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autor: Leopoldo Alas "Clarín"


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El Diablo en Semana Santa

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Como un león en su jaula, bostezaba el diablo en su trono; y he observado que todas las potestades, así en la tierra como en el cielo y en el infierno, tienen gran afición al aparato majestuoso y solemne de sus prerrogativas, sin duda porque la vanidad es flaqueza natural y sobrenatural que llena los mundos con sus vientos, y acaso los mueve y rige. Bostezaba el diablo del hambre que tenía de picardías que por aquellos días le faltaban, y eran los de Semana Santa.

Tal como se muere de inanición el cómico en esta época del año, así el diablo expiraba de aburrido; y no bastaban las invenciones de sus palaciegos para divertirle el ánimo, alicaído y triste con la ausencia de bellaquerías, infamias y demás proezas de su gusto.

Según bostezaba y se aburría, ocurriósele de pronto una idea, como suya, diabólica en extremo; y como no peca S. M. in inferis de irresoluta, dando un brinco como los que dan los monos, pero mucho más grande, saltó fuera de sus reales, y se quedó en el aire muy cerca de la tierra, donde es huésped agasajado y bienquisto por sus frecuentes visitas.

Fué la idea que se le ocurrió al demonio, que por entonces comenzaba la tierra madre á hincharse con la comenzón de dar frutos, yéndosele los antojos en flores, que lo llenaban todo de aromas y de alegres pinturas, ora echadas al aire, y eran las alas de las mariposas, ora sujetas al misterioso capullo, y eran los pétalos.


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11 págs. / 20 minutos / 116 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Apolo en Pafos

Leopoldo Alas "Clarín"


Novela, Crítica literaria, Mitología


I

Conocí que era mi hombre, quiero decir, mi dios, en que almorzaba una tortilla de hierbas. Una asidua y larga observación me ha hecho adquirir la evidencia de que todos los personajes a quien cualquier periodista noticiero quiere sacar las palabras del cuerpo, se dejan sorprender siempre almorzando tortilla de hierbas, o, a todo tirar, huevos fritos. Ignoro la ley que preside a este fenómeno constante; apunto el hecho y prosigo.


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64 págs. / 1 hora, 53 minutos / 157 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Pipá

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

Ya nadie se acuerda de él. Y sin embargo, tuvo un papel importante en la comedia humana, aunque sólo vivió doce años sobre el haz de la tierra. A los doce años muchos hombres han sido causa de horribles guerras intestinas, y son ungidos del Señor, y revelan en sus niñerías, al decir de las crónicas, las grandezas y hazañas de que serán autores en la mayor edad. Pipá, a no ser por mí, no tendría historiador; ni por él se armaron guerras, ni fue ungido sino de la desgracia. Con sus harapos a cuestas, con sus vicios precoces sobre el alma, y con su natural ingenio por toda gracia, amén de un poco de bondad innata que tenía muy adentro, fue Pipá un gran problema que nadie resolvió, porque pasó de esta vida sin que filósofo alguno de mayor cuantía posara sobre él los ojos.

Tuvo fama; la sociedad le temió y se armó contra él de su vindicta en forma de puntapié, suministrado por grosero polizonte o evangélico presbítero o zafio sacristán. Terror de beatas, escándalo de la policía, prevaricador perpetuo de los bandos y maneras convencionales, tuvo, con todo, razón sobre todos sus enemigos, y fue inconsciente apóstol de las ideas más puras de buen gobierno, siquiera la atmósfera viciada en que respiró la vida malease superficialmente sus instintos generosos.


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43 págs. / 1 hora, 15 minutos / 445 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Perfecta Casada

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Don Autónomo, que celebraba sus días en Septiembre, pues en ese mes “cae” San Autónomo, y que lo diga la Leyenda de Oro; don Autónomo Parcerisa acaba de comer opíparamente rodeado de su esposa é hijos, muy satisfecho, alegres todos, felices. No había familia más dichosa en el mundo. Vivían en una mediocritas si no áurea, por lo menos de plata sobredorada, la cual les permitía en los días que repicaban en gordo tirar la casa por la ventana, en forma de símbolo, por supuesto; es decir, sin pagar una onza en el gasto extraordinario, que lo demás quedaba muy guardado en la caja de caudales, en el Banco y en las arcas de la Equitativa, donde don Autónomo se había asegurado.

