León Benavides
Leopoldo Alas "Clarín"
Cuento
«Un león por armas
tengo,
y Benavides se
llama».
(TIRSO DE MOLINA — La prudencia en la mujer.)
Apuesto cualquier cosa a que la mayor parte de
los lectores no saben la historia ni el nombre del león del
Congreso, el primero que se encuentra conforme se baja por la
Carrera de San Jerónimo. Pues, llamar, se llama… León,
naturalmente. Pero ¿y el apellido? ¿Cómo se apellida? Se apellida
Benavides.
Pero más vale dejarle a él la palabra, y oír su historia tal como él mismo tuvo la amabilidad de contármela, una noche de luna en que yo le contemplaba, encontrándole un no sé qué particular que no tenía su compañero de la izquierda.
«¿Qué tiene este león de interesante, de solemne, de noble y melancólico que no tiene el otro; el cual, sin embargo, a la observación superficial, puede parecerle lo mismo absolutamente que este?».
Hacia la mitad de la frente estaba el misterio; en las arrugas del entrecejo. No se sabía cómo, pero allí había una idea que le faltaba al otro; y sólo por aquella diferencia el uno era simbólico, grande, artístico, casi casi religioso, y el otro vulgar, de pacotilla; el uno la patria, el otro la patriotería. El uno estaba ungido por la idea sagrada, el otro no. Pero ¿en qué consistía la diferencia escultórica? ¿Qué pliegue había en la frente del uno que faltaba a la del otro?
Y contemplaba yo el león de más arriba, empeñado, con honda simpatía, en arrancarle su secreto. ¡Cuántas veces en el mundo, pensaba, se ven cosas así: dos seres que parecen iguales, vaciados en el mismo molde, y que se distinguen tanto, que son dos mundos bien distantes! El nombre, la forma, cubren a veces bajo apariencias de semejanza y aun de identidad, las cualidades más diferentes, a veces los elementos más contrarios.
Dominio público
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Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.