Textos mejor valorados de Julio Verne no disponibles | pág. 3

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El País de las Pieles

Julio Verne


Novela


PRIMERA PARTE

UNA FIESTA EN EL FUERTE CONFIANZA

Aquella noche —17 de marzo de 1859— el capitán Craventy daba una fiesta en el fuerte Confianza.

Que la palabra fiesta no evoque en la mente del lector la idea de un sarao grandioso, de un baile de corte, de una zambra ruidosa o de un festival a gran orquesta. La recepción del capitán Craventy era mucho más modesta, a pesar de lo cual no había perdonado sacrificio para darle la mayor brillantez posible.

En efecto, bajo la dirección del cabo Joliffe, el espléndido salón del piso bajo habíase transformado. Aún se veían las paredes de madera, hechas con troncos apenas labrados, horizontalmente dispuestos; pero, disimulaban su tosca desnudez cuatro pabellones británicos, colocados en los cuatro ángulos, y panoplias formadas con armas tomadas del arsenal del fuerte.

Si las largas vigas del techo, rugosas y ennegrecidas, descansaban sobre sus estribos groseramente ajustadas, en cambio, dos lámparas, provistas de sus reflectores de hoja de lata, se balanceaban como dos arañas al extremo de sus cadenas, y proyectaban una luz muy suficiente a través de la atmósfera cargada de la sala.

Las ventanas eran estrechas; algunas parecían troneras; sus vidrios, blindados por una espesa escarcha, desafiaban la curiosidad de la vista; pero dos o tres trozos de percalina encarnada colocados con gusto, llamaban la atención de los invitados. El piso estaba formado por pesados maderos yuxtapuestos que el cabo Joliffe había barrido con esmero en gracia a la solemnidad.


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440 págs. / 12 horas, 50 minutos / 257 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Segunda Patria

Julio Verne


Novela


PREFACIO

Por qué he escrito Segunda Patria…

Los Robinsones han sido los libros de mi infancia, y han dejado en mí recuerdo imperecedero, afirmado en mi alma por las repetidas lecturas que de ellos he hecho. Y hasta puedo asegurar que otros libros modernos no han producido en mí la impresión que los de mi primera edad. No es extraño que mi gusto por este género de aventuras me haya llevado, instintivamente, al camino que más tarde debía seguir. Por esta razón he escrito Escuela de Robinsones, La isla misteriosa y Dos años de vacaciones, cuyos héroes son próximos parientes de los de De Foe y Wyss. Tampoco extrañará a nadie que yo me haya entregado por completo a la obra de los Viajes extraordinarios.

Los títulos de las obras que con tanta avidez leía acuden a mi memoria: el Robinsón de doce años, de madame Mollar de Beaulieu, el Robinsón de las arenas del desierto, de madame de Mirval. Y, semejantes a éstos, las Aventuras de Robert, de Louis Desnoyers, que publicaba el Diario de los niños, con otros muchos libros que jamás olvidaré.

Vino después el Robinsón Crusoe, esa obra maestra, a pesar de no ser más que un episodio en la larga y fastidiosa narración de De Foe. Y, en fin, El cráter de Fenimore Cooper aumentó mi pasión por los héroes de las islas desconocidas del Atlántico o del Pacífico.


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383 págs. / 11 horas, 10 minutos / 187 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Rayo Verde

Julio Verne


Novela


I. El hermano Sam y el hermano Sib

¡Bet!

—¡Beth!

—¡Bess!

—¡Betsey!

—¡Betty!

Todos estos nombres resonaron sucesivamente en el magnífico hall de Helensburgh con arreglo a la costumbre del hermano Sam y del hermano Sib, para llamar así al ama de llaves de la mansión.

Pero en aquel momento los diminutivos familiares del nombre de Elisabeth no lograron que apareciera la buena mujer, tanto como si la hubieran llamado con su nombre entero.

En cambio, el que apareció en la puerta del hall con la gorra en la mano fue el mayordomo Partridge en persona.

Partridge, dirigiéndose a los dos personajes de alegre semblante, sentados en el alféizar de una ventana que hacía tribuna en la fachada de la casa:

—Los señores han llamado a la señora Bess —dijo—, pero la señora Bess no está en casa.

—¿Dónde está, pues, Partridge?

—Ha salido acompañando a la señorita Campbell, que se pasea por el jardín.

Y Partridge se retiró ceremoniosamente, obedeciendo una señal que le hicieron los dos hermanos.

