Textos más populares este mes de Juan Valera etiquetados como Cuento | pág. 4

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autor: Juan Valera etiqueta: Cuento


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Doña Bishodie

Juan Valera


Cuento


Al ir a confesarse una beata se jactó mucho con el Padre de que sabía rezar en latín y le rogó que le hiciese rezar algo en dicha lengua.

—Pues diga usted el Padre Nuestro —le dijo el Padre.

La beata empezó a rezar, trabucándolo todo e inventando un latín verdaderamente fantástico e inaudito.

El Padre la oyó con paciencia hasta que la beata llegó a decir:

—Don Cotidiano, Doña Bishodie.

Interrumpió entonces la oración y dijo al Padre:

—Todo lo comprendo, pero no caigo en quién pueda ser esta Doña Bishodie.

—Sí, hija mía, contestó el Padre: es muy sencillo; la mujer de D. Cotidiano.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Canto Gangoso

Juan Valera


Cuento


La madre abadesa no consideraba que el canto era bastante devoto y sentido cuando no era muy gangoso también, especialmente al terminar cada frase.

Las novicias y las monjas jóvenes se obstinaban, sin embargo, en querer lucir la voz y en no ganguear.

Cierto día que estaban en el coro, cantaron sonoramente y sin que el aire pasase por las narices:

... —¡Per omnia saecula saeculorum!

Y notando la abadesa que no la obedecían, dijo gangueando y algo enojada:

¡Niñas, un poco de narices en el culorum!


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Un Refrán Mal Aplicado

Juan Valera


Cuento


El Capitán general de Granada era viudo, ya muy viejo y lleno de achaques y dolencias de que solía lamentarse recordando sus mocedades verdes y lozanas.

Por lo demás era difícil hallar más cumplido caballero, más aficionado al trato de gentes y más ansioso de complacer a todo el mundo y de ganar amigos.

Todas las noches había tertulia en su casa e iban a ellas los oficiales de la guarnición, los señoritos mejor educados de la ciudad y no pocos estudiantes forasteros de buena familia.

La noche se pasaba agradablemente en animada conversación y jugando al tresillo, para lo cual había tres o cuatro mesas.

A veces se convertía la tertulia en concierto o en baile. Una señora anciana de título hacía los honores; acudían muchas señoras y señoritas y se cantaba o se bailaba.

Como el Capitán general era muy estimado en la corte, S. M., sin que él lo pretendiese, quiso premiar sus altos merecimientos y servicios y le concedió el Collar de Carlos III.

Nadie en Granada dejó de alegrarse con este motivo, por lo muy simpático que era el Capitán general.

La noche que se supo que había sido condecorado acudieron a su tertulia, ansiosas de darle la enhorabuena, más personas que de costumbre.

Siguiendo el Capitán general la que hemos dicho que tenía, de lamentarse de su ancianidad y de sus males, dijo en medio de un corro que le estaba felicitando:

—Profunda es mi gratitud al gobierno de Su Majestad por la prueba que acabo de recibir de su benevolencia para conmigo; pero ¿de qué me sirven tantos honores y distinciones cuando estoy ya con un pie en el sepulcro?


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Extraña Manutención Militar

Juan Valera


Cuento


Durante la primera guerra civil entre isabelinos y carlistas, militaba en favor de los isabelinos una legión portuguesa, al mando de un general valeroso y grave.

Ocurrió que los vecinos de un lugar acudieron al general español, quejándose de que los soldados que estaban a sus órdenes les habían robado y se habían comido muchas docenas de gallinas. Los soldados españoles, a fin de disculparse de aquella falta que su general les echaba en cara, afirmaron que los portugueses eran quienes la habían cometido.

Habló de esto el general español al general portugués, el cual defendió con mucho calor a sus subordinados y echó la culpa a los españoles del latrocinio y de la glotonería.

El general español persistió, no obstante, en defender a los suyos y en culpar a los portugueses, resultando de aquí una discusión harto vehemente.

Por último, el general portugués lleno de indignación, y furia, afirmó hasta la imposibilidad de que sus terribles soldados, tan virtuosos como sobrios y sufridos, robasen gallinas y mucho menos se las comieran:

—¡Os portuguezes —exclamó para terminar— nao comen gallinas: os portuguezes comen serpentes, trementina... e merda!


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Padre Postas

Juan Valera


Cuento


El Padre Postas fue un capuchino famoso por sus predicaciones.

