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autor: Leopoldo Alas "Clarín" editor: Edu Robsy textos disponibles


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Rivales

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


¿No ha llegado a notar el discreto lector que en las letras contemporáneas de los países que mejores y más espirituales las tienen, brillan por algún tiempo jóvenes de gran talento, de alma exquisita, promesas de genio, que poco a loco se cansan, se detienen, se obscurecen, vacilan, dejan de luchar por el primer puesto y consienten que otros vengan a ocupar la atención y a gozar iguales ilusiones, y a su vez experimentar el mismo desencanto? Un crítico perspicaz, fijándose en tal fenómeno, ha creído explicarlo atribuyéndolo a la poca fuerza de esas almas, genios abortados, superiores en cierto sentido (si no se atiende al resultado, a la obra acabada), a los mismos genios que tienen la virtud… y el límite de la idea fija, del propósito exclusivo y constante, pero inferiores en voluntad, en vigor, en facultades generales, en suma.


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14 págs. / 25 minutos / 67 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Médica

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Era D. Narciso un enfermo de mucho cuidado; entendámonos, porque la frase es de doble sentido. No digo que estuviera enfermo de mucho cuidado.... Tampoco esto va bien. Si estaba enfermo de mucho cuidado, ya lo creo; muy grave; sobre todo porqué empeoraba, empeoraba y no se podía acertar con el remedio, ni había seguridad alguna en el diagnóstico. Pero lo que yo quería decir primero no se refiere á la gravedad y rareza del mal, sino á la condición personal de D. Narciso, que era un enfermo de mucho cuidado.... como hay toros de mucho cuidado también, ante los cuales el torero necesita tomar bien las medidas á las distancias, y á los quiebros, y al tiempo, para no verse en la cuna. El médico era á don Narciso lo que el torero á esos toros; porque don Narciso, hombre nerviosísimo, filósofo escéptico y aficionado á leer de todo, y por contera aprensivo, como todos los muy enamodos de la propia, preciosa existencia, le ponía las peras á cuarto al doctor, discutía con él, le exigía conocimientos exactos á lo que á el le pasaba por dentro, conocimientos que el doctor estaba muy lejos de poseer; y con las voces técnicas más precisas le combatía, le presentaba objeciones, y, en fin, le desesperaba. Lo peor era que, acostumbrado don Elenterio, el médico, á la mala manía de hablar delante de sus enfermos legos en los términos del arte, porque así ni él mentía ocultando la gravedad del mal, ni los enfermos se alarmaban demasiado, porque no le entendían, á veces se le escapaba delante de D. Narciso alguna de esas palabrotas poco tranquilizadoras para quien las entiende; y el paciente, erudito, siquiera fuese á la violeta, ponía el grito en el cielo, se alborotaba, y si no pedía la Extremaunción no era por falta de miedo había que tranquilizarle, mentir, establecer distingos, en fin, sudar ciencia y paciencia; y no para curarle, sino para que se volviese á sus casillas.


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7 págs. / 13 minutos / 67 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2023 por Edu Robsy.

El Pecado Original

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Ya iban á darle garrote, cuando extendió una mano hacia el público, indicando que quería hablar.

El verdugo no tuvo inconveniente en suspender por un momento su penosa tarea, porque aquel pobre señor no le había dado nada que hacer, y le era simpático, como al pueblo entero que presenciaba la ejecución, y como lo había sido al Tribunal y á cuantos habían intervenido en la causa famosa que le llevaban al suplicio.


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5 págs. / 10 minutos / 66 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2023 por Edu Robsy.

Protesta

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

Este don Fermín Zaldúa, en cuanto tuvo uso de razón, y fue muy pronto, por no perder el tiempo, no pensó en otra cosa más que en hacer dinero. Como para los negocios no sirven los muchachos, porque la ley no lo consiente, don Fermín sobornó al tiempo y se las compuso de modo que pasó atropelladamente por la infancia, por la adolescencia y por la primera juventud, para ser cuanto antes un hombre en el pleno uso de sus derechos civiles; y en cuanto se vio mayor de edad, se puso a pensar si tendría él algo que reclamar por el beneficio de la restitución in integrum. Pero ¡ca! Ni un ochavo tenía que restituirle alma nacida, porque, menor y todo, nadie le ponía el pie delante en lo de negociar con astucia, en la estrecha esfera en que la ley hasta entonces se lo permitía. Tan poca importancia daba él a todos los años de su vida en que no había podido contratar, ni hacer grandes negocios, por consiguiente, que había olvidado casi por completo la inocente edad infantil y la que sigue con sus dulces ilusiones, que él no había tenido, para evitarse el disgusto de perderlas. Nunca perdió nada don Fermín, y así, aunque devoto y aun supersticioso, como luego veremos, siempre se opuso terminantemente a aprender de memoria la oración de San Antonio.

—¿Para qué? —decía él—. ¡Si yo estoy seguro de que no he de perder nunca nada!

