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autor: Juan Valera editor: Edu Robsy


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El Pájaro Verde

Juan Valera


Cuento


I

Hubo, en época muy remota de esta en que vivimos, un poderoso Rey, amado con extremo de sus vasallos, y poseedor de un fertilísimo, dilatado y populoso reino, allá en las regiones de Oriente. Tenía este Rey inmensos tesoros y daba fiestas espléndidas. Asistían en su corte las más gentiles damas y los más discretos y valientes caballeros que entonces había en el mundo. Su ejército era numeroso y aguerrido. Sus naves recorrían como en triunfo el Océano. Los parques y jardines, donde solía cazar y holgarse, eran maravillosos por su grandeza y frondosidad, y por la copia de alimañas y de aves que en ellos se alimentaban y vivían.

Pero ¿qué diremos de sus palacios y de lo que en sus palacios se encerraba, cuya magnificencia excede a toda ponderación? Allí muebles riquísimos, tronos de oro y de plata, y vajillas de porcelana, que era entonces menos común que ahora; allí enanos, jigantes, bufones y otros monstruos para solaz y entretenimiento de S. M.; allí cocineros y reposteros profundos y eminentes, que cuidaban de su alimento corporal, y allí no menos profundos y eminentes filósofos, poetas y jurisconsultos, que cuidaban de dar pasto a su espíritu, que concurrían a su consejo privado, que decidían las cuestiones más arduas de derecho, que aguzaban y ejercitaban el ingenio con charadas y logogrifos, y que cantaban las glorias de la dinastía en colosales epopeyas.

Los vasallos de este Rey le llamaban con razón el Venturoso. Todo iba de bien en mejor durante su reinado. Su vida había sido un tejido de felicidades, cuya brillantez empañaba solamente con negra sombra de dolor la temprana muerte de la señora Reina, persona muy cabal y hermosa a quien S. M. había querido con todo su corazón. Imagínate, lector, lo que la lloraría, y más habiendo sido él, por el mismo acendrado cariño que le tenía, causa inocente de su muerte.


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Publicado el 30 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Charadas

Juan Valera


Cuento


En la misma tertulia del ya citado Capitán general, se entretenían una noche las señoritas y caballeros jóvenes en ponerse charadas.

Estaba allí un estudiante de leyes, que iba ya a graduarse de Licenciado, y que era guapo y listo, si bien poco dichoso en amores.

Entre las señoritas presentes, así por lo graciosa como por lo coqueta, sobresalía D.ª Manolita. Nuestro estudiante la había requerido de amores, y ella, durante algún tiempo, le había querido o había fingido quererle. Después le había dejado por otro. De aquí que el estudiante estuviese con ella, y no sin razón, algo fosco y rostrituerto.

Le llegó su turno de poner una charada y le excitaron para que la pusiese.

El estudiante, encarándose con D.ª Manolita, la puso en estos términos.

—Mi primera y mi segunda, lo que es usted; mi tercera, lo que usted me dice; el todo, lo que yo siento.

En vano se calentaban la cabeza todos los del corro. No pudieron adivinar la charada y se dieron por vencidos. El estudiante entonces explicó la charada de esta manera:

—Mi primera y mi segunda; lo que es usted, infier: mi tercera, lo que usted me dice; no: y el todo, lo que yo siento; infierno.

La charada fue muy aplaudida por los circunstantes; pero D.ª Manolita tuvo alguna turbación y se sonrojó. Procuró, sin embargo, mostrarse fría, tranquila e indiferente, y para ello puso también su charada, que fue como sigue:

—Mi primera y mi segunda, una ninfa; mi tercera, un signo de música; mi cuarta, otro signo de música; y el todo, una cosa que he hecho muy bien en el día de hoy.

El auditorio no fue más feliz con esta charada que con la del estudiante quejoso. Doña Manolita tuvo también que explicarla y dijo:


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Quien No te Conozca que te Compre

Juan Valera


Cuento


No nos atrevemos a asegurarlo, pero nos parece y queremos suponer que el tío Cándido fue natural y vecino de la ciudad de Carmona.

Tal vez el cura que le bautizó no le dio el nombre de Cándido en la pila, sino que después todos cuantos le conocían y trataban le llamaron Cándido porque lo era en extremo. En todos los cuatro reinos de Andalucía no era posible hallar sujeto más inocente y sencillote.

