Cristales
Leopoldo Alas "Clarín"
Cuento
Si el alma un cristal tuviera...
Mi amigo Cristóbal siempre estaba triste... no, no es esa la palabra; era aquello una frialdad, una indiferencia, una abstinencia de toda emoción fuerte, confiada, entusiástica... No sé cómo explicarlo... Hacía daño la vida junto a él. Sus ojos, de un azul muy claro y de pupilas muy brillantes, brillantes desde una oscuridad misteriosa y preguntona, parecían el doctor Pedro Recio de toda expansión, de toda admiración, de todo optimismo; amar, admirar, confiar, en presencia de aquellos ojos, era imposible; a todo oponían el veto del desencanto previo. Y lo peor era que todo lo decían con modestia, casi con temor; la mirada de Cristóbal era humilde, jamás prolongada. Podría decirse que destilaba hielo y echaba a correr.
¿Por qué era así Cristóbal, por qué miraba así? Un día lo supe por casualidad.
* * *
—«El mejor amigo, un duro» —dijo delante de nosotros no sé quién.
—Me irritan —dije a Cristóbal en cuanto quedamos solos—, me irritan estos vanos aforismos de la falsa sabiduría escéptica, plebeya y superficial; creo que el mundo debe en gran parte sus tristezas morales a este grosero y limitado positivismo callejero que con un refrán mata un ideal...
«Sin embargo», dijeron a su modo los ojos de Cristóbal, y sus labios sonrieron y por fin rompieron a hablar:
—Un duro... no será gran amigo; pero acaso no hay otro mejor.
Dominio público
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Publicado el 28 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.