El Pozo Mágico
Julia de Asensi
Cuento infantil
Una tarde, que los padres aún no habían vuelto de trabajar en el campo, se hallaba Juanito en su bonita casa compuesta de dos pisos, al cuidado de una anciana encargada de atender a las faenas de la cocina, mientras sus amos procuraban sacar de una ingrata tierra lo preciso para el sustento de todo el año.
La casa era el sólo bien que los dos labradores habían logrado salvar después de varias malas cosechas; era herencia de los padres de ella y por nada en el mundo la hubieran vendido o alquilado.
Juanito se hallaba en la sala, una habitación grande, alta de techo, con dos ventanas que daban al campo, amueblada con sillas de Vitoria, un rústico sofá, una cómoda, con una infinidad de baratijas encima, y dos mesas.
A una de las ventanas, que estaba abierta, se acercó por la parte de fuera un hombre mal encarado, vestido pobremente y con un fuerte garrote en la mano. Hizo seña a Juanito de que se acercara y le preguntó, cuando el muchacho estuvo próximo, donde se encontraba su padre.
—En el campo grande —contestó el niño.
—¿Y dónde es eso? —prosiguió el hombre.
—Por lo visto es V. forastero cuando no lo sabe. Mire por donde yo señalo con la mano. Ese sendero de ahí enfrente tuerce a la izquierda, sale a una explanada, luego…
—No hay quien lo entienda —interrumpió el hombre—; y el caso es que urge verlo para el ajuste de los garbanzos y de la cebada. ¿No podrías acompañarme?
—Mis padres me han prohibido salir de casa, y si falto a su orden me castigarán.
—Más podrán castigarte si pierden la renta por ti.
—¿Y qué he de hacer entonces?
—Acompañarme si quieres y si no dejarlo que haré el trato con otro labrador.
—Es que —prosiguió el niño—, dicen que hay dos secuestradores en el país y por eso mis padres temen que salga.
Dominio público
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Publicado el 7 de enero de 2021 por Edu Robsy.