El Barco a Vapor
Jules Renard
Cuento
Retirados al pueblo, los Bornet son vecinos de los Navot y entre las dos parejas existe muy buena relación. Les gusta por igual la tranquilidad, el aire puro, la sombra y el agua. Simpatizan tanto que se imitan.
Por la mañana las señoras van juntas al mercado.
—Me dan ganas de preparar un pato, —dice la señora Navot.
—¡Ah! A mí también, —dice la señora Bornet.
Los señores se consultan cuando proyectan embellecer uno su jardín ventajosamente orientado, y el otro su casa situada sobre una loma y nunca húmeda. Se llevan bien. Mejor es así. ¡Con tal de que dure!
Pero es al atardecer, cuando se pasean por el Marne, cuando los Navot y los Bornet desean estar siempre de acuerdo. Los dos barcos, de la misma forma y de color verde, se deslizan uno al lado del otro. El señor Navot y el señor Bornet reman acariciando el agua como si lo hicieran con sus manos prolongadas. A veces se excitan hasta que aparece una primera gota de sudor, pero sin envidia, tan fraternales que no pueden vencerse uno al otro y reman al unísono.
Una de las señoras sorbe discretamente y dice:
—¡Qué delicia!
—Sí,—responde la otra— es delicioso.
Pero, una tarde, cuando los Bornet van a reunirse con los Navot para su habitual paseo, la señora Bornet mira un punto determinado del Marne y dice:
—¡Caray!
El señor Bornet, que está cerrando la puerta con llave, se da la vuelta:
—¿Qué ocurre?
—¡Caramba! —prosigue la señora Bornet— nuestros amigos no se privan de nada. Tienen un barco a vapor.
—¡Demonios! —dice el señor Bornet.
Es cierto. En la orilla, en el estrecho espacio reservado a los Navot, se divisa un pequeño barco a vapor, con su tubo negro que brilla al sol, y las nubes de humo que de él escapan. Ya instalados, el señor y la señora Navot esperan y agitan un pañuelo.
—¡Muy gracioso! —dice el señor Bornet molesto.
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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.