Textos más recientes de León Tolstói | pág. 4

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autor: León Tolstói


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El Músico Alberto

León Tolstói


Cuento


I

A las tres de la mañana, cinco jóvenes de apariencia fastuosa entraban en un baile de San Petersburgo, dispuestos a recrearse. Bebíase champaña copiosamente. La mayoría de los invitados eran muy jóvenes y abundaban entre ellos las mujeres jóvenes también y hermosas. El piano y el violín tocaban sin interrupción, una polka tras otra. El baile y el ruido no cesaban; pero los concurrentes parecían aburridos; sin saber por qué era visible que no reinara allí la alegría que en tales fiestas parece debe reinar.

Varias veces probaron algunos a reanimarla, pero la alegría fingida es peor aún que el tedio más profundo.

Uno de los cinco jóvenes, el más descontento de sí mismo, de los otros de la velada, levantóse con aire contrariado, buscó su sombrero y salió con la intención de marcharse y no volver.

La antesala estaba desierta, pero al través de una de las puertas oíanse voces en el salón contiguo. El joven se detuvo y púsose a escuchar.

—No se puede entrar...; están los invitados ­decía una voz de mujer.

—Que no se puede pasar, porque allí no entran más que los invitados —dijo otra voz de mujer.

—Dejadme pasar, os lo ruego, pues eso no importa —suplicaba una voz débil de hombre.

—Yo no puedo dejaros pasar sin el permiso de la señora—. ¿A dónde vais? ¡Ah!...


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29 págs. / 50 minutos / 283 visitas.

Publicado el 5 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Cristianismo y Anarquismo

León Tolstói


Ensayo, Artículo


Sobre la revolución

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Los revolucionarios dicen que su actividad tiene por objeto la destrucción del tiránico estado actual de las cosas que oprime y deprava a los hombres. Pero, para aniquilarle hay que contar de antemano con los medios; tener cuando menos una probabilidad de que ha de lograrse dicha destrucción, y no hay el menor riesgo de que esto pueda suceder. Los gobiernos existen; desde hace mucho tiempo conocen a sus enemigos y los peligros que les amenazan, y por esta razón toman las medidas que hacen imposible la destrucción del estado de cosas por medio del cual se mantienen. Y los motivos y los medios que para esto tienen los gobiernos son los más fuertes que pueden existir: el instinto de conservación y el ejército disciplinado.


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56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 390 visitas.

Publicado el 5 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Muerte de Iván Ilich

León Tolstói


Novela




1

Durante una pausa en el proceso Melvinski, en el vasto edificio de la Audiencia, los miembros del tribunal y el fiscal se reunieron en el despacho de Ivan Yegorovich Shebek y empezaron a hablar del célebre asunto Krasovski. Fyodor Vasilyevich declaró acaloradamente que no entraba en la jurisdicción del tribunal, Ivan Yegorovich sostuvo lo contrario, en tanto que Pyotr Ivanovich, que no había entrado en la discusión al principio, no tomó parte en ella y echaba una ojeada a la Gaceta que acababan de entregarle.

—¡Señores! —exclamó —¡Ivan Rich ha muerto!

—¿De veras?

—Ahí está. Léalo —dijo a Fyodor Vasilyevich, alargándole el periódico que, húmedo, olía aún a la tinta reciente.

Enmarcada en una orla negra figuraba la siguiente noticia: «Con profundo pesar Praskovya Fyodorovna Golovina comunica a sus parientes y amigos el fallecimiento de su amado esposo Ivan Ilich Golovin, miembro del Tribunal de justicia, ocurrido el 4 de febrero de este año de 1882. El traslado del cadáver tendrá lugar el viernes a la una de la tarde.»

Ivan Ilích había sido colega de los señores allí reunidos y muy apreciado de ellos. Había estado enfermo durante algunas semanas y de una enfermedad que se decía incurable. Se le había reservado el cargo, pero se conjeturaba que, en caso de que falleciera, se nombraría a Alekseyev para ocupar la vacante, y que el puesto de Alekseyev pasaría a Vinnikov o a Shtabel. Así pues, al recibir la noticia de la muerte de Ivan Ilich lo primero en que pensaron los señores reunidos en el despacho fue en lo que esa muerte podría acarrear en cuanto a cambios o ascensos entre ellos o sus conocidos.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 1.266 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Ana Karenina

León Tolstói


Novela


PRIMERA PARTE

I

Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.