Estos dos hermanos, Sam y Sib —cuyo verdadero nombre de bautismo era Samuel y Sebastián—, tíos de la señorita Campbell, escoceses de pura cepa, escoceses de un antiguo clan de las Tierras Altas, contaban entre los dos la bonita edad de ciento doce años, con una diferencia solo en quince meses entre el mayor Sam y el menor Sib.


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151 págs. / 4 horas, 25 minutos / 152 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Náufragos del Jonathan

Julio Verne


Novela


Primera parte

I. El guanaco

Era un animal grácil, de cuello largo y elegante curvatura, de grupa redonda, nerviosas y finas las patas, los ijares entrados, el pelaje de color rojizo oteado de blanco, la cola corta en penacho, muy luda. En aquellas tierras le llaman guanaco; en francés: guanaque. Vistos de lejos, estos rumiantes crean con frecuencia la ilusión de caballos montados y, más de un viajero confundido por esa apariencia, ha tomado una de sus manadas que galopan en el horizonte, por un grupo de jinetes.

Ese guanaco, única criatura visible en aquella desierta región, se detuvo en la cresta de un montículo, en el centro de una extensa pradera donde los juncos se rozaban sonoramente unos con otros y apuntaban sus afiladas agujas entre matas de plantas espinosas. Vuelto el hocico hacia el viento, aspiraba las emanaciones traídas por una ligera brisa del este. El ojo avizor, erguida la oreja giratoria, estaba al acecho, dispuesto a emprender la huida al menor ruido sospechoso.

La llanura no ofrecía una superficie uniformemente lisa. Aquí y allá se veían ondulaciones formadas por los barrancos que las grandes lluvias borrascosas habían dejado a su paso. Resguardado por uno de esos rellanos, a poca distancia del montículo, reptaba un indígena, un indio, que no podía ser descubierto por el guanaco. Casi totalmente desnudo, cubierto tan solo por los jirones de piel de animal, avanzaba sin ruido, deslizándose por la hierba, para acercarse a la presa codiciada sin espantarla. Esta, sin embargo, empezaba a dar señales de inquietud, como si temiera un peligro inminente.


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452 págs. / 13 horas, 11 minutos / 141 visitas.

Publicado el 17 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Castillo de los Cárpatos

Julio Verne


Novela


I

Esta historia no es fantástica, es sólo novelesca. ¿Hay que deducir que no es verdadera, dada su falta de verosimilitud? Sería un error. Vivimos en una época en la que todo ocurre; casi se tiene derecho a decir que todo ha ocurrido. Si nuestro relato no es verosímil hoy, puede serlo mañana, gracias a los recursos científicos de que dispone el futuro, y nadie se atrevería a incluirla entre las leyendas. Además, nadie cree ya en las leyendas al final de este práctico y positivo siglo XIX, ni en Bretaña, la comarca de los esquivos korrigans, ni en Escocia, la tierra de los brownies y los gnomos, ni en Noruega, la patria de los ases, de los elfos, de los siífos y de las valquirias, ni siquiera en Transilvania, donde el marco de los Cárpatos se presta de forma tan natural a cualquier evocación psicagógica. Sin embargo, conviene observar que la región transilvana está aún muy apegada a las supersticiones de las primeras edades.

Esas provincias de la extrema Europa fueron descritas por el señor de Gérando y visitadas por Eliseo Reclus. Ninguno de ellos mencionó la curiosa historia en que se basa esta novela. ¿Acaso no llegó a su conocimiento? Quizá sí, pero no quisieron darle crédito. Es muy de lamentar, pues la hubieran contado, el uno con la precisión de un analista, el otro con esa poesía instintiva que impregna sus relaciones de viaje.

Puesto que ni uno ni otro lo hicieron, voy a tratar de hacerlo yo en su lugar.


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161 págs. / 4 horas, 42 minutos / 269 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Pueblo Aéreo

Julio Verne


Novela


1. UN VIAJE PELIGROSO.

—¿Y el Congo americano? —inquirió Max Huber—. ¿Acaso no falta agregar un Congo americano?

—¿Para qué, mi querido Max?— le contestó John Cort—. ¿Acaso nos faltan grandes extensiones en los Estados Unidos? ¿Qué necesidad hay de colonizar tierras en otros continentes cuando aún tenemos centenares de miles de kilómetros cuadrados de territorio virgen entre Alaska y Texas?

—¡Pero si las cosas continúan así, las naciones europeas terminarán por repartirse África y nada quedará para tus compatriotas!

