Textos más descargados de Leopoldo Alas "Clarín" publicados por Edu Robsy | pág. 5

Mostrando 41 a 50 de 98 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Leopoldo Alas "Clarín" editor: Edu Robsy


34567

Doctor Angélicus

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

¿Pánfilo había sido niño alguna vez? ¿Era posible que aquellos ojos hundidos, yo no sé si hundidos o profundos, llenos de bondad, pero tristes y apagados, hubieran reverberado algún día los sueños alegres de la infancia?

Aquella boca de labios pálidos y delgados, que jamás sonreía para el placer, sino para la resignación y la amargura, ¿habría tenido risas francas, sonoras, estrepitosas?

En aquella frente rugosa y abatida, desierta de cabellos, ¿habrían flotado alguna vez rizos blondos o negros sobre una frente de matices sonrosados?

Y el cuerpo mustio y encorvado, de pesados movimientos, sin gracia y achacoso, ¿fue esbelto, ligero, flexible y sano en tiempo alguno?

Eufemia, considerando estos problemas, concluía por pensar que su noble esposo, su sabio marido, su eruditísima cara mitad había nacido con cincuenta años y cincuenta achaques, y que así sabía él lo que era jugar al trompo y escribir billetes de amor, como ella entender las mil sabidurías que su media naranja le decía con voz cariñosa y apasionada.

Pero, de todas maneras, Eufemia quería a su marido entrañablemente. Verdad es que, en ocasiones, se olvidaba de su amor, y tenía que preguntarse: «¿A quién quiero yo? ¡Ah, sí, a mi marido!», le contestaba la conciencia después de un lapso de tiempo más o menos largo.

Esto era porque Eufemia padecía distracciones. Pero, en virtud de un silogismo, en forma de entimena, para abreviar, Eufemia se convencía cuantas veces era necesario, y era muy a menudo, de que Pánfilo era el hombre más amado de la tierra, y de que ella, Eufemia, era la mujer a quien el tal Pánfilo tenía sorbido el poco seso que Dios, en sus inescrutables designios, le había concedido.

Para sesos, Pánfilo. Era el hombre más sesudo de España, y sobre esto sí que no admitía discusión Eufemia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 115 visitas.

Publicado el 27 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.

Amor'è Furbo

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Era la época en que el drama lírico, generalmente clásico o bucólico, hacía las delicias de la grandeza romana.

Orazio Formi, poeta milanés, educado en Florencia, y después pretendiente en Roma, alcanzaba por fin en la capital del mundo católico el logro de sus esperanzas bien fundadas. Brunetti, su amigo, compositor mediano, escribía para las obras líricas de Formi una música pegajosa y monótona, pero cuya dulzura demasiado parecida al merengue, decía bien con las larguísimas tiradas de versos endecasílabos y heptasílabos que el poeta ponía en boca de sus pastores y de sus héroes griegos.

Formi creía en una Grecia parecida a los paisajes de Poussin; en cuanto a los dioses y a los héroes se los figuraba demasiado parecidos al Gran Condé, al ilustre Spínola y a Francisco I. Veía a Eurípides a través de Racine; amaba a Grecia según se la imponía la Francia del siglo de oro.


Leer / Descargar texto

Dominio público
18 págs. / 31 minutos / 102 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Un Documento

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


La ilustre Duquesa del Triunfo ha dado a sus criados la orden terminante de no recibir a nadie. No está en casa. En efecto, su espíritu vuela muy lejos de la estrecha cárcel dorada de aquel tocador azul y blanco, que tantas veces llamaron santuario de la hermosura los revisteros de la casa. Porque es de notar que la Duquesa tiene tan completo el servicio de sus múltiples necesidades, que hay entre su servidumbre muchos que ejercen funciones que el mundo clasifica entre las artes liberales; y así como dispone de amantes de semana, también tiene revisteros de salones, que dedican a los de tan ilustre dama todos los galicismos de su elegante pluma.

Amantes de semana he dicho; ¡ah!, Cristina, el nombre de la Duquesa, hace mucho tiempo que ha despedido a todos sus adoradores. A los treinta y seis años se ha declarado fuera de combate la que un día antes coqueteaba con toda la gracia de la más lozana juventud.


