Textos más populares esta semana de Julio Verne | pág. 3

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autor: Julio Verne


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La Isla del Tío Robinson

Julio Verne


Novela


Capítulo 1

La porción más desértica del océano Pacífico es esa vasta extensión de agua, limitada por Asia y América al oeste, al este por las islas Aleutianas y las Sándwich al norte y al sur. Los barcos mercantes casi no se aventuran en este mar. No hay al parecer ningún punto en el que pudiera hacerse una escala de emergencia y las corrientes son allí caprichosas. Los buques de navegación de altura, que transportan productos desde Nueva Holanda hasta América Occidental, navegan en latitudes más bajas; sólo el tráfico entre Japón y California podría animar esta parte septentrional del Pacífico pero todavía no es muy importante. La línea transatlántica que hace el servicio entre Yokohama y San Francisco sigue un poco más abajo la ruta de los grandes círculos del globo. Se puede decir en consecuencia que allí, entre los cuarenta y los cincuenta grados de latitud norte, existe lo que se puede llamar «el desierto». Quizás algún ballenero se arriesga alguna vez en este mar casi desconocido pero cuando lo hace pronto se apresura a sortear la cintura de las islas Aleutianas a fin de penetrar en el estrecho de Bering, más allá del cual se refugian los grandes cetáceos, encarnizadamente perseguidos por el arpón de los pescadores.


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226 págs. / 6 horas, 37 minutos / 259 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Tribulaciones de un Chino en China

Julio Verne


Novela


I

Donde se van conociendo poco a poco la fisonomía y la patria de los personajes

—Sin embargo, es justo aceptar que la vida tiene cosas buenas —dijo uno de los invitados que tenía los codos sobre los brazos de su asiento de respaldo de mármol y estaba chupando una raíz de nenúfar con azúcar.

—Y malas también, respondía, entre dos accesos de tos, otro que había estado a punto de ahogarse con una espina de aleta de tiburón.

—Seamos filósofos, dijo entonces un personaje de más edad cuya nariz sostenía un enorme par de anteojos de grandes cristales, montados sobre armadura de madera. Hoy corre el riesgo de ahogarse y mañana todo pasa como pasan los sorbos de este suave néctar.

—Ésta es la vida, ni más ni menos. Esto diciendo aquel epicúreo de genio acomodaticio, se bebió una copa de excelente vino tibio, cuyo ligero vapor se escapaba lentamente de una tetera metálica.

—A mí, dijo otro convidado, la existencia me parece muy aceptable cuando no se hace nada y se tienen los medios de estar ocioso.

—¡Error! Repuso el quinto comensal. La felicidad consiste en el estudio y en el trabajo. Adquirir la mayor suma posible de conocimientos es buscar la dicha…

—Y llegar a saber que en resumidas cuentas no se sabe nada.

—¿No es ése el principio de la sabiduría?

—¿Y cuál es el fin?

—La sabiduría no tiene fin, respondió filosóficamente el de los anteojos. La satisfacción suprema sería tener sentido común. Entonces el primero de los comensales se dirigió al anfitrión que ocupaba la cabecera de la mesa, es decir, el sitio más malo, como lo exigen las leyes de la cortesía. El anfitrión, indiferente y distraído, escuchaba, sin decir nada aquella disertación ínter pocula.


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186 págs. / 5 horas, 26 minutos / 257 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Escuela de Robinsones

Julio Verne


Novela


1

En que el lector hallara, si lo desea, ocasión de comprar una isla en el Océano Pacífico

«¡Se vende isla al contado, sin gastos, al último y mejor postor!», repetía una y otra vez, sin tomar aliento, Dean Felporg, comisario tasador de la subasta en que se debatían las condiciones de esta venta singular.

«¡Isla en venta, isla en venta!», repetía con voz más y más sonora el pregonero Gingrass, que iba y venía por entre una multitud en verdad excitadísima.

Multitud, efectivamente, que se apretaba en la vasta sala del hotel de ventas del número 10 de la calle Sacramento. Allí había no sólo cierto número de americanos de los estados de California, Oregon y Utah, sino también algunos de esos franceses que forman una buena sexta parte de la población, mejicanos envueltos en su sarape, chinos con sus túnicas de largas mangas, zapatos en punta y gorro cónico, canacos de Oceanía e incluso pies-negros, vientres abultados, o cabezas-planas procedentes de las riberas del río Trinidad.