—Ni los norteamericanos ni los rusos tienen nada que hacer en el Continente Negro —repuso John Cort con acento terminante.

—¿Pero por qué?

—Porque es inútil fatigarse caminando en busca de lo que se tiene al alcance de la mano…

—¡Bah! Ya verás, querido amigo. El Gobierno Federal de los Estados Unidos reclamará uno de estos días su parte en el postre africano.

Si hay un Congo francés, otro belga, y otro alemán, hay un Congo independiente que sólo espera la oportunidad de dejar de serlo. Y a esto cabe agregar la enorme extensión sin explorar que llevamos ya tres meses recorriendo…

—Explorando como curiosos y no como conquistadores, Max.

—La diferencia no es considerable, digno ciudadano de los Estados Unidos —aclaró Max Huber—. Te repito que esta parte de África podría convertirse en una magnífica colonia de la Unión… tiene territorios extraordinariamente fértiles, que esperan tan sólo que se los utilice, bajo la influencia de una irrigación natural de gran generosidad…

—Y un calor igualmente generoso —lo interrumpió John, secándose la transpiración que le bañaba la frente.

—¡Bah! No hagas caso —replicó Max —. Todo es cuestión de aclimatarse. Recién estamos en primavera. Espera que llegue el verano y me dirás.


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109 págs. / 3 horas, 11 minutos / 214 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

En el Siglo XXIX: La Jornada de un Periodista Norteamericano en el 2889

Julio Verne


Cuento


Los hombres de este siglo XXIX viven en medio de un espectáculo de magia continua, sin que parezcan darse cuenta de ello. Hastiados de las maravillas, permanecen indiferentes ante lo que el progreso les aporta cada día. Siendo más justos, apreciarían como se merecen los refinamientos de nuestra civilización. Si la compararan con el pasado, se darían cuenta del camino recorrido. Cuánto más admirables les parecerían las modernas ciudades con calles de cien metros de ancho, con casas de trescientos metros de altura, a una temperatura siempre igual, con el cielo surcado por miles de aerocoches y aeroómnibus. Al lado de estas ciudades, cuya población alcanza a veces los diez millones de habitantes, qué eran aquellos pueblos, aquellas aldeas de hace mil años, esas París, esas Londres, esas Berlín, esas Nueva York, villorrios mal aireados y enlodados, donde circulaban unas cajas traqueteantes, tiradas por caballos. ¡Sí, caballos! ¡Es de no creer! Si recordaran el funcionamiento defectuoso de los paquebotes y de los ferrocarriles, su lentitud y sus frecuentes colisiones, ¿qué precio no pagarían los viajeros por los aerotrenes y sobre todo por los tubos neumáticos, tendidos a través de los océanos y por los cuales se los transporta a una velocidad de 1500 kilómetros por hora? Por último, ¿no se disfrutaría más del teléfono y del telefoto, recordando los antiguos aparatos de Morse y de Hugues, tan ineficientes para la transmisión rápida de despachos?

¡Qué extraño! Estas sorprendentes transformaciones se fundamentan en principios perfectamente conocidos que nuestros antepasados quizás habían descuidado demasiado. En efecto, el calor, el vapor, la electricidad son tan antiguos como el hombre. A fines del siglo XIX, ¿no afirmaban ya los científicos que la única diferencia entre las fuerzas físicas y químicas reside en un modo de vibración, propio de cada una de ellas, de las partículas etéricas?


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17 págs. / 30 minutos / 262 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Un Drama en México

Julio Verne


Cuento


I. Desde la isla de Guaján a Acapulco

El 18 de octubre de 1824, el Asia, bajel español de alto bordo, y la Constancia, brick de ocho cañones, partían de Guaján, una de las islas Marianas. Durante los seis meses transcurridos desde su salida de España, sus tripulaciones, mal alimentadas, mal pagadas, agotadas de fatiga, agitaban sordamente propósitos de rebelión. Los síntomas de indisciplina se habían hecho sentir sobre todo a bordo de la Constancia, mandada por el capitán señor Orteva, un hombre de hierro al que nada hacía plegarse. Algunas averías graves, tan imprevistas que solo cabía atribuirlas a la malevolencia, habían retrasado al brick en su travesía. El Asia, mandado por don Roque de Guzuarte, se vio obligado a permanecer con él. Una noche la brújula se rompió sin que nadie supiera cómo. Otra noche los obenques de mesana fallaron como si hubieran sido cortados y el mástil se derrumbó con todo el aparejo. Finalmente, los guardines del timón se rompieron por dos veces durante una maniobra importante.

