Las Castañas
Juan Valera
Cuento
El día de difuntos salió muy de mañana a misa una linda beata, que la noche anterior, según es costumbre en la noche de Todos los Santos, se había regalado, comiendo puches con miel y muchas castañas cocidas.
Como era muy temprano y apenas clareaba el día, la calle por donde iba la beata estaba muy sola. Así es que ella, sin reprimirse, con el más libre desahogo y hasta con cierta delectación, lanzaba suspiros traidores y retumbantes, y cada vez que lanzaba uno, decía sonriendo:
—¡Toma castañas!
Proseguía caminando, soltaba otros suspiros y exclamaba siempre:
—¡Las castañas! ¡Las castañas!
Un caballero, muy prendado de la beata, solía seguirla, hacerse el encontradizo, oír misa donde y cuando ella la oía, y hasta darle agua bendita al entrar en la iglesia, para tener el gusto de tocar sus dedos.
Iba aquel día el caballero tan silencioso y con pasos tan tácitos detrás de la beata, que ella no le vio ni sospechó que viniese detrás, hasta que volvió la cara, poco antes de entrar en el templo.
—¿Hace mucho tiempo que viene usted detrás de mí? —dijo muy sonrojada la linda beata.
Y contestó el caballero:
—Señora, desde la primera castaña.
Dominio público
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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.