Una Virgen
Juan José Morosoli
Cuento
Las tres tías, solteras y viejas, tejían. Celia bordaba o leía la "Historia Sagrada". Ellas iban siguiendo la marcha de la tarde hacia los cerros. Lentamente acercaban las sillas hasta el ventanal enfrentado al poniente. La casa daba al callejón de la iglesia que era una vía muerta.
Veían regresar los niños del colegio. Al rato cruzaban los soldados que iban a hacer la guardia nocturna a la cárcel. Después la campana alta llamaba a novena. Las ondas sonoras iban a perderse en el campo, desde donde regresaban las palomas de los mechinales de la torre. La
torre cambiaba con el campo sonidos por palomas.
Instantes después salían las cuatro para la iglesia. Era la hora de la novena.
* * *
Un día las tías resolvieron que Celia fuera a los bailes del
club. Tenía ésta veinticinco años. Vestida de largo con el talle alto,
su cuerpo de campanilla escolar, frente a los pesados cortinados de pana
morada, parecía suspendido desde arriba.
Fue una noche para ella sola. Las otras mujeres vieron cómo los hombres se la disputaban en cada vals. Bailó hasta el amanecer; en cada danza un compañero distinto.
Cuando regresó a la casona familiar cubierta de jazmines en flor, las tías esperaban el regreso prontas para la misa del alba, negras de capas y rosarios.
Caminaban ya las cuatro hacia la iglesia. Las tres mujeres escoltaban a la joven. Como tres escarabajos, empujando un pétalo de azahar.
A los pocos días entró en "Las Hijas de María".
* * *
De su niñez guardaba un recuerdo de muñecas y el ruido de una puerta al cerrarse.
Fue aquella puerta la que la alejó por siempre de los hombres. De la madre muerta cuando ella tenía diez años, recordaba las manos. Era un recuerdo que estaba junto con el otro, el de la puerta.
Dominio público
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Publicado el 17 de abril de 2025 por Edu Robsy.