A la Excma. Señora Doña Ida de Bauer
Nunca, estimada señora y bondadosa amiga, soñé con ser escritor popular.
No me explico la causa, pero es lo cierto que tengo y tendré siempre
pocos lectores. Mi afición á escribir es, sin embargo, tan fuerte, que
puede más que la indiferencia del público y que mis desengaños.
Varias veces me dí ya por vencido y hasta por muerto; mas apenas dejé de
ser escritor, cuando reviví como tal bajo diversa forma. Primero fuí
poeta lírico, luego periodista, luego crítico, luego aspiré á filósofo,
luego tuve mis intenciones y conatos de dramaturgo zarzuelero, y al cabo
traté de figurar como novelista en el largo catálogo de nuestros
autores.
Bajo esta última forma es como la gente me ha recibido menos mal; pero
aun así, no las tengo todas conmigo.
Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo le
mando. De aquí proviene que, si por dicha logro aplausos, es por falta
de previsión.
Escribí mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo que
escribía.
Acababa yo de leer multitud de libros devotos.
Lo poético de aquellos libros me tenía hechizado, pero no cautivo. Mi
fantasía se exaltó con tales lecturas, pero mi frío corazón siguió en
libertad y mi seco espíritu se atuvo á la razón severa.
Quise entonces recoger como en un ramillete todo lo más precioso, ó lo
que más precioso me parecía, de aquellas flores místicas y ascéticas, é
inventé un personaje que las recogiera con fe y entusiasmo, juzgándome
yo, por mí mismo, incapaz de tal cosa. Así brotó espontánea una novela,
cuando yo distaba tanto de querer ser novelista.
Después me he puesto adrede á componer otras, y dicen que lo he hecho
peor.
Esto me ha desanimado de tal suerte, que he estado á punto de no volver
á escribirlas.
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