El tío Cándido tenía además muy buena pasta.

Era generoso, caritativo y afable con todo el mundo. Como había heredado de su padre una haza, algunas aranzadas de olivar y una casita en el pueblo, y como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto desahogo.

Con la buena vida que se daba se había puesto muy lucio y muy gordo.

Solía ir a ver su olivar, caballero en un hermosísimo burro que poseía; pero el tío Cándido era muy bueno, pesaba mucho, no quería fatigar demasiado al burro y gustaba de hacer ejercicio para no engordar más. Así es que había tomado la costumbre de hacer a pie parte del camino, llevando el burro detrás asido del cabestro.

Ciertos estudiantes sopistas le vieron pasar un día en aquella disposición, o sea a pie, cuando iba ya de vuelta para su pueblo.

Iba el tío Cándido tan distraído que no reparó en los estudiantes.

Uno de ellos, que le conocía de vista y de nombre y sabía sus cualidades, informó de ellas a sus compañeros y los excitó a que hiciesen al tío Cándido una burla.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

La Reina Madre

Juan Valera


Cuento


I

En un pequeño lugar de la provincia de Córdoba vivía un pobre labrador, joven y guapo, cuya mujer era la más linda muchacha que había en cuarenta o cincuenta leguas a la redonda. Fresca y robusta, estaba rebosando salud. Y tenía tan apretadas carnes que, según afirmaba su marido, era difícil, cuando no imposible, pellizcarla. Su pelo era rubio como el oro, y sus mejillas parecían amasadas con leche y rosas.

Marido y mujer se idolatraban.

Hacía poco tiempo que estaban casados; siempre se estaban arrullando como dos tórtolos, pero aun no tenían hijos.

Ambos eran tan simpáticos, que contaban con multitud de amigos en la vecindad y aun en todo el pueblo.

Llegó el día en que el marido cumplía treinta años, y la mujer, de acuerdo con él, quiso celebrar la fiesta, agasajando a los vecinos más íntimos con un opíparo gaudeamus.

Aunque ellos eran pobres, no carecían de recursos para satisfacer tan generoso deseo.

Iba a terminar el mes de Noviembre y acababan de hacer la matanza de un cerdo. Tenían, pues, exquisitas morcillas y lomo fresco en adobo.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Espejo de Matsuyama

Juan Valera


Cuento


Mucho tiempo ha vivían dos jóvenes esposos en lugar muy apartado y rústico. Tenían una hija y ambos la amaban de todo corazón. No diré los nombres de marido y mujer, que ya cayeron en olvido, pero diré que el sitio en que vivían se llamaba Matsuyama, en la provincia de Echigo.

Hubo de acontecer, cuando la niña era aún muy pequeñita, que el padre se vio obligado a ir a la gran ciudad, capital del Imperio. Como era tan lejos, ni la madre ni la niña podían acompañarle, y él se fue solo, despidiéndose de ellas y prometiendo traerles, a la vuelta, muy lindos regalos.

La madre no había ido nunca más allá de la cercana aldea, y así no podía desechar cierto temor al considerar que su marido emprendía tan largo viaje; pero al mismo tiempo sentía orgullosa satisfacción de que fuese él, por todos aquellos contornos, el primer hombre que iba a la rica ciudad, donde el rey y los magnates habitaban, y donde había que ver tantos primores y maravillas.

En fin, cuando supo la mujer que volvía su marido, vistió a la niña de gala, lo mejor que pudo, y ella se vistió un precioso traje azul que sabía que a él le gustaba en extremo.

No atino a encarecer el contento de esta buena mujer cuando vio al marido volver a casa sano y salvo. La chiquitina daba palmadas y sonreía con deleite al ver los juguetes que su padre le trajo. Y él no se hartaba de contar las cosas extraordinarias que había visto, durante la peregrinación, y en la capital misma.

—A ti—dijo a su mujer—te he traído un objeto de extraño mérito; se llama espejo. Mírale y dime qué ves dentro.


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3 págs. / 5 minutos / 59 visitas.

