Los Emigrantes
Juan Valera
Cuento
El barco de vapor había tocado en varios puertos de España cuando abandonó definitivamente la península dirigiéndose a Buenos Aires. El patrón, ya en alta mar, hizo que se presentasen sobre cubierta los numerosos emigrantes de diversas provincias, contratados y enganchados por él para que fuesen a fundar una colonia en la República Argentina.
Al pasar aquella revista, era su intento confirmar los datos que ya tenía y formar uno a modo de empadronamiento, inscribiendo en él los nombres y apellidos de los colonos que llevaba y los oficios y menesteres a los que cada cual pensaba y podía dedicarse. Fue, pues, preguntando sucesivamente a todos. Uno decía que iba de carpintero; otro, de herrador; de zapatero, otro; de albañiles, seis o siete; tres o cuatro, de sastre, y muchísimos, de jornaleros para las faenas del campo.
Apoyado contra el quicio de la puerta de la cámara de popa estaba un mozo andaluz, alto, fornido, de grandes y negros ojos, de espesas patillas, negras también, y de muy gallarda presencia. Iba vestido con primor y aseo, con el traje popular de su tierra; pero su porte era tan majestuoso y era tan reposado y digno su aspecto, que, más que trabajador emigrante, parecía príncipe disfrazado.
Con gran curiosidad de saber a qué oficio se dedicaría aquel Gerineldos, el patrón se acercó a él y empezó el interrogatorio:
—¿Cómo se llama usted, amigo? —le preguntó.
Y contestó el mozo andaluz:
—Para servir a Dios y a usted, yo me llamo Narciso Delicado, alias Poca-pena.
—Y ¿de qué va usted a Buenos Aires?
—Pues toma... ¿de qué he de ir? De poblador.
El patrón le miró sonriendo con benevolencia y no pudo menos de reconocer en su traza que el hombre había de ser muy a propósito para tan buen oficio.
Dominio público
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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.