Nos apresuramos a decir que la escena tenía lugar en la capital del estado californiano, en San Francisco, pero no en la época en que la explotación de nuevos placeres atraía a los buscadores de oro de ambos mundos, de 1849 a 1852. San Francisco ya no era lo que había sido al principio, un caravasar, un desembarcadero, una posada en que se detenían por una noche los atareados que se apresuraban hacia los terrenos auríferos de la vertiente occidental de la Sierra Nevada. ¡No!


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183 págs. / 5 horas, 21 minutos / 142 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Un Billete de Lotería

Julio Verne


Novela


I

—¿Qué hora es? —preguntó la señora Hansen, después de haber sacudido la ceniza de su pipa y arrojado al aire las últimas bocanadas de humo, que se perdieron entre los pintados maderos del lecho.

—Las ocho han dado ya, madre —respondió Hulda.

—No es probable que nos lleguen viajeros durante la noche, hija mía; el tiempo está bastante malo.

—Creo lo mismo. De todos modos, las habitaciones están dispuestas, y yo oiré si llaman desde fuera.

—¿No ha vuelto tu hermano?

—Todavía no.

—¿No dijo que estaría hoy de vuelta?

—No, madre. Joël ha ido a acompañar a un viajero hasta el lago Tinn, y como ha partido muy tarde, no creo que pueda volver a Dal antes de mañana.

—¿Entonces dormirá en Meel?

—Sin duda, a menos que haya ido a Bamble a hacer una visita al granjero Helmboë…

—Y a su hija Siegfrid.

—¡Sí, Siegfrid, mi mejor amiga, a quien quiero como a una hermana! —respondió sonriendo la joven.

—Pues bien. Cierra la puerta, Hulda, y vamos a dormir.

—¿Te sientes mal, madre?

—No, pero pienso levantarme mañana muy temprano. Tengo precisión de ir a Moel.

—¿Y para qué?…

—¿Acaso no hay necesidad de renovar nuestras provisiones para la próxima estación?

—¿Qué? ¿Ha llegado ya a Meel el comisario de Cristianía con su carro de vinos y de comestibles?


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156 págs. / 4 horas, 34 minutos / 140 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Hijos del Capitán Grant

Julio Verne


Novela


Tomo I. En América del Sur

I. Un tiburón

El 26 de julio de 1864, un hermoso yate, el Duncan, avanzaba a todo vapor por el canal del norte; un fresco viento del noroeste favorecía su marcha. En el tope del trinquete flameaba la bandera de Inglaterra y un poco más atrás, sobre el palo mayor, se agitaba un gallardete azul que mostraba una dorada corona ducal y las iniciales E.G.

Lord Glenarvan, uno de los dieciséis pares escoceses de la cámara alta y el socio más distinguido del Royal Thames Yacht Club, propietario del Duncan, se hallaba a bordo junto a su joven esposa, lady Elena, y su primo, el mayor Mac Nabbs.

El Duncan realizaba su primer viaje de prueba por las aguas próximas al golfo de Clyde, cuando ya maniobraba para regresar a Glasgow el vigía señaló un enorme pez que seguía el curso del buque. Esta novedad fue comunicada por el capitán, John Mangles, a lord Edward, quien subió a cubierta en compañía de su primo para enterarse mejor de lo que ocurría.

El capitán opinó, ante la sorpresa del lord, que podía tratarse de un tiburón, posiblemente de la variedad martillo, que suele aparecer por todos los mares.

Inmediatamente le propuso una original pesca para confirmar su opinión y disminuir, si lo lograba, el número de estos terribles animales.

Lord Glenarvan aceptó la propuesta y mandó avisar a lady Elena que también subió a cubierta ansiosa de ser testigo de aquella extraña pesca.


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545 págs. / 15 horas, 54 minutos / 1.106 visitas.

Publicado el 15 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Dos Años de Vacaciones

Julio Verne


Novela


PRÓLOGO

Muchos Robinsones han despertado ya la curiosidad de nuestros jóvenes lectores. Daniel de Foe, en su inmortal Robinsón Crusoé, ha puesto en escena al hombre solo; Wyss, en su Robinsón Suizo, a la familia; Cooper, en El Cráter, a una sociedad con sus múltiples elementos, y yo en La Isla Misteriosa he presentado a algunos sabios luchando con las necesidades de su penosísima situación.

