Héctor Servadac
Julio Verne
Novela
Primera Parte
I. CAMBIO DE TARJETAS
No, capitán, no cedo a usted la plaza.
—Lo siento, conde; pero por nada ni por nadie modifico mis pretensiones.
—¿De veras?
—Sí, señor.
—Tenga en cuenta, sin embargo, que soy el más antiguo en esa pretensión.
—La antigüedad no da ningún derecho en estos asuntos.
—Le obligaré a cederme el puesto, capitán.
—No lo creo, conde.
—Me parece que una estocada…
—Quizás un pistoletazo…
—Tome mi tarjeta.
—Allá va la mía.
Dichas estas palabras, los dos adversarios cambiaron sus tarjetas, en las que se leía:
Héctor Servadac, capitán del Estado Mayor en Mostaganem, en una; y
Conde Basilio Timascheff, a bordo de la goleta Dobryna, en la otra.
Al separarse, preguntó el conde Timascheff:
—¿Dónde pueden verse nuestros testigos?
—Hoy a las dos, si a usted le parece bien —respondió Héctor—, en el Estado Mayor.
—¿En Mostaganem?
—En Mostaganem.
Y, dicho esto, el capitán Servadac y el conde Timascheff se saludaron con cortesía. Al ir a separarse, el conde Timascheff hizo esta observación:
—Capitán, creo que debemos callar la verdadera causa de este duelo.
—También lo creo yo —respondió Servadac.
—No se pronunciará nombre alguno.
—Ninguno.
—¿Y el pretexto?
—¿El pretexto? Una discusión musical, señor conde.
—Perfectamente —respondió Timascheff—, yo habré defendido a Wagner, lo cual está en mis ideas.
—Y yo a Rossini, lo cual está también en las mías —replicó, sonriéndose, el capitán Servadac. Después, el conde Timascheff y el oficial de Estado Mayor se saludaron y se separaron definitivamente.
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Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.