Leer / Descargar texto

Dominio público
21 págs. / 37 minutos / 207 visitas.

Publicado el 27 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.

Recopilación de Cuentos Varios

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuentos, Colección


Medalla... de perro chico

¿Que no conocen ustedes a la de Casa—Pinar? ¡Pues si no se ve por ahí otra cosa! Ella es la golondrina que sí hace verano.

En cuanto asoma agosto, se presenta Agripina Pinillos, hija de la marquesa viuda, y pontificia, de Casa—Pinar.

Es una golondrina que no viene de África, a no ser que África empiece en Pajares. Viene de tierra de Campos o cosa así: es hige life… de tierra, y, a todo tirar, de Toro.

Todos los veranos aparece con una protesta que no se le cae de los labios, a saber: que por milagro de Dios no está en San Sebastián o en Ostende o en Corls… , eso, en fin, donde la señora de Cánovas.

Todavía da la mano como se daba el año ochenta y tantos, es decir, como quien da una coz con los remos delanteros. Si no fuese por la moda, ese ídolo que reconocieron los griegos, la de Casa—Pinar sería una perfecta hermosura. No es la Venus Urania, es la Venus… snob.

Sí; representa el snobismo… de cabotaje.

Porque no sale de nuestras costas.

Quiere ser más figurín que estatua.

Entre Fidias y el modisto mejor de París, ella no vacilaría: se pondría en manos del modisto.

Cuando se ve desnuda, se desprecia. Y vuelve a ser el pavo real, satisfecho de sus plumas, cuando se ciñe el ridículo traje de baño y se pone el sombrero que la convierte en un patache a toda vela, o el gorro ignominioso que la hace parecerse a un frasco de esencias. ¿Queréis que os salude la de Casa—Pinar, ya que tenéis el honor de tratarla y ser acreedor de su señora madre, por ejemplo?

Pues en vano aspiráis a tal privilegio… si lleváis chaleco al balneario.


Leer / Descargar texto

Dominio público
123 págs. / 3 horas, 35 minutos / 334 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Novela Realista

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Apuntes de la cartera de un suicida: “—He venido á Z... á bañarme y á resucitar la muerta poesía del corazón. He dado trece baños, número fatal, y hoy me decido á quedarme en el agua. He cogido la sábana como si fuera un sudario; el calzoncillo de punto me lo he puesto como quien se viste la mortaja. Al pasar bajo el balcón del célebre doctor Sarcófago le he visto apoyado sobre el antepecho. Fumaba tranquilo, de bata, calzando babuchas tan holgadas y tan poco cristianas como su conciencia. Eran babuchas berberiscas. El doctor me ha saludado sonriente.—¡Corto, corto! gritaba, ya se lo tengo á usted dicho.—Quería decir que el baño durase poco.—¿Baño de impresión, no es eso?—Sí, de impresión.—Así será en efecto. ¡Un baño de impresión!—Escribo en la casa de baños. Es decir, en la capilla. ¡Acabo de fumar un cigarro del estanco y de leer un número atrasado de La Correspondencia! El cielo está nublado, llueve, hace frío, el agua está como dormida, en la sucia playa se abaten las olas sobre montones de inmundicia. Parece esto un lavadero público. Todo es triste, insignificante, sucio. Allí está don Restituto, con el agua al cuello, aunque sólo le llega á las rodillas; pero su esposa doña Paz está á su lado, mejor sobre sus costillas, y don Restituto, mísero Atlante con 8.000 reales de sueldo, sufre en los hombros la inmensa pesadumbre de su cara mitad. Una mitad leonina. ¿Y qué me importa á mí esto? Nada. Y sin embargo, la presencia de doña Paz me turba, y mi deseo de morir es más vehemente contemplando esta cópula canónica y civil que se llama ante el mundo matrimonio, y en el hogar es la explotación del hombre por el histérico. Doña Paz tiene histérico, última ratio de la machorra. ¡Machorra! Palabra grosera, sarcástica, que el Diccionario autoriza. En Madrid don Restituto es mi subalterno. Yo cobro algo más que él, soy su jefe.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 90 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