Se ha escrito también El Robinsón de doce años, El Robinsón de los hielos, El Robinsón de las niñas, y otros; pero con ser tan grande el número de novelas que componen la serie de los Robinsones, no la considero completa, y he creído que para ello sería conveniente publicar un libro cuyos protagonistas fueran algunos jovencitos de ocho a trece años, abandonados en una isla, luchando por la vida en medio de las contrariedades ocasionadas por la diferencia de nacionalidad; en una palabra, un colegio de Robinsones.

Verdad es que en Un capitán de quince años procuró demostrar lo que pueden el valor y la inteligencia de un niño enfrente de los peligros y de las dificultades de una responsabilidad muy grande para su edad; pero se me ha ocurrido después que si la enseñanza contenida en dicho libro ha de ser para muchos provechosa, se hacía necesario completarla.

He aquí los dos motivos que me han impulsado a escribir esta nueva obra, que me permito ofrecer al público bajo el título de: Dos años de vacaciones.

JULIO VERNE.

I

—La tempestad. —Un «schooner» desamparado. —Cuatro muchachos en el puente del «Sloughi». —La mesana hecha pedazos. —Visita en el interior del yate. —El grumete medio ahogado. —Una ola por la popa. —La tierra a través de las nieblas de la madrugada. —El banco de arrecifes.


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341 págs. / 9 horas, 57 minutos / 754 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Faro del Fin del Mundo

Julio Verne


Novela


PRIMERA PARTE

I. Inauguración

El sol iba a desaparecer detrás de las colinas que limitaban el horizonte hacia el oeste. El tiempo era hermoso. Por el lado opuesto, algunas nubecillas reflejaban los últimos rayos, que no tardarían en extinguirse en las sombras del crepúsculo, de bastante duración en el grado 55 del hemisferio austral.

En el momento que el disco solar mostraba solamente su parte superior, un cañonazo resonó a bordo del «aviso» Santa Fe, y el pabellón de la República Argentina flameó.

En el mismo instante resplandecía una vivísima luz en la cúspide del faro construido a un tiro de fusil de la bahía de Elgor, en la que el Santa Fe había fondeado.

Dos de los torreros del faro, los obreros agrupados en la playa, la tripulación reunida en la proa del barco, saludaron con grandes aclamaciones la primera luz encendida en aquella costa lejana.

Otros dos cañonazos siguieron al primero, repercutidos por los ruidosos ecos de los alrededores. La bandera fue luego arriada, según el reglamento de los barcos de guerra, y el silencio se hizo en aquella Isla de los Estados, situada en el punto de concurrencia del Atlántico con el Pacifico.

Los obreros embarcaron a bordo del Santa Fe, y no quedaron en tierra más que los tres torreros, uno de ellos de servicio en la cámara de cuarto.

Los otros dos paseaban, charlando, a la orilla del mar.

—Y bien, Vázquez —dijo el más Joven de los dos— ¿Es mañana cuando zarpa el «aviso»?

—Si, Felipe, mañana mismo, y espero que no tendrá mala travesía para llegar al puerto, a menos que no cambie el viento. Después de todo, quinientas millas no es ninguna cosa extraordinaria, cuando el barco tiene buena máquina y sabe llevar la lona.

—Y, además, que el comandante Lafayate conoce bien la ruta.


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129 págs. / 3 horas, 47 minutos / 532 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Ayer y Mañana

Julio Verne


Cuento


AVENTURAS DE LA FAMILIA RATÓN

Cuento de hadas

I

Había una vez una familia de ratas, compuesta por el padre Ratón, la madre Ratona, su hija Ratina, y su primo Raté; sus criados eran el cocinero Rata y su buena mujer Ratana. Ahora bien, niños míos queridos, acaeciéndoles tan extraordinarias aventuras a estos estimables roedores, que no puedo resistir el deseo de contároslas.

Pasaba esto en el tiempo de las hadas y de los encantadores, en el tiempo asimismo en que las bestias hablaban; de esa época es, sin duda, de la que data la frase «decir bestialidades». Y, sin embargo, esas bestias no han dicho ni dicen más bestialidades que las que dicen y han dicho los hombres de hoy y los hombres de antaño.

Escuchad, pues, mis queridos niños; voy a dar principio.

II

En una de las más hermosas ciudades de aquel tiempo y en la más hermosa casa de la ciudad residía una buena hada que se llamaba Firmenta; hacía todo el bien que un hada puede hacer, y era muy amada.

