algunas provisiones.

Eran cerca de las cuatro cuando el camino, que ascendía gradualmente, se desvió a través de un desfiladero entre la abrupta terminación de unas montañas a mi izquierda, y una colina que se elevaba a mi derecha. Abajo se erguía una precaria villa bajo una larga línea de gigantescos árboles de hayas, cuyas ramas cobijaban a pequeñas chimeneas que emitían sus respectivas columnas de humo. A mi izquierda, separadas por millas, ascendiendo el cordón montañoso antes nombrado, había un bosque salvaje, cuyos follajes y helechos terminaban en las rocas.

A medida que descendía, el camino daba algunas curvas, siempre teniendo a mi izquierda el paredón de piedra gris, cubierto aquí y allá con hiedra. Y al acercarme a la villa, a través de sendas en el bosque, pude ver el largo murallón de una vieja y ruinosa casa ubicada entre los árboles, a medio camino entre el pintoresco paisaje montañoso.


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Perverso Capitán Walshawe de Wauling

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


I. Peg O’Neill paga las deudas del Capitán

A mi tío, el señor Watson de Haddlestone, le sucedió algo muy extraño; y para que pueda usted entenderlo tendré que empezar por el principio.

En el año 1822, el señor James Walshawe, más conocido como Capitán Walshawe, murió a la edad de ochenta y un años. El Capitán fue en sus primeros tiempos, y lo siguió siendo mientras se lo permitieron la salud y las fuerzas, uno de esos tunantes activos y enredones; pasaba sus días, y sus noches, sembrando promiscuidad y disolución, que por lo visto poseía en cantidad inagotable. La cosecha de ese cultivo iba entremezclada, y en abundancia, con espinos, ortigas y cardos, que picaban desagradablemente a los esposos, y que a él no le enriquecían.

El Capitán Walshawe era muy conocido en la vecindad de Wauling, donde en general solían evitarle. Le daban el nombre de «capitán» por cortesía, pues nunca había alcanzado ese grado en el ejército. Abandonó la milicia en el año 1766, cuando tenía veinticinco años de edad; en el período inmediatamente anterior sus deudas se habían vuelto tan importunas que fue inducido a librarse de ellas escapando y casándose con una heredera.

Aunque ésta no resultó ser tan rica como él había imaginado, demostró ser una muy cómoda inversión para lo que quedaba de sus confundidas inclinaciones; y vivió y disfrutó muchísimo a su antiguo estilo, con las rentas de ella, metiéndose en interminables riñas y escándalos; y en bastantes deudas y problemas financieros.

Cuando se casó estaba viviendo en Irlanda, en Clonmel, y allí, en un pensionado de un convento de monjas residía la señorita O’Neill, o, tal como se la conocía en la comarca, Peg O’Neill: la heredera de la que he hablado.


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17 págs. / 29 minutos / 87 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

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