En casa de los Oblonsky andaba todo trastrocado. La esposa acababa de enterarse de que su marido mantenía relaciones con la institutriz francesa y se había apresurado a declararle que no podía seguir viviendo con él.

Semejante situación duraba ya tres días y era tan dolorosa para los esposos como para los demás miembros de la familia. Todos, incluso los criados, sentían la íntima impresión de que aquella vida en común no tenía ya sentido y que, incluso en una posada, se encuentran más unidos los huéspedes de lo que ahora se sentían ellos entre sí.

La mujer no salía de sus habitaciones; el marido no comía en casa desde hacía tres días; los niños corrían libremente de un lado a otro sin que nadie les molestara. La institutriz inglesa había tenido una disputa con el ama de llaves y escribió a una amiga suya pidiéndole que le buscase otra colocación; el cocinero se había ido dos días antes, precisamente a la hora de comer; y el cochero y la ayudante de cocina manifestaron que no querían continuar prestando sus servicios allí y que sólo esperaban que les saldasen sus haberes para irse.

El tercer día después de la escena tenida con su mujer, el príncipe Esteban Arkadievich Oblonsky — Stiva, como le llamaban en sociedad —, al despertar a su hora de costumbre, es decir, a las ocho de la mañana, se halló, no en el dormitorio conyugal, sino en su despacho, tendido sobre el diván de cuero.

Volvió su cuerpo, lleno y bien cuidado, sobre los flexibles muelles del diván, como si se dispusiera a dormir de nuevo, a la vez que abrazando el almohadón apoyaba en él la mejilla.

De repente se incorporó, se sentó sobre el diván y abrió los ojos.


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1.071 págs. / 1 día, 7 horas, 15 minutos / 1.189 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Guerra y Paz

León Tolstói


Novela


PRIMERA PARTE

I

Bien. Desde ahora, Génova y Lucca no son más que haciendas, dominios de la familia Bonaparte. No. Le garantizo a usted que si no me dice que estamos en guerra, si quiere atenuar aún todas las infamias, todas las atrocidades de este Anticristo (de buena fe, creo que lo es), no querré saber nada de usted, no le consideraré amigo mío ni será nunca más el esclavo fiel que usted dice. Bien, buenos días, buenos días. Veo que le atemorizo. Siéntese y hablemos.

Así hablaba, en julio de 1805, Ana Pavlovna Scherer , dama de honor y parienta próxima de la emperatriz María Fedorovna, saliendo a recibir a un personaje muy grave, lleno de títulos: el príncipe Basilio, primero en llegar a la velada. Ana Pavlovna tosía hacía ya algunos días. Una gripe, como decía ella —gripe, entonces, era una palabra nueva y muy poco usada —. Todas las cartas que por la mañana había enviado por medio de un lacayo de roja librea decían, sin distinción: «Si no tiene usted nada mejor que hacer, señor conde — o príncipe —, y si la perspectiva de pasar las primeras horas de la noche en casa de una pobre enferma no le aterroriza demasiado, me consideraré encantada recibiéndole en mi palacio entre siete y diez. Ana Scherer.» — ¡Dios mío, qué salida más impetuosa! —repuso, sin inmutarse por estas palabras, el Príncipe. Se acercó a Ana Pavlovna, le besó la mano, presentándole el perfumado y resplandeciente cráneo, y tranquilamente se sentó en el diván.

—Antes que nada, dígame cómo se encuentra, mi querida amiga, — ¿Cómo quiere usted que nadie se encuentre bien cuando se sufre moralmente? ¿Es posible vivir tranquilo en nuestros tiempos, cuando se tiene corazón? — repuso Ana Pavlovna —. Supongo que pasará usted aquí toda la velada.


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Dominio público
609 págs. / 17 horas, 47 minutos / 2.888 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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