Las anécdotas y graciosos dichos que de él se refieren, son innumerables.

Le apellidaban el Padre Postas porque, cuando se entusiasmaba en sus sermones y quería ponderar la violencia y rapidez con que los demonios se llevan al infierno a los pecadores empedernidos, decía, ya que entonces no había aún ferrocarriles, que se los llevan en postas, y para explicarlo mejor, montaba a caballo en la delantera del púlpito, agitaba el cordón que ceñía sus hábitos como si fuese un látigo y le crujía y daba golpes diciendo: «arre, arre».

Se cuenta que una vez, hablando contra los juegos de azar y envite, a los que en secreto era harto aficionado, se entusiasmó y manoteó con tanta furia, que se le escapó una baraja que llevaba escondida en la manga, y desparramados los naipes salieron volando y cayeron al suelo. Pero el Padre, no sólo salió del apuro, sino que se valió de aquel accidente para que fuese su plática más conmovedora, porque dijo con gran presencia de espíritu:

—Ahí los tenéis; ellos son uno de los instrumentos más ingeniosos de que se vale Satanás para cautivar las almas, ellos son la perdición de las familias, etc.

Predicando otro día en favor del ayuno y censurando a las damas remilgadas y melindrosas que no ayunan porque padecen del estómago y se ponen flacas, aseguró que él ayunaba de diario y que por la gracia de Dios estaba fuerte como un roble. Se remangó entonces la manga, enseñó desnudo el poderoso brazo derecho, digno del propio Hércules, y mostrándosele al auditorio, exclamó:

—¿Qué os parece? Ya veis que no estoy delgado.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

La Virgen y el Niño Jesús

Juan Valera


Cuento


Paquita no era fea ni tonta. Pasaba en el lugar por muy despejada y graciosa; pero, como era pobre, no hallaba hidalgo que con ella quisiera casarse, y como se jactaba de bien nacida no se allanaba a tomar por marido a ningún pelafustán o destripaterrones. Paquita, en suma, llegó a los treinta años todavía soltera.

Para un hombre, o para una mujer casada, la mejor edad es la de treinta años. Puede considerarse como el punto culminante de la vida. En nuestro sentir, sólo a la joven que llega a dicha edad sin hallar marido cuadra bien la sentencia del poeta:


¡Malditos treinta años,
funesta edad de amargos desengaños!


En el fondo de su alma, Paquita deploraba mucho haberlos cumplido y no estar casada; pero, como era buena cristiana y piadosísima, buscaba y hallaba consuelo en la religión; decía: «a falta de pan, buenas son tortas» y trataba de suplir con el amor divino la carencia del amor humano.

Con todo, no lograba conformarse con dicha carencia, a pesar de los grandes esfuerzos místicos que de continuo hacía.

Impulsada por sus opuestos sentimientos, iba de diario a una hermosa capilla de la iglesia mayor, donde, en elegante camarín, había una muy devota imagen de la Virgen del Rosario con un niño Jesús muy bonito en los brazos.

Paquita, llena de fervorosa devoción, se encomendaba a la Virgen y le rezaba muchas salves y avemarías, rogándole que le diese conformidad para el celibato y que hiciese de ella una santa. A veces, no obstante, renacía en su corazón el deseo de matrimonio. Se entusiasmaba, hablaba en voz alta y pedía marido a aquella divina Señora.

El monaguillo, que era travieso y avispado, hubo de oír las jaculatorias de Paquita y determinó hacerle una burla.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Caballero de Azor

Juan Valera


Cuento


I

Hará ya mucho más de mil años, había en lo más esquivo y fragoso de los Pirineos una espléndida abadía de benedictinos. El abad Eulogio pasaba por un prodigio de virtud y de ciencia.

Las cosas del mundo andaban muy mal en aquella edad. Tremenda barbarie había invadido casi todas las regiones de Europa. Por donde quiera, luchas feroces, robos y matanzas. Casi toda España estaba sujeta a la ley de Mahoma, salvo dos o tres estadillos nacientes, donde, entre breñas y riscos, se guarecían los cristianos.

