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autor: Juan Cortés de Tolosa etiqueta: Cuento


El Desgraciado

Juan Cortés de Tolosa


Cuento


Tuvieron principio en Sevilla las vidas de dos grandes amigos, llamado el uno don Eugenio y el otro don Fadrique, ciudad por tantas razones insigne, a cuyas puertas paren cada año las Indias. Y principió su amistad desde que en el escuela se conocieron, donde, excediendo del límite pueril, de dos voluntades hizieron una, doliéndose el uno de los infortunios del otro, como recreándose con sus plazeres; tanto, que si a los descuydos de aquella edad aplicava el maestro la medicina a ella conveniente, pedía el uno fuesse él el castigado porque su amigo quedasse essento dél, como si huviera hecho por que padecerle.

De manera que diremos mejor que en Sevilla nacieron los segundos Orestes y Pílades, de quien se cuenta que, como en cierta ciudad huviesse costumbre de sacrificar a los dioses la décima persona que entrasse en ella y ésta fuesse Pílades y la novena Orestes, no se pudo averiguar quién era Pílades y quién fuesse Orestes, porque los dos afirmavan llamarse Pílades, ofreciéndose cada uno de muy buena voluntad a la muerte porque el otro no perdiesse la vida. De suerte que entre ellos se amava lo que más se aborrece y se aborrecía lo que más se ama como es la vida, evidente prueva de su recíproco amor, porque, si acudir con el hazienda es bastante prueva dél, acudir con la vida ¿qué será? No tener más que ser. Causó pues tanta admiración a los executores de diezmo tan inhumano, que dexaron a los dos con ella.


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Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Nacimiento de la Verdad

Juan Cortés de Tolosa


Cuento, Alegoría


Nació la Verdad en un lugar grande, pero poco poblado. Fueron sus padres la Razón y el Desengaño. Salió embuelta en un capillo, no por afortunada sino por pobre. Por la calidad de sus padres no le estuvo mal el don: éste fue de sabiduría. Fue su rostro blanco y sus faciones hermosíssimas; fue creciendo siempre tan delicada como se suele dezir della. Procuró arrimarse a buenos y huyeron su compañía, que, aunque era muy hermosa, tenía mal olor en la boca. Ya era de razonable edad quando se le pegaron muchos, que dixeron ser sus amigos: parecieron antes sus deudos en lo poco que hizieron por ella.

En ésta empeçó a exercitar su oficio. Passó ansí que, al desembocar de una calle, oyó que en una casa davan grandes gritos, a cuya puerta dixo:

—Dezid que está aquí la Verdad.

Un pobre hombre, a quien su muger dava tormento de toca, basquiña, ropa, jubón y otros adereços, dixo:

—Entre y sea muy bien venida. Veamos si tengo para dar todo esso junto.

Entró, y apenas la huvo visto la muger quando, con grandes gritos, llamó a su madre. Salió la vieja con unos colmillos de javalí y, vista de la Verdad, con apresurados passos se bolvió por donde avía entrado, que ni un gigante tan grande se atreve con una suegra. A quien siguió el desconsolado marido, diziéndola:

—No acabo de entender esta muger: dize me quiere mucho y dame pesadumbres de muerte. Dezidme, pues todo lo sabéys, qué quiere dezir esto o a dónde está el remedio.

A quien la Verdad dió por respuesta:

—En quanto a la suegra, ¡Dios se duela de vos! A que no la acabáys de entender, digo que no tan malo, pues otros aún no han empeçado con las suyas o no quieren empeçar. Creedme que esto de entender estas damas es como relación de balbucientes, que siempre están los que los oyen en los principios. A que dónde está el remedio, digo que según lo que he oýdo, que en la puerta de Guadalajara.


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Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Un Hombre Muy Miserable Llamado Gonzalo

Juan Cortés de Tolosa


Cuento


Nació Gonçalo en la ciudad de los Camaleones. Fue hijo de otro Gonçalo, presidente en este género de animales, y de doña Aldonça, a quien su marido convirtió en camaleona. Cuyo padre de nuestro Gonçalo meritíssimamente ocupó el primer lugar de miserable, tanto que hizo verdad la opinión de Aristóteles cerca de los que son avisados, afirmando no engendrar éstos hijos que lo sean, porque, divertidos en sus negocios o en cosas de ingenio, están en aquel acto tan ocupada la imaginativa que no tiene la materia de que se forman suficiente capacidad para que el hijo sea otro ellos, porque estuvo tan en sí como del efecto se puede entender, pues sacó a luz el inventor de la hambre, que, si en algo no le pareció, fue en ser más miserable que él.

Murió este tal padre de ahíto como los estreñidos de cámaras, haziéndose para ello del ojo la muerte y el tiempo, cansados los dos de un hombre para nada bueno, muy flemático y de aquéllos que aun no responden, encargándoles algún negocio, «harélo, que es camino de mi casa»; cuyo instrumento, en solos quatro días, fue un hartazgo en un combite que un amigo, rezién venido de las Indias, le hizo, porque era cínico en su casa y Epicuro en la agena. Por cuyo medio quedó huérfano Gonçalo de padre y madre, viudo y con quatro hijos que al presente tenía; porque la madre vivió tassadamente el tiempo que en el mundo estuvo. Un criado que sus padres tuvieron, del qual se pudo dezir que si él avía comido su pan que también ella comió el suyo, pues sirviendo en otra parte de escudero la traía la mitad de su ración, con que hazía llevaderos tantos trabajos como de la casa de un avariento se puede entender. La pobre moça se vio en religión tan estrecha, que ni la calçavan ni davan de comer: rindióse haziendo lugar a una María, muger segunda de nuestro Gonçalo, a quien yo conocí.


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Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.