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autor: Leopoldo Alas "Clarín" etiqueta: Cuento


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Doctor Sutilis

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

Si le hubiérais conocido hace ocho años... no le conoceríais ahora.

¿Veis esa cabeza rapada á punta de tijera, aunque el diccionario entiende que sólo se puede rapar á navaja? Pues hace ocho años era enmarañada selva de ébano.

¿Veis esos insignificantes ojos á que unos lentes de cristal de roca quitan toda expresión y dan estoica serenidad, irritante audacia? Pues eran hace ocho años llamaradas de un incendio que ardía en el corazón de Pablo.

Pablo tiene veintiocho años y es agente de bolsa.

Hace ocho años tenía veinte y era soñador de oficio.

Á los veinte años Pablo era pagano, como el santo de su nombre. Mirando á las estrellas del cielo, á las olas del mar, á las hojas del bosque, á las espigas de las llanuras, lloraba de repente sin saber por qué, y era feliz en medio de penas sin nombre y sin cuento.

De cada amapola que veía en un campo de trigo se enamoraba perdidamente, y se tenía por un ingrato sin corazón, si de una sola llegaba á olvidarse. Cada vez que el sol se ponía, despedíale Pablo con lágrimas en los ojos. Cuando en sus paseos solitarios por la campiña encontraba á un pastor que le pedía fuego para encender tabaco envuelto en una hoja de maíz, Pablo entablaba conversación con él, y al alejarse para siempre de aquel desconocido sentía que “se le partía el corazón.”

Comprenderá el lector que vivir así era imposible.

Tanto más cuanto que Pablo no tenía sobre qué caerse muerto... ni vivo.

Un día, su señor tío don Pantaleón de los Pantalones tosió tres veces consecutivas delante de su sobrino Pablo, que le estaba comiendo un lado, según aseguraba el tío hiperbólicamente.

El discurso estaba á la vuelta y sobrevino, que el mal nunca se anuncia en balde.

—Pablo—dijo don Pantaleón—esto no puede seguir así.

Pablo suspiró.


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10 págs. / 17 minutos / 64 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

El Diablo en Semana Santa

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Como un león en su jaula, bostezaba el diablo en su trono; y he observado que todas las potestades, así en la tierra como en el cielo y en el infierno, tienen gran afición al aparato majestuoso y solemne de sus prerrogativas, sin duda porque la vanidad es flaqueza natural y sobrenatural que llena los mundos con sus vientos, y acaso los mueve y rige. Bostezaba el diablo del hambre que tenía de picardías que por aquellos días le faltaban, y eran los de Semana Santa.

Tal como se muere de inanición el cómico en esta época del año, así el diablo expiraba de aburrido; y no bastaban las invenciones de sus palaciegos para divertirle el ánimo, alicaído y triste con la ausencia de bellaquerías, infamias y demás proezas de su gusto.

Según bostezaba y se aburría, ocurriósele de pronto una idea, como suya, diabólica en extremo; y como no peca S. M. in inferis de irresoluta, dando un brinco como los que dan los monos, pero mucho más grande, saltó fuera de sus reales, y se quedó en el aire muy cerca de la tierra, donde es huésped agasajado y bienquisto por sus frecuentes visitas.

Fué la idea que se le ocurrió al demonio, que por entonces comenzaba la tierra madre á hincharse con la comenzón de dar frutos, yéndosele los antojos en flores, que lo llenaban todo de aromas y de alegres pinturas, ora echadas al aire, y eran las alas de las mariposas, ora sujetas al misterioso capullo, y eran los pétalos.


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Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Los Señores de Casabierta

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


¡Pero estos señores de Casabierta no tienen vida privada!

Así se explica lo que le sucedió con ellos á don Eufrasio Paleólogo, presidente del Casino de Villapidiendo, gran lector de periódicos y elector nato del señor de Casabierta, candidato nato también á la Diputación de Villapidiendo.

Pues señor, vino á Madrid Paleólogo á unos asuntos del común, ó del procomún, como él cree que se dice; y claro, en seguida, es decir, en cuanto se dejó dar lustre á las botas en la Puerta del Sol, junto al Imperial, se dirigió á casa del señor de Casabierta.

¡Entró!—El señor no está... Ya, ya lo sé; pero de seguro está la señora.—Caballero, ¿usted qué sabe?—Hombre, sepa usted que trata con una persona ilustrada que lee los periódicos y tiene coleccionados en un tomo los artículos de Almaviva... La señora se levanta á las nueve; hace su toilette—usted no sabe lo que es eso—hasta las diez; toma un piscolabis, que consiste en una copa de jerez seco, y versos de Grilo, mojados en el jerez. Á las once recibe en el salón verde, que tiene una consola Pompadour, una chimenea de la Regencia... de Espartero y muchos platos allá cerca del techo. Como si lo viera, hombre, como si lo viera. Ea, déjeme usted pasar.—Por aquí, caballero, por aquí.—No, señor, voy bien; los íntimos entran por aquí: á mí me recibirá en su boudoir chocolate claro, color serio, propio de señora leída al par que dettachée de las vanidades del mundo. ¿Usted qué se figura, hombre de Dios, que en Villapidiendo no sabemos francés españolizado y entrar en el boudoir por donde entran les intimes, y en francés como ellos?


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4 págs. / 7 minutos / 48 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

El Cristo de la Vega de Ribadeo

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

Nacio Facundo Cocañín, tan rollizo como hermoso, en la Vega de Ribadeo. Su padre tenía una fábrica de manteca, y parecía que Facundo había sido confeccionado en la fábrica: parecía un rollo de mantecá destinado á sonsacar un premio, una medalla de oro en una exposición. Andando el tiempo. Facundo se paso la vida, en efecto, presentándose en concursos, más industriales que otra cosa, y solicitando medallas de oro y de plata y diplomas, y cuanto puede acreditar oficialmente competencia académica, científica, moral y religiosa.

Prosperaba la industria de los Cocañines que era una bendición del cielo á Dios, principalmente, atribuía aquella piadosa familia la corriente de plata que se les entraba por las puertas de la fábrica. Así como la India antigua creyó muy de veras que la Ganga, el Ganges, bajaba del cielo á fecundar la privilegiada tierra de los creyentes. Cocañín padre, y su esposa y el hermano de Cocañín, don Ambrosio, rector del seminario de Lugo, creían firmemente que toda aquella manteca, tan bien pagada, era gracia del señor, que así premiaba las virtudes de varias generaciones de Cocañiques, siempre mantequeros y siempre llenos de la fe del carbonero. Sí, tenían la fe del carbonero decían, sin temor de manchar la manteca. Les iba muy bien creyendo así, y además, el negocio no hubiera dado siempre para otra cosa. ¡Creer!—Poco les faltaba para poner en la tienda de Ribadeo, donde vendían algo al por menor, un rótulo que dijera: La Nata, fábrica de mantecas. Proveedores de S. D. M. Lo consultaron con varios teólogos y resultó que sería un sacrilegio. Que si no...

Facundo prosperó también, desde los primeros meses, tanto como el producto industrial de sus mayores.


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7 págs. / 12 minutos / 41 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2023 por Edu Robsy.

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