—Sí tal —le dijo en una ocasión el cura de su parroquia, cuando Fermín ya era muy hombre— sí tal; puede usted perder una cosa… el alma.

—De que eso no suceda —replicó Zaldúa— ya cuidaré yo a su tiempo. Por ahora a lo que estamos. Ya verá usted, señor cura, cómo no pierdo nada. Procedamos con orden. El que mucho abarca poco aprieta. Yo me entiendo.


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8 págs. / 15 minutos / 61 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Don Patricio o el Premio Gordo en Melilla

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


—¿Por qué me llamaré yo Patricio? —se había preguntado muchas veces, para sus adentros, el señor de Caracoles, mientras metía las manos en los bolsillos de los pantalones, que siempre traía repletos de oro y plata, y sacudía con los dedos, haciéndolo sonar, el vil metal que le hacía cosquillas al saltar sobre los muslos.

«¡Patricio Clemente Caracoles y Cerrajería!»—. «Los apellidos, seguía pensando, están bien; sobre todo el materno, me tiene orgulloso; es toda una garantía. Cerrajería, Cerrajero…, Cerrojo… ¡Magnífico! Llevo en este apellido una caja de caudales, de esas que se disparan solas contra los ladrones. Caracoles… tampoco está mal. La vida del caracol me gusta; se ha dicho: no hay hombre sin hombre; yo digo: no hay hombre sin concha; el que no sea testaceo que se muera. Pero… ¡Clemente!, ¿a qué viene eso? ¡Patricio!… Como quien dice: patriota… patriotero… ¡ay, qué risa!».

Patricio Clemente había hecho su fortuna, un fortunón, pues venía a cobrar tres onzas diarias de renta, allá en la Habana; había empezado por coime en una casa de juego y había concluido por ser dueño de ella, casi, casi en sociedad con lo más principal de la población, a lo menos desde el punto de vista de la jurisdicción y el imperio.

Después había hecho muchísimos negocios, todos muy bonitos para él; y como se había acostumbrado en su antiguo trato a cobrar la puerta, para él todo negocio había de tener puerta, y puerta de oro, pues siempre se había de cobrar. Él siempre, en cualquier contrato, había de sacar un diezmo de puerta, o vi o clan o metu, pero siempre lo sacaba. Y para tranquilizar la conciencia, se decía: «Esto es por la puerta».

También hizo millones con las puertas de su ciudad natal, en cuanto volvió a esta, atraído por el amor al terruño y por algunos negocios que había efectuado desde Cuba. En cuanto llegó al puerto, en vez de ponerse a cantar, como el tenor de Marina,


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4 págs. / 8 minutos / 58 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Don Urbano

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Se hizo superior el año sesenta, en Julio, el día del eclipse. Por cierto que, dice él, muy orgulloso sin saber por qué, por cierto que hubo que suspender el ejercicio, porque no se veía, y el tribunal discutió si se traerían luces o no se traerían. El año sesenta y cinco, la Unión liberal, dice él también, me dio la escuela de párvulos; y lo dice de un modo que da a entender que no le pesará si alguien llega a creer que el mismo O'Donnell en persona vino al pueblo a darle la escuela de párvulos, a él, a don Urbano Villanueva.

Por lo demás, no crean ustedes que es fatuo, ni que tiene grandes aspiraciones políticas; su vanidad se reduce a eso, a encontrar una misteriosa relación entre el acto solemne de hacerse el maestro superior, y el famoso eclipse de sol del año sesenta… Con esto, u con suponer a la Unión liberal interesada en otorgarle la escuela de párvulos, se da por satisfecho su egoísmo. En todo lo demás es altruista; su existencia estuvo por mucho tiempo consagrada… no al prójimo sino a los árboles y a los edificios, principalmente a los árboles, sin que tampoco despreciase los arbustos, siempre y cuando que se tratara de los que son propiedad del concejo. En un principio, cuando la Unión liberal le dio la escuela, creyó que su vocación consistía en renovar el sistema de educación de los infantes, y hasta llegó en su audacia a imaginar una especie de reloj gráfico intuitivo, para que los niños de teta mamaran nada más a las horas debidas. Su idea era facilitar el desarrollo de las facultades físicas y anímicas de los niños llorones, dejándolo todo a la espontaneidad de la naturaleza… metódicamente enderezada. Los niños eran tiernas plantas. (De esta metáfora nació la afición de don Urbano al arbolado público). La savia natural, decía, se encarga de hacerlos física e intelectualmente; yo todo lo dejo a la intuición y al aire libre… pero… pero


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8 págs. / 14 minutos / 54 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

De la Comisión

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

Él lo niega en absoluto; pero no por eso es menos cierto. Sí, por los años de 1840 a 50 hizo versos, imitó a Zorrilla como un condenado y puso mano a la obra temeraria (llevada a término feliz más tarde por un señor Albornoz) de continuar y dar finiquito a El diablo Mundo, de Espronceda.

