El Amor al Prójimo
Leónidas Andréiev
Teatro
Un lugar salvaje entre las montañas.
En un pequeño saliente de una alta roca, casi vertical, hay un hombre de pie, en una situación, al parecer, desesperada. No se comprende cómo ha podido llegar allí: el acceso al pequeño saliente parece imposible. Las escalas, las cuerdas y demás útiles de salvamento a que se ha recurrido han sido ineficaces.
El desgraciado lleva, a lo que se ve, mucho tiempo en tan crítica situación. Abajo, al pie de la roca, se ha reunido ya una abigarrada multitud; pregonan su mercancía algunos vendedores de refrescos, de tarjetas postales y de baratijas, y hasta se ha establecido un buffet, cuyo único mozo se ve y se desea para atender a la numerosa clientela; un individuo trata de vender un peine que asegura, faltando descaradamente a la verdad, que es de tortuga.
Afluyen sin cesar nuevos turistas, ingleses, alemanes, rusos, franceses, italianos, etc.
Casi todos llevan alpenstocks, gemelos, máquinas fotográficas. Se oye hablar en todas las lenguas.
Junto a la roca, en el sitio donde debe caer el desconocido, dos guardias ahuyentan a la chiquilleríay le cierran el paso, con un bramante, a la multitud.
Gran animación.
El primer guardia.—¡Largo, monicaco! Si te cayera encima, ¿qué dirían tus papás?
El chiquillo.—¿Es que caerá aquí?
El primer guardia.— Sí.
El chiquillo.—¿Y si cae más afuera?
El segundo guardia.—Tiene razón el chico: podía dar un salto, en su desesperación, y caer al otro lado de la cuerda; lo que sería bastante molesto para el público, pues lo menos pesará ochenta kilos.
El primer guardia.—¡Largo, monicaca! ¡Atrás!... ¿Es su hija de usted, señora? Le ruego que no la deje acercarse. Ese joven caerá de un momento a otro.
Dominio público
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Publicado el 22 de abril de 2020 por Edu Robsy.