Serafina era un serafín; mujer más angelical no la había: era la perfecta casada de Fray Luis, pero á la moderna, con costumbres algo menos devotas, pues si no, hoy ya no hubiera sido la perfecta casada. Nada de gazmoñería, virtud expansiva, alegre; sacrificio constante de su egoísmo al interés de su marido é hijos, pero sin que se conociera esfuerzo alguno, con divina gracia. Parecía una mujer como todas y era la mejor de todas.

No hacía valer su fidelidad (y era guapísima y muy codiciada) como un mérito: esta pretensión le hubiera parecido ya una especie de adulterio. Así como á nadie se le ocurre en una sociedad de personas distinguidas, nobles, ricas, finísimas, que uno de aquellos duques, ó generales, ó ministros, se va á llevar un candelabro de plata, por ejemplo, y nadie piensa en el robo posible, pero una posibilidad infinitesimal, por decirlo así, tampoco se le pasó jamás por las mientes á Serafina ser infiel á su Autónomo por pensamiento, de palabra ú obra.

Y como no había manera de reprenderle por nada, de reñirle, jamás le había reprendido; nunca habían reñido. Estaba íntegra la vajilla é íntegra la paz conyugal.


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3 págs. / 6 minutos / 250 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Un Candidato

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Tiene la cara de pordiosero; mendiga con la mirada. Sus ojos, de color de avellana, inquietos, medrosos, siguen los movimientos de aquel de quien esperan algo como los ojos del mono sabio a quien arrojan golosinas, y que, devorando unas, espera y codicia otras. No repugna aquel rostro, aunque revela miseria moral, escaso aliño, ninguna pulcritud, porque expresa todo esto, y más, de un modo clásico, con rasgos y dibujo del más puro realismo artístico: es nuestro Zalamero, que así se llama, un pobre de Velázquez. Parece un modelo hecho a propósito por la Naturaleza para representar el mendigo de oficio, curtido por el sol de los holgazanes en los pórticos de las iglesias, en las lindes de los caminos. Su miseria es campesina; no habla de hambre ni de falta de luz y de aire, sino de mal alimento y de grandes intemperies; no está pálido, sino aterrado; no enseña perfiles de hueso, sino pliegues de carne blanda, fofa. Así como sus ojos se mueven implorando limosna y acechando la presa, su boca rumia sin cesar, con un movimiento de los labios que parece disimular la ausencia de los dientes. Y con todo, sí tiene dientes, negros, pero fuertes. Los esconde como quien oculta sus armas. Es un carnívoro vergonzante. Cuando se queda solo o está entre gente de quien nada puede esperar, aquella impaciencia de sus gestos se trueca en una expresión de melancolía humilde, sin dignidad picaresca, sin dejar de ser triste; no hay en aquella expresión honradez, pero sí algo que merece perdón, no por lo bajo y villano, sino por lo doloroso. Se acuerda cualquiera, al contemplarle en tales momentos, de Gil Blas, de don Pablos, de maese Pedro, de Patricio Rigüelta; pero como este último, todos esos personajes con un tinte aldeano que hace de esta mezcla algo digno de la égloga picaresca, si hubiere tal género.


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4 págs. / 7 minutos / 155 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.

El Doctor Pértinax

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

El sacerdote se retiraba mohíno. Mónica, la vieja impertinente y beata, quedaba sola junto al lecho de muerte. Sus ojos de lechuza, en que reverberaba la luz de la mortecina lamparilla, lanzaba miradas como anatemas al rostro cadavérico del doctor Pértinax.

—¡Perro judío! ¡Si no fuera por la manda, ya iría yo aguantando el olor de azufre que sale de tu cuerpo maldito!... ¡No confesará ni a la hora de la muerte!...

Este impío monólogo fue interrumpido por un ¡ay! del moribundo.

—¡Agua! —exclamaba el mísero filósofo.

—¡Vinagre! —contestó la vieja, sin moverse de su sitio.

—Mónica, buena Mónica —prosiguió el doctor, hablando como pudo—, tú eres la única persona que en la tierra me ha sido fiel..., tu conciencia te lo premie...; esto se acaba... llegó mi hora, pero no temas...