Pero nada de esto deben saber los hijos de Pastrana y Rodríguez, que es nuestro héroe. Fue poeta, es verdad; pero el mundo no lo sabe, no debe saberlo.

A los diecisiete años comienza en realidad su gloriosa carrera este favorito de la suerte en su aspecto administrativo. En esa edad de las ilusiones le nombraron escribiente temporero en el Ayuntamiento de su valle natal, como dice La Correspondencia cuando habla de los poetas y del lugar de su nacimiento.

La vocación de Pastrana se reveló entonces como una profecía.

El primer trabajo serio que llevó a glorioso remate aquel funcionario público fue la redacción de un oficio en que el alcalde Villaconducho pedía al gobernador de la provincia una pareja de la Guardia Civil para ayudarle a hacer las elecciones. El oficio de Pastrana anduvo en manos y en lenguas de todos los notables del lugar. El maestro de escuela nada tuvo que oponer a la gallarda letra bastardilla que ostentaba el documento; el boticario fue quien se atrevió a sostener que la filosofía gramatical exigía que ayer se escribiera con h, pues con h se escribe hoy; pero Pastrana le derrotó, advirtiendo que, según esa filosofía, también debiera escribirse mañana con h.


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13 págs. / 23 minutos / 53 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Ordalías

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Don Braulio Aguadet era un riquísimo señor valenciano, que tomaba muy en serio las cosas más serias de la vida; por ejemplo, la educación de sus hijos.— Para muchos era manía el afán que Aguadet mostraba por encontrar para su prole el ave fénix de los maestros, un ayo ideal, aunque tuviera tan buen diente que le comiera la mitad de la hacienda. Sus hijos no iban a la escuela por que Aguadet temía las epidemias físicas y las morales, como él decía; los microbios de la difteria y los microbios del mal ejemplo, de la enseñanza rutinaria y servil. Se acercaba para los chicos el momento crítico de pasar a la segunda enseñanza, y don Braulio ya había resuelto no dejarles tampoco asistir al Instituto. Lo que él necesitaba era el ave fénix de los preceptores; una especie de Sócrates sin colocación, que quisiera dedicarse a maestro de los Aguadet impúberos.

Pero, es claro; el ayo ideal no parecía. En vano el buen señor, con perjuicio de sus negocios, cambiaba de vecindad cada poco tiempo, y de Valencia se iba a Barcelona y de allí a la corte. El Pestalozzi que él había soñado no estaba en ninguna parte. En el extranjero no había que pensar; porque Aguadet, que leía muchos libros de pedagogía, había leído al pedagogo ilustre, que dice que es un crimen enseñar a los niños a hablar en dos lenguas a un tiempo. La boca se le hacía agua cuando en las páginas de anuncios de los periódicos ingleses leía la oferta de ayos de exportación, señores que eran doctores, académicos, publicistas y una porción de letras mayúsculas, que Aguadet no sabía lo que significaban (v. gr. Ll D. B. A. DD. etc., etc.), y que se ofrecían por poco dinero para casa de los padres, como nuestras amas de cría. Un doctor inglés de aquellos, pero vertido al castellano, era lo que él quería para sus hijos. Pero la planta no era indígena; no había por acá ayos como los soñaba Aguadet.


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Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Don Ermeguncio o la Vocación

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


¿Cuándo y por qué se empezó á hablar de don Ermeguncio en los periódicos? Nadie lo sabe; yo sólo puedo asegurar que yo siempre oí llamarle literato distinguido.

La vez primera que su nombre significativo sonó en mis oídos, por lo demás era ya famoso, fué con motivo de unas oposiciones á una cátedra de Psicología, Lógica y Ética. Sí; yo lo vi en la Gaceta; estaba el último en la lista de jueces. Don Ermeguncio de la Trascendencia, autor de obras; don Ermeguncio era, pues, ya por aquel entonces autor de obras.

Eran los tiempos en que mandaban los krausistas. Por aquella época todo se dividía en parte general, especial y orgánica. Don Ermeguncio había escrito una Memoria sobre el arte de extirpar los caracoles en las huertas; y una Sociedad de Antropología general le dió un accésit por su trabajo, que se dividía, no faltaba más, en parte general, especial y orgánica. Ignoro por qué una Sociedad de Antropología perseguía los caracoles; pero consigno un hecho.

Otra vez le adjudicaron á Trascendencia una rosa natural, que le tuvieron que mandar á Madrid desde Alicante. La había ganado en un certamen escribiendo una oda en verso libre. Á la influencia de las bibliotecas populares en el adelanto general de la cultura. Por supuesto, la oda iba también dividida en parte general, especial y orgánica.

Por estas dos producciones principalmente llamaba la Gaceta autor de obras á don Ermeguncio de la Trascendencia.

Primero faltaba el sol que don Ermeguncio dejase de asistir á la clase de todos los catedráticos que habían sido ó estaban á punto de ser ministros. Él ya era doctor; ¡pero amaba tanto la ciencia!


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6 págs. / 11 minutos / 51 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

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