Publicado el 30 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

A Quién Debe Darse Crédito

Juan Valera


Cuento


Llamaron a la puerta. El mismo tío Pedro salió a abrir y se encontró cara a cara con su compadre Vicentico.

—Buenos días, compadre. ¿Qué buen viento le trae a usted por aquí? ¿Qué se le ofrece a usted?

—Pues nada... confío en su amistad de usted... y espero...

—Desembuche usted, compadre.

—La verdad, yo he podado los olivos, tengo en mi olivar lo menos cinco cargas de leña que quiero traerme a casa y vengo a que me empreste usted su burro.

—¡Cuánto lo siento, compadre! Parece que el demonio lo hace. ¡Qué maldita casualidad! Esta mañana se fue mi chico a Córdoba, caballero en el burro. Si no fuera por esto podría usted contar con el burro como si fuese suyo propio. Pero, qué diablos, el burro estará ya lo menos a cuatro leguas de aquí.

El pícaro del burro, que estaba en la caballeriza, se puso entonces a rebuznar con grandes bríos.

El que le pedía prestado dijo con enojo:

—No creía yo, tío Pedro, que usted fuese tan cicatero que para no hacerme este pequeño servicio, se valiese de un engaño. El burro está en casa.

—Oiga usted —replicó el tío Pedro—. Quien aquí debe enojarse soy yo.

—¿Y por qué el enojo?

—Porque usted me quita el crédito y se lo da al burro.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos y Diálogos

Juan Valera


Cuentos, Diálogos, Teatro, Colección


Al Excmo. Sr. D. Enrique R. De Saavedra, Duque de Rivas.

Mi querido amigo: Bien hubiera querido yo escribir algo nuevo expresamente para dedicárselo a V., pero mi pobre ingenio está marchito y seco desde hace dos o tres años, y empiezo a perder toda esperanza de que reverdezca y vuelva a florecer algún día.

En tan desengañada situación y urgiéndome pagar la deuda de la lindísima fantasía que tuvo V. la bondad de dedicarme, me decido a dedicar a V. esta colección de Cuentos y Diálogos, que, si bien publicados antes aisladamente, salen hoy por vez primera reunidos en un tomo.

Ahí van Parsondes, que V. tanto celebra; El pájaro verde, cuento vulgar que me contó con singular talento su señora madre de usted y que yo no he hecho sino poner por escrito, procurando competir con Perrault, Andersen y Musaus; El bermejino prehistórico, que yo encuentro gracioso en fuerza de ser disparatado; y los diálogos de Asclepigenia y Gopa, el primero de los cuales sigo creyendo que es lo más elegante y discreto, o si se quiere lo menos tonto, que he escrito en mi vida.

Acoja V. con benignidad estas obrillas ligeras, sobre las cuales nada más se me ocurre que decir, pues las escribí sin intención de enseñar y sólo con el fin de pasar el tiempo y de ver si lograba divertirme yo y divertir también a quien me leyese.


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Publicado el 29 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Algo de Todo

Juan Valera


Artículo, Ensayo, Crítica


LA PRIMAVERA

Nada hay en el hombre tan grato a Dios como el arrepentimiento; pero en ciertas cosas, tal vez en las más, nada hay tampoco humana y terrenamente tan inútil. Lo que al hombre le importa es no hacer nada de que después haya de arrepentirse. Y yo, lo confieso, hice algo en este género al prometer que escribiría un artículo sobre la Primavera.

Y no porque yo me crea incapaz de percibir, sentir y estimar en todos sus quilates el valor y la belleza de la estación florida. Nada menos que eso. Yo presumo de muy sensible a los encantos naturales. Me apuesto con el más pintado a sentir honda y poéticamente la gala de las fértiles praderas, la lozanía de los verjeles, el apartamiento silencioso de los sotos umbríos, el aire embalsamado por el aroma de las violetas, la sierra pedregosa cubierta de tomillo y romero, el blando murmullo de los arroyos, los amorosos gorjeos del ruiseñor, el lánguido arrullo de la tórtola y los trinos alegres con que las aves saludan a la blanca aurora cuando abre con dedos de rosa las puertas del Oriente.

Por desgracia, una cosa es sentir y otra expresar bien lo sentido. De este segundo don es del que carezco.

