El Día de Difuntos
Juana Manuela Gorriti
Cuento
Si queréis sorprender los misterios de la vida, visitad este día la morada de los muertos.
A fin de que su memoria no estorbe en las alegrías del año, los vivos la han relegado al reducido espacio de una jornada. En esas veinte y cuatro horas de conmemoración, todos, inconsolables y consolados, todos acuden al cementerio y se agrupan en torno a los sepulcros; los unos para borrar con otras lágrimas las huellas de sus lágrimas; los otros para reemplazar con guirnaldas de hermosas flores la triste yerba del olvido.
Los estragos de la peste han aumentado la lúgubre peregrinación, que desde el alba llenaba las calles vecinas a Maravillas y el prolongado callejón que se extiende fuera de la portada.
A la seis la verja que cierra el recinto exterior del panteón ábrese dando paso a la multitud que lo invade silenciosa, derramándose en sus esplendidos jardines, perfumados con las flores de todas las zonas.
Óyese por todos lados un ruido de puertas como el despertar natural de una populosa metrópoli. Es la ciudad de la muerte, que abre sus sepulcros a la ofrenda del recuerdo.
Y el silencio se puebla de rumores; y se escuchan gritos mezclados de sollozos; y los callados ecos de aquellas bóvedas repiten nombres borrados ya del libro de la vida. El tumulto crece; la multitud se entrega a bulliciosas pláticas, razonadas con extrañas consejas sugeridas por la lectura de los epitafios, esos jeroglíficos del dolor.
¡Murió mártir!
—Decía un mármol, donde ostentaba su belleza soberana una mujer en cuya frente brilla el sol de diez y ocho primaveras.
¡Los días de mi peregrinación fueron cortos y malos!
—Decía otro. Y sobre la bíblica leyenda, un nombre poético entrelazado a una lira, sonaba al oído como una deliciosa melodía.
¡Ay!
Dominio público
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Publicado el 3 de enero de 2021 por Edu Robsy.