—No, señor; pierda usted cuidado...

—No temas; la muerte es una apariencia; sólo el egoísmo... individual puede quejarse de la muerte...

Yo expiro, es verdad, nada queda de mí..., pero la especie permanece... No es sólo eso: mi obra, el producto de mi trabajo, los majuelos del pueblo, mi propiedad, extensión de mi personalidad en la Naturaleza, quedan también; son tuyos, ya lo sabes, pero dame agua.

Mónica vaciló, y, ablandándose al cabo, cuanto un pedernal puede ablandarse, acercó a los labios de su amo no se qué jarabe, cuya sola virtud era trastornar el juicio del moribundo más y más cada vez.

Mónica, gracias, y adiós; es decir, hasta luego. Queda la especie; tú también desaparecerás, pero no te importe, quedarán la especie y los majuelos, que heredará tu sobrino, o mejor dicho, nuestro hijo, porque ésta es la hora de las grandes verdades.

Mónica sonrió, y después, mirando al techo, vio en la oscuridad la imagen reluciente de un tambor mayor, de grandes bigotes y de gallarda apostura.


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12 págs. / 22 minutos / 96 visitas.

Publicado el 27 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.

Aprensiones

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


La hermosísima Amparo vivía, durante el invierno, en una ciudad no muy alegre del centro de España; y por el verano, dejando á su marido atado á su empleo, se marchaba como una golondrina á buscar tierra fresca, alegría, allá al Norte. Vivía entonces con su madre, cuya benevolencia excesiva había pervertido, sin querer, el alma de aquella moza garrida, desde muy temprano. La pobre anciana, que había empezado por madre descuidada, de extremada tolerancia, acababa por ser poco menos que la trotaconventos de las aventuras galantes de su hija, loca, apasionada y violenta. Amparo, que había sido refractaria al matrimonio, porque prefería la flirtation cosmopolita á que vivía entregada viajando por Francia, Suiza, Bélgica, Italia y España, acabó, porque exigencias económicas la obligaron á escoger uno entre docenas de pretendientes, por jugar el marido á cara y cruz, como quien dice. Era supersticiosa y pidió consejo á no sé qué agüeros pseudopiadosos para elegir esposo. Y se casó con el que la suerte quiso, aunque ella achacó la elección á voluntad ó diabólica, ó divina: no estaba segura. Por supuesto que á su marido, á quien dominaba por la seducción carnal y por la energía del egoismo ansioso de placeres, le impuso la obligación de mimarla como su madre había hecho; de tratarla á lo gran señora; y según ella, las grandes señoras tenían que vivir con gran independencia y muy por encima de ciertas preocupaciones morales, buenas para las cursis de la clase media provinciana. Por culpa de este tratado, bochornoso para el pobre director de la sucursal del Banco de la ciudad de X, Amparo dedicaba el verano á la vida menos propia de una casada honesta. Guardaba, es claro, ciertas formas... pero otras no; no era casta, pero era cauta á veces á su madre le exigía tolerancia para sus devaneos como antes le había exigido muñecas, viajes, sombreros, cintas, teatros, bailes, lujo y alegría.


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7 págs. / 12 minutos / 71 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2023 por Edu Robsy.

La Tara, Pasillo Cómico

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Efectivamente: el teatro representa un pasillo en una fonda. Una dama elegante, mince y frèle, que diría un traductor, envuelta en una mano, a ser posible misteriosamente, se detiene delante del cuarto número 13. Llama discretamente a la puerta con los ¡oh prosa! Nudillos de la mano derecha, (derecha, no del espectador, sino de la tapada). Se abre la puerta, entra la dama y termina la primera escena, que como ustedes ven, es muda. No se rompen moldes, ni siquiera un plato, a lo menos por ahora.

Escena segunda.— Ni vista ni oída. El pasillo sólo.

Pasa… un buen rato. Llega un caballero que está pasando un mal rato… pero esto ya constituye la escena tercera. Se conoce que está disgustado en que blasfema entre dientes (¡adiós moldes!) y da patadas, pietinando sobre la plaza, como diría el traductor de marras.
Se detiene ante la puerta del cuarto número 13. ¡Nada! Es decir, que a la otra puerta, aunque llama también con los nudillos. Llama con el puño del bastón. Nada. Llama a gritos blasfemando y rompiendo moldes y casi cinchas.