En medio de aquel diluvio de males, pudiera compararse la abadía de que hablamos al arca santa en que se custodiaban el saber y las buenas costumbres y en que la humana cultura podía salvarse del universal estrago. Gran fe tenían los monjes en sus rezos y en la misericordia de Dios, pero no desdeñaban la mundana prudencia. Y a fin de poder defenderse de las invasiones de bandidos, de barones poderosos y desalmados o de infieles muslimes, habían fortificado la abadía como casi inexpugnable castillo roquero, y mantenían a su servicio centenares de hombres de armas de los más vigorosos, probados y hábiles para la guerra.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Doble Sacrificio

Juan Valera


Cuento


EL PADRE GUTIÉRREZ A DON PEPITO

Málaga, 4 de abril de 1842.

Mi querido discípulo: Mi hermana, que ha vivido más de veinte años en ese lugar, vive hace dos en mi casa, desde que quedó viuda y sin hijos. Conserva muchas relaciones, recibe con frecuencia cartas de ahí y está al corriente de todo. Por ella sé cosas que me inquietan y apesadumbran en extremo. ¿Cómo es posible, me digo, que un joven tan honrado y tan temeroso de Dios, y a quien enseñé yo tan bien la metafísica y la moral, cuando él acudía a oír mis lecciones en el Seminario, se conduzca ahora de un modo tan pecaminoso? Me horrorizo de pensar en el peligro a que te expones de incurrir en los más espantosos pecados, de amargar la existencia de un anciano venerable, deshonrando sus canas, y de ser ocasión, si no causa, de irremediables infortunios. Sé que frenéticamente enamorado de doña Juana, legítima esposa del rico labrador don Gregorio, la persigues con audaz imprudencia y procuras triunfar de la virtud y de la entereza con que ella se te resiste. Fingiéndote ingeniero o perito agrícola, estás ahí enseñando a preparar los vinos y a enjertar las cepas en mejor vidueño; pero lo que tú enjertas es tu viciosa travesura, y lo que tú preparas es la desolación vergonzosa de un varón excelente, cuya sola culpa es la de haberse casado, ya viejo, con una muchacha bonita y algo coqueta. ¡Ah, no, hijo mío! Por amor de Dios y por tu bien, te lo ruego. Desiste de tu criminal empresa y vuélvete a Málaga. Si en algo estimas mi cariño y el buen concepto en que siempre te tuve, y si no quieres perderlos, no desoigas mis amonestaciones.

DE DON PEPITO AL PADRE GUTIÉRREZ

Villalegre, 7 de abril.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Telefonemas de Manolita

Juan Valera


Cuento


Manolita, personaje único.

CUADRO PRIMERO

Salón elegante y rico. Es de noche. Lámparas y bujías encendidas. Hay teléfono. Manolita sola. Inquieta, yendo y viniendo de un extremo a otro, había consigo misma.

Mucho quiero a mamá. No faltaba más que yo no la quisiera. El cuarto honrar padre y madre. Además, harto fácil es para mí cumplir este mandamiento. No estoy resentida, sino agradecida de que me haya tenido cerca de tres años en el colegio. Yo estaba imposible de mimada, de traviesa y de voluntariosa. Yo era un diablillo y necesitaba que me metiesen en costura. Ahora, que he vuelto de nuevo a casa, soy persona de mucho juicio. ¿Y cómo no he de querer a mamá? Me mima, me celebra, me idolatra. Mis caprichos son ley. Mamá me regala mil dijes; gasta un dineral en mis vestidos y sombreros. Nunca rabia cuando vienen las cuentas. Hasta le parece poco lo que paga. Y con todo, no puedo negarlo: mamá me tiene quejosa.

Buena y santa es la inocencia; sí, señor; muy buena y muy santa; pero yo acabo de cumplir diecisiete años, y aunque apenas hace tres meses que salí del Sagrado Corazón de Jesús, no por eso ha de imaginar mamá que soy tonta y que no veo ni entiendo nada.

Algo más de ocho años lleva ya de viuda. Mucho cuidó a mi padre en su última enfermedad. Sintió su muerte y le lloró muy de veras; pero, en fin, ella no tiene en el día más que treinta y seis años. Parece mi hermanita mayor. A menudo me da envidia, aunque dulce y no amarga, porque la encuentro y noto que la encuentran por ahí más bonita que a mí. ¿Qué extraño es que mamá se haya consolado? Dios me lo perdone, si es mal pensamiento. Sospecho que mamá se consuela con el general. No la condeno. Sea en buen hora. Es libre: bien puede hacer lo que le agrade sin ofender a Dios. Lo que a mí me ofende es la falta de confianza en mí; que mamá me engañe sin necesidad.


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12 págs. / 21 minutos / 42 visitas.

Publicado el 30 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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