Gethsemaní
Juana Manuela Gorriti
Cuento
A la señorita Ana Pintos
Era el día primero de los Ázimos, aquella fiesta solemne, simulacro del fin del cautiverio egipcio y del regreso a la patria.
El cumplimiento de las profecías se acercaba, y Jesús, viendo llegada su hora, dejó la aldea de Bethania, donde moraban Lázaro, Marta y María, aquellos amigos que él tanto amaba, y seguido de sus discípulos llegó delante de Jerusalén.
—Maestro, ¿dónde quieres que preparemos la Pascua? —dijéronle estos.
—Id —les respondió—, y llegados a la primera fuente seguid a un hombre que, lleno el cántaro, lo asienta en la cabeza y vuelve a su casa. Entrad en esta y decid al dueño: el Señor desea comer contigo la Pascua.
Los discípulos obedecieron, y Jesús, sentado en una piedra quedose solo.
La hora de nona había pasado hacía largo tiempo; y el sol próximo al ocaso, doraba con sus últimos rayos la ciudad querida de sus abuelos, la hermosa Sunamitis cantada por la lira de Salomón, que alegre y risueñas se extendía sobre dos colinas acariciada por las tibias brisas de la primavera.
Y Jesús, contemplándola lloró.
Lloró sobre su grandeza y santidad pasadas, y sus presentes abominaciones: y su tremendos castigos, y su destrucción postrera, que veía surgir inminente en las lontananzas del porvenir...
Y alzando los ojos hacia la Eterna Clemencia, encontró la eterna Justicia, que, abarcando los ámbitos del cielo, severa, inexorable pedía la hostia de expiación.
Entonces, como en el día que bajando del padre, vino a tomar su puesto en la humanidad degenerada, lleno el corazón de piedad y de amor infinito, ofreciose otra vez por ella en holocausto...
Y cuando sus discípulos vinieron a buscarlo para decirle que todo había sido hecho como él lo mandara, encontráronlo triste pero sereno.
Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 54 visitas.
Publicado el 3 de enero de 2021 por Edu Robsy.