UNA VOZ DENTRO.— ¿Quién va?…

EL CABALLERO DEL PASILLO.— Soy López. ¿Es usted Pérez?

LA VOZ.— Servidor de usted. ¿Qué se le ofrecía al señor López?

LÓPEZ.— Que me entregue usted a la… (Moldes nuevos.) de mi mujer, viva o muerta.

PÉREZ.— ¡Caballero!…

LÓPEZ.— ¡Señor mío!…

PÉREZ.— Ni viva ni muerta; aquí no tengo ninguna mujer, ni de usted, ni de nadie…

LÓPEZ.— ¡Abra usted, cobarde, o descerrajo la puerta a tiros!

PÉREZ.— …


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5 págs. / 8 minutos / 94 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Rosa de Oro

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Una vez era un Papa que a los ochenta años tenía la tez como una virgen rubia de veinte, los ojos azules y dulces con toda la juventud del amor eterno, y las manos pequeñas, de afiladísimos dedos, de uñas sonrosadas, como las de un niño en estatua de Paros, esculpida por un escultor griego. Estas manos, que jamás habían intervenido en un pecado, las juntaba por hábito en cuanto se distraía, uniéndolas por las palmas, y acercándolas al pecho como santo bizantino. Como un santo bizantino en pintura, llevaba la vida este Papa esmaltada en oro, pues el mundo que le rodeaba era materia preciosa para él, por ser obra de Dios. El tiempo y el espacio parecíanle sagrados, y como eran hieráticas sus humildes actitudes y posturas, lo eran los actos suyos de cada día, movidos siempre por regla invariable de piadosa humildad, de pureza trasparente. Aborrecía el pecado por lo que tenía de mancha, de profanación de la santidad de lo creado. Sus virtudes eran pulcritud.

Cuando supo que le habían elegido para sucesor de San Pedro, se desmayó. Se desmayó en el jardín de su palacio de obispo, en una diócesis italiana, entre ciudad y aldea, en cuyas campiñas todo hablaba de Cristo y de Virgilio.

Como si fuera pecado suyo, de orgullo, tenía una especie de remordimiento el ver su humildad sincera elevada al honor más alto. «¿Qué habrán visto en mí? —se decía—. ¿Con qué engaño les habrá atraído mi vanidad para hacerles poner en mí los ojos?». Y sólo pensando que el verdadero pecado estaría en suponer engañados a los que le habían escogido, se decidía, por obediencia y fe, a no considerarse indigno de la supremacía.

Para este Papa no había parientes, ni amigos, ni grandes de la tierra, ni intrigas palatinas, ni seducción del poder; gobernaba con la justicia como con una luz, como con una fuente: hacía justicia iluminándolo todo, lavándolo todo. No había de haber manchas, no había de haber obscuridades.


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11 págs. / 19 minutos / 216 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Mosca Sabia

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


I

Don Eufrasio Macrocéfalo me permitió una noche penetrar en el sancta sanctorum, en su gabinete de estudio, que era, más bien que gabinete, salón biblioteca; las paredes estaban guarnecidas de gruesos y muy respetables volúmenes, cuyo valor en venta había de subir á un precio fabuloso el día en que don Eufrasio cerrase el ojo y se vendiera aquel tesoro de ciencia en pública almoneda; pues si mucho vale Aristóteles por su propia cuenta, un Aristóteles propiedad del sabio Macrocéfalo tenía que valer mucho más para cualquier bibliómano capaz de comprender á mi ilustre amigo. Era mi objeto al visitar la biblioteca de don Eufrasio, verificar notas en no importa qué autor, cuyo libro no era fácil encontrar en otra parte; y llegó á tanto la amabilidad insólita del erudito, que me dejó solo en aquel santuario de la sabiduría, mientras él iba á no sé qué Academia á negar un premio á cierta Memoria en que se le llamaba animal, no por llamárselo, sino por demostrar que no hay solución de continuidad en la escala de los seres.


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18 págs. / 31 minutos / 196 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

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