Según parece, en aquella época todos los seres vivos estaban sometidos a las leyes de la metempsicosis; no os asustéis de esta palabreja, que no significa otra cosa sino que había una escala en la creación cuyos escalones debía franquear cada uno de los seres para poder llegar hasta el último, y tomar puesto en las filas de la humanidad; así que de esta suerte se nacía molusco, se convertía uno en pez, en pájaro luego, en cuadrúpedo después y, por fin, en hombre o mujer.

Como veis, era preciso ascender del estado más rudimentario al estado más perfecto; podía, con todo, suceder que se volviese a bajar la escala merced a la maligna influencia de algún encantador; y en tal caso, ¡qué triste existencia! ¡Figuraos: haber sido hombre y convertirse luego en ostra! Por fortuna, esto no se ve ya en nuestros días, físicamente al menos.


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196 págs. / 5 horas, 43 minutos / 360 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Aventuras de un Niño Irlandés

Julio Verne


Novela


Primera Parte: Primeros pasos

I. En el fondo de Connaught

Irlanda, cuya superficie comprende veinte millones de acres, o sea unos diez millones de hectáreas, está gobernada por un virrey, asistido de un Consejo privado, en virtud de una delegación del soberano de Gran Bretaña. Está dividida en cuatro provincias: Leinster al este, Munster al sur, Connaught al oeste y Ulster al norte.

El Reino Unido no formaba antes más que una sola isla, según los historiadores.

Ahora son dos y más separadas por la diferencia de costumbres que por las barreras físicas. Los irlandeses amigos de Francia son enemigos de Inglaterra como el primer día.

Irlanda es un hermoso país para los turistas, pero un triste país para sus habitantes. Como éstos no pueden fecundarla, ella no les puede alimentar, sobre todo en la parte del norte. No es, sin embargo, una tierra estéril, puesto que cuenta por millones sus hijos, y si no tiene alimento para ellos, sus hijos la aman con pasión. Prodíganle los más cariñosos nombres. Erin Verde, y verde es, en efecto. Bella Esmeralda, una esmeralda engarzada en granito en vez de en oro… Isla de los Bosques… pero es más bien de las rocas. Tierra de la Canción, pero esta canción sólo se escapa de bocas enfermas. Primera flor de la Tierra, Primera flor de los Mares, pero estas flores se secan pronto al soplo de los vendavales… ¡Pobre Irlanda! Debería llamarse más bien Isla de la Miseria, nombre que debería llevar desde muchos siglos atrás: tres millones de indigentes en una población de ocho millones de habitantes.


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Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Maestro Zacarías

Julio Verne


Cuento


I. Una noche de invierno

En la punta occidental del lago a que debe su nombre, encuéntrase situada la ciudad de Ginebra, dividida en dos barrios distintos por el Ródano, que la atraviesa al salir del lago. El mismo río está separado por una isla fondeada entre sus dos orillas, en el centro de la población; pero esta disposición topográfica no es privativa de Ginebra, pues se ve reproducida frecuentemente en los grandes centros de comercio e industriales. Sin duda sedujo a los primeros habitantes la facilidad de transporte que les ofrecía el curso de los ríos, «caminos que andan solos», según la frase de Pascal, y que, tratándose del Ródano, son caminos que corren.

Cuando no existían aún construcciones nuevas y regulares en la citada isla, especie de galeota holandesa en el centro del río, la maravillosa agrupación de edificios, apiñados unos sobre otros, ofrecía a la vista un aspecto encantador. La pequeña extensión de la isla había obligado a algunas de dichas construcciones a sobresalir sobre las estacas clavadas en las rudas corrientes del Ródano, que las sostenían. Aquellos gruesos maderos, ennegrecidos por el tiempo y roídos por las aguas, asemejábanse a las patas de un crustáceo gigantesco y producían un efecto fantástico. Algunas redes amarillentas, verdaderas telas de araña extendidas en el seno de aquella sustancia secular, se agitaban en la sombra como si fueran el follaje de antiguas selvas de robles; y el río, al pasar por el bosque de estacas, mugía lúgubremente.

El raro carácter de vetustez que tenía una de las casas de la isla llamaba poderosamente la atención. Esta casa era la vivienda del viejo relojero, el maestro Zacarías, que la habitaba con Geranda, su hija, Alberto Thun, su aprendiz, y Escolástica, su anciana sirvienta.


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45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 346 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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