El asunto es de sobrado empeño para mí. ¿He de salir del paso repitiendo en mala prosa lo que ya dijeron en todas las lenguas vivas y muertas, con número y melodía, los poetas buenos y medianos, desde Hesiodo hasta Gracian y desde Virgilio a D. Gregorio de Salas? Yo no quiero hacer un centón tan deplorable. Yo quiero coger vivas las aves, las flores, cuanto tiene ser en la estación vernal, y trasladarlo a este papel, y de este papel a la imprenta: operación más difícil de lo que se imagina.


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175 págs. / 5 horas, 7 minutos / 286 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2016 por Edu Robsy.

A Vuela Pluma

Juan Valera


Ensayo, Artículo, Crítica


PRÓLOGO

IMPRESO ya este libro y reunidos en él no pocos artículos, se me ofrecen dificultades que conviene allanar antes de que el libro salga á luz pública. Ponerle título es la menor de todas y ya la considero allanada. A vuela pluma es título tan significativo como propio. Ora excitado yo á dar mi parecer sobre flamantes producciones literarias, ora movido é inspirado por los tristes acontecimientos políticos de nuestros días, he escrito y esparcido, por revistas y periódicos diarios, lo que aquí va reunido. No porque soy escéptico, sino porque soy modesto, aunque me contradiga atribuyéndome tan buena cualidad, nada pretendí enseñar al escribirlos en cada uno de los siguientes artículos, ni nada pretendo ahora enseñar al reunirlos en un volumen. Y no porque yo crea que no haya verdades que enseñar, sino porque carezco de fe bastante en mi propio saber y en mi autoridad y competencia para empuñar la férula y revestirme de la toga y demás insignias del magisterio. No es, pues, para enseñanza de mis lectores, para lo que publico este libro.

Si he de confesar la verdad tampoco han acudido mis amigos, admiradores y parciales, aconsejándome y casi impulsándome con la violencia de sus ruegos para que le publique, según ocurre con frecuencia á otros autores más que yo dichosos. Este libro, inútil para la enseñanza, para la cual candorosamente le desautorizo, se publica sin que nadie me lo pida ni se empeñe en ello, por mi espontánea y libérrima voluntad y por mi iniciativa. ¿Qué fin me llevo al publicarle? Alguna explicación acerca de esto me considero obligado á dar á los lectores.


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257 págs. / 7 horas, 30 minutos / 310 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Comendador Mendoza

Juan Valera


Novela


A la Excma. Señora Doña Ida de Bauer

Nunca, estimada señora y bondadosa amiga, soñé con ser escritor popular. No me explico la causa, pero es lo cierto que tengo y tendré siempre pocos lectores. Mi afición á escribir es, sin embargo, tan fuerte, que puede más que la indiferencia del público y que mis desengaños.

Varias veces me dí ya por vencido y hasta por muerto; mas apenas dejé de ser escritor, cuando reviví como tal bajo diversa forma. Primero fuí poeta lírico, luego periodista, luego crítico, luego aspiré á filósofo, luego tuve mis intenciones y conatos de dramaturgo zarzuelero, y al cabo traté de figurar como novelista en el largo catálogo de nuestros autores.

Bajo esta última forma es como la gente me ha recibido menos mal; pero aun así, no las tengo todas conmigo.

Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo le mando. De aquí proviene que, si por dicha logro aplausos, es por falta de previsión.

Escribí mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo que escribía.

Acababa yo de leer multitud de libros devotos.

Lo poético de aquellos libros me tenía hechizado, pero no cautivo. Mi fantasía se exaltó con tales lecturas, pero mi frío corazón siguió en libertad y mi seco espíritu se atuvo á la razón severa.

Quise entonces recoger como en un ramillete todo lo más precioso, ó lo que más precioso me parecía, de aquellas flores místicas y ascéticas, é inventé un personaje que las recogiera con fe y entusiasmo, juzgándome yo, por mí mismo, incapaz de tal cosa. Así brotó espontánea una novela, cuando yo distaba tanto de querer ser novelista.

Después me he puesto adrede á componer otras, y dicen que lo he hecho peor.

Esto me ha desanimado de tal suerte, que he estado á punto de no volver á escribirlas.


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207 págs. / 6 horas, 2 minutos / 181 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

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