La Trampa

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


¿Convenía o no la carretera? Por de pronto era una novedad, y ya tenía ese, inconveniente. Manín de Chinta, además, sentía abandonar la antigua calleja, el camín rial, un camino real que nunca había llegado a cuarto siquiera; porque, pese a todas las sextaferias que habían abrumado de trabajo a los de la parroquia, en ochavo se había quedado siempre aquella vía estrecha, ardua, monte arriba, con abismos por baches, y con peñascos, charcos y pantanos por el medio. En invierno, el ganado hundía las patas en el lodo hasta los corvejones; en verano, aquella masa, petrificada en altibajos ondeados, como olas de un mar de barro, mostraba todavía los huecos profundos de las huellas de vacas y carneros, que adornaban como arabescos el oleaje inmóvil. No importaba; por aquel camino habían llevado el carro el padre de Manín, el abuelo de Manín, todos los ascendientes de que había memoria.

Manín de Chinta tardaba tres horas en llegar con las vacas a la villa; mucho era para tan poco trecho; pero tres horas habían tardado, su abuelo. Además, la carretera le dividía por el medio el suquero, fragrante y fresco pedazo de verdura, regalo del corral. Manín resistió cuanto pudo, dificultó la expropiación hasta donde alcanzaron sus influencias… pero el torrente invencible y arrollador de la civilización y el progreso, como dijo el diputado del distrito, en una comida que le dictaron los mandones, en casa del cura nada menos, el torrente, es decir, la carretera, pudo más que Manuel; y por medio del suquero pasó el enemigo, llenando de polvo, que todo lo marchitaba, la hierba y los árboles, que a derecha e izquierda siguieron siendo propiedad de Manín.


Leer / Descargar texto

Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 64 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Tara, Pasillo Cómico

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Efectivamente: el teatro representa un pasillo en una fonda. Una dama elegante, mince y frèle, que diría un traductor, envuelta en una mano, a ser posible misteriosamente, se detiene delante del cuarto número 13. Llama discretamente a la puerta con los ¡oh prosa! Nudillos de la mano derecha, (derecha, no del espectador, sino de la tapada). Se abre la puerta, entra la dama y termina la primera escena, que como ustedes ven, es muda. No se rompen moldes, ni siquiera un plato, a lo menos por ahora.

Escena segunda.— Ni vista ni oída. El pasillo sólo.

Pasa… un buen rato. Llega un caballero que está pasando un mal rato… pero esto ya constituye la escena tercera. Se conoce que está disgustado en que blasfema entre dientes (¡adiós moldes!) y da patadas, pietinando sobre la plaza, como diría el traductor de marras.
Se detiene ante la puerta del cuarto número 13. ¡Nada! Es decir, que a la otra puerta, aunque llama también con los nudillos. Llama con el puño del bastón. Nada. Llama a gritos blasfemando y rompiendo moldes y casi cinchas.

UNA VOZ DENTRO.— ¿Quién va?…

EL CABALLERO DEL PASILLO.— Soy López. ¿Es usted Pérez?

LA VOZ.— Servidor de usted. ¿Qué se le ofrecía al señor López?

LÓPEZ.— Que me entregue usted a la… (Moldes nuevos.) de mi mujer, viva o muerta.

PÉREZ.— ¡Caballero!…

LÓPEZ.— ¡Señor mío!…

PÉREZ.— Ni viva ni muerta; aquí no tengo ninguna mujer, ni de usted, ni de nadie…

LÓPEZ.— ¡Abra usted, cobarde, o descerrajo la puerta a tiros!

PÉREZ.— …


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 93 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Señor y lo Demás, Son Cuentos

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuentos, Colección


El Señor

I

No tenía más consuelo temporal la viuda del capitán Jiménez que la hermosura de alma y de cuerpo que resplandecía en su hijo. No podía lucirlo en paseos y romerías, teatros y tertulias, porque respetaba ella sus tocas; su tristeza la inclinaba a la iglesia y a la soledad, y sus pocos recursos la impedían, con tanta fuerza como su deber, malgastar en galas, aunque fueran del niño. Pero no importaba: en la calle, al entrar en la iglesia, y aun dentro, la hermosura de Juan de Dios, de tez sonrosada, cabellera rubia, ojos claros, llenos de precocidad amorosa, húmedos, ideales, encantaba a cuantos le veían. Hasta el señor Obispo, varón austero que andaba por el templo como temblando de santo miedo a Dios, más de una vez se detuvo al pasar junto al niño, cuya cabeza dorada brillaba sobre el humilde trajecillo negro como un vaso sagrado entre los paños de enlutado altar; y sin poder resistir la tentación, el buen místico, que tantas vencía, se inclinaba a besar la frente de aquella dulce imagen de los ángeles, que cual mi genio familiar frecuentaba el templo.