La isla de Guaján, como todas las Marianas, depende de la Capitanía General de las islas Filipinas. Los españoles, que llegaban a posesiones propias, pudieron reparar prontamente sus averías.

Durante esta forzada estancia en tierra, el señor Orteva informó a don Roque del relajamiento de la disciplina que había notado a bordo, y los dos capitanes se comprometieron a redoblar la vigilancia y severidad.

El señor Orteva tenía que vigilar más especialmente a dos de sus hombres, el teniente Martínez y el gaviero José.


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26 págs. / 46 minutos / 345 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Soberbio Orinoco

Julio Verne


Novela


Volumen I

I. Miguel y sus dos colegas

—Verdaderamente, no hay motivo para que esta discusión no termine —dijo Miguel, que procuraba interponerse entre los dos ardientes contrarios.

—Pues bien, no acabará —respondió Felipe—, al menos por el sacrificio de mi opinión a la de Varinas.

—Ni por el abandono de mis ideas en provecho de Felipe —replicó Varinas.

Desde hacía tres horas, los dos testarudos sabios disputaban, sin ceder un ápice, sobre la cuestión del Orinoco. Este célebre río del Sur de América, principal arteria de Venezuela, ¿se dirigía en su curso superior de Este a Oeste, como los mapas más recientes indicaban, o venía del Suroeste, y en este caso, el Guaviare o el Atabapo no debían ser considerados como afluentes?

—Es el Atabapo el que es el Orinoco —afirmaba enérgicamente Felipe.

—Es el Atabapo —afirmaba enérgicamente Felipe.

—Es el Guaviare —afirmaba con no menos energía Varinas.

La opinión de Miguel era la que han adoptado los modernos geógrafos. Según éstos, los manantiales del Orinoco están situados en la parte de Venezuela que confina con el Brasil y con la Guayana inglesa, de forma que este río es venezolano en todo su recorrido.

Pero en vano Miguel procuraba convencer a sus dos amigos, que además no estaban conformes en otro punto no menos importante.

—No —repetía el uno—. El Orinoco nace en los Andes colombianos, y el Guaviare, que pretende usted que es un afluente, es todo el Orinoco: colombiano en su curso superior, venezolano en su curso inferior.

—¡Error! —aseguraba el otro—. El Atabapo es el Orinoco y no el Guaviare.

—¡Eh, amigos míos! —respondió Miguel—. Prefiero creer que tal río, uno de los más hermosos de América, no riega más país que el nuestro.


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329 págs. / 9 horas, 37 minutos / 210 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Matías Sandorf

Julio Verne


Novela


A ALEJANDRO DUMAS

Os dedico este libro, dedicándole también a la memoria del narrador del mismo Alejandro Damas, vuestro padre. En esta obra he intentado hacer de Matías Sandorf el Montecristo de los Viajes extraordinarios. Os ruego aceptéis la dedicatoria como un testimonio de mi profunda amistad.

JULIO VERNE

* * *

RESPUESTA DE M. A. DUMAS

QUERIDO AMIGO:

Estoy muy conmovido por el buen pensamiento que habéis tenido al dedicarme MATÍAS SANDORF, cuya lectura comenzaré a mi vuelta, el viernes o sábado. Tenéis razón al asociar en vuestra dedicatoria la memoria del padre a la amistad del hijo. Nadie se hubiera encantado tanto como el autor del MONTECRISTO con la lectura de vuestras creaciones luminosas, originales, seductoras. Hay entre vos y él un parentesco literario tan evidente, que vos, más bien que yo, sois hijo suyo. Os amo desde hace tanto tiempo, y con el mayor placer me considero vuestro hermano.

Os doy gramas por vuestro perseverante afecto, y os aseguro una vez más, y con el mayor cariño, mi fina amistad.

A. DUMAS

Primera parte

I. La paloma mensajera

Trieste, la capital de la Iliria, se divide en dos ciudades diferentes: la una nueva y rica, Theresienstadt, correctamente edificada en la orilla del pequeño golfo sobre el cual el hombre ha conquistado su suelo; la otra vieja y pobre, irregularmente construida, encerrada entre el Corso, que la separa de la primera, y las pendientes de la colina del Karst, cuya cima está coronada por una ciudadela de aspecto pintoresco.


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497 págs. / 14 horas, 30 minutos / 150 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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