Los muchos besos que le daban los fieles al entrar y al salir de la iglesia, transeúntes de todas clases en la calle, no le consumían ni marchitaban las rosas de la frente y de las mejillas; sacábanles como un nuevo esplendor, y Juan, humilde hasta el fondo del alma, con la gratitud al general cariño, se enardecía en sus instintos de amor a todos, y se dejaba acariciar y admirar como una santa reliquia que empezara a tener conciencia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
162 págs. / 4 horas, 43 minutos / 211 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Señor

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Capítulo I

No tenía más consuelo temporal la viuda del capitán Jiménez que la hermosura de alma y de cuerpo que resplandecía en su hijo. No podía lucirlo en paseos y romerías, teatros y tertulias, porque respetaba ella sus tocas; su tristeza la inclinaba a la iglesia y a la soledad, y sus pocos recursos la impedían, con tanta fuerza como su deber, malgastar en galas, aunque fueran del niño. Pero no importaba: en la calle, al entrar en la iglesia, y aun dentro, la hermosura de Juan de Dios, de tez sonrosada, cabellera rubia, ojos claros, llenos de precocidad amorosa, húmedos, ideales, encantaba a cuantos le veían. Hasta el señor Obispo, varón austero que andaba por el templo como temblando de santo miedo a Dios, más de una vez se detuvo al pasar junto al niño, cuya cabeza dorada brillaba sobre el humilde trajecillo negro como un vaso sagrado entre los paños de enlutado altar; y sin poder resistir la tentación, el buen mística, que tantas vencía, se inclinaba a besar la frente de aquella dulce imagen de los ángeles, que cual mi genio familiar frecuentaba el templo.

Los muchos besos que le daban los fieles al entrar y al salir de la iglesia, transeúntes de todas clases en la calle, no le consumían ni marchitaban las rosas de la frente y de las mejillas; sacábanles como un nuevo esplendor, y Juan, humilde hasta el fondo del alma, con la gratitud al general cariño, se enardecía en sus instintos de amor a todos, y se dejaba acariciar y admirar como una santa reliquia que empezara a tener conciencia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
20 págs. / 36 minutos / 99 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Poeta-Buho

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


—Señorito, un caballero quiere hablar á usted.

—¿Qué trazas tiene?

—Parece un empleado de La Funeraria.

—¡Ah! Ya sé quién es: es don Tristán de las Catacumbas. Que pase.

Y entró don Tristán de las Catacumbas, á quien conozco de haberle pagado varios cafés sin leche. Es alto, escuálido, cejijunto, lleva la barba partida como Nuestro Señor Jesucristo, tiene el pelo negro, los ojos negros, el traje negro y las uñas negras. Lo único que no tiene negro son las botas, que tiran á rojas.

Me dió un apretón de manos, fúnebre como él solo; el apretón de manos del Convidado de Piedra. Hay hombres que aprietan la mano como una puerta que se cierra de golpe y nos coge los dedos. Es su manera de probar cariño.

Don Tristán habla poco, pero lee mucho. Es un poeta inédito, de viva voz; si se le pregunta cuántas ediciones ha hecho de sus poesías, contesta con una sonrisa de muerto desengañado: “¡Ninguna! Yo no imprimo mis versos: no hago más que leerlos á las almas escogidas”. Para él son almas escogidas todas las que le quieren oir. Calculando el número de veces que ha leído sus versos, dice don Tristán, usando de un tropo especial, que consiste en tomar el oyente por el lector que compra el libro, que sus Ecos de la tumba han alcanzado una tirada de nueve mil ejemplares. Quiere decir que los ha leído nueve mil veces á nueve mil mártires de la condescendencia.

—Pues señor Clarín, sabrá usted cómo he escrito otro libro de poesías y vengo á leérselo á usted.

—¿Entero?


Leer / Descargar texto

Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 175 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

34567