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autor: Leopoldo Alas "Clarín"


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Un Voto

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


El drama se hundía. Ya era indudable. Los amigos que rodeaban a Pablo Leal, el autor, entre bastidores, ya no trataban de animarle, de hacerle tomar los ruidos que venían de la sala por lo que no eran. Ya no se le decía: «Es que algunos quieren aplaudir, y otros imponen silencio». El engaño era inútil. Callaban los fieles compañeros que le estaban ayudando a subir aquel que a ellos les parecía calvario. El noble Suárez, el ilustre poeta, vencedor en cien lides de aquel género... y derrotado en otras ciento, estaba pálido, tembloroso. Quería a Leal de todo corazón; era su protector en las tablas; él le había aconsejado llevar a la escena uno de aquellos cuadros históricos que Pablo escribía con pluma de maestro, de artista, y con sólida erudición. Creía, por ceguera del cariño, en el talento universal de su amigo, de su Benjamín, como él le llamaba, porque veía en Pablo un hermano menor.


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9 págs. / 15 minutos / 105 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Un Viejo Verde

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Oid un cuento… ¿Que no le queréis naturalista? ¡Oh, no!, será idealista, imposible… romántico.


* * *


Monasterio tendió el brazo, brilló la batuta en un rayo de luz verde, y al conjuro, surgieron como convocadas, de una lontananza ideal, las hadas invisibles de la armonía, las notas misteriosas, gnomos del aire, del bronce y de las cuerdas. Era el alma de Beethoven, ruiseñor inmortal, poesía eternamente insepulta, como larva de un héroe muerto y olvidado en el campo de batalla; era el alma de Beethoven lo que vibraba, llenando los ámbitos del Circo y llenando los espíritus de la ideal melodía, edificante y seria de su música única; como un contagio, la poesía sin palabras, el ensueño místico del arte, iba dominando a los que oían, cual si un céfiro musical, volando sobre la sala, subiendo de las butacas a los palcos y a las galerías, fuese, con su dulzura, con su perfume de sonidos, infundiendo en todos el suave adormecimiento de la vaga contemplación extática de la belleza rítmica.

El sol de fiesta de Madrid penetraba disfrazado de mil colores por las altas vidrieras rojas, azules, verdes, moradas y amarillas; y como polvo de las alas de las mariposas iban los corpúsculos iluminados de aquellos haces alegres y mágicos a jugar con los matices de los graciosos tocados de las damas, sacando lustre azul, de pluma de gallo, al negro casco de la hermosa cabeza desnuda de la morena de un palco, y más abajo, en la sala, dando reflejos de aurora boreal a las flores, a la paja, a los tules de los sombreros graciosos y pintorescos que anunciaban la primavera como las margaritas de un prado.


* * *


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Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 127 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Un Jornalero

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Salía Fernando Vidal de la Biblioteca de N…, donde había estado trabajando, según costumbre, desde las cuatro de la tarde.

Eran las nueve de la noche; acababa de obscurecer.

La Biblioteca no estaba abierta al público sino por la mañana.

Los porteros y demás dependientes vivían en la planta baja del edificio, y Fernando, por un privilegio, disfrutaba a solas de la Biblioteca todas las tardes y todas las noches, sin más condiciones que estas: ir siempre sin compañía; correr, por su cuenta, con el gasto de las luces que empleaba, y encargarse de abrir y cerrar, dejando al marcharse las llaves en casa del conserje.

En toda N…, ciudad de muchos miles de habitantes, industriosa, rica, llena de fábricas, no había un solo ciudadano que disputase ni envidiase a Vidal su privilegio de la Biblioteca.

Cerró Fernando como siempre la puerta de la calle con enorme llave, y empuñando el manojo que esta y otras varias formaban, anduvo algunos pasos por la acera, ensimismado, buscando, sin pensar en ello, el llamador de la puerta en la casa del conserje, que estaba a los pocos metros, en el mismo edificio.

Pero llamó en vano. No abrían, no contestaban.

Vidal tardó en fijarse en tal silencio. Iba lleno de las ideas que con él habían bajado a la calle dejando las frías páginas de los libros de arriba, la eterna prisión.

«No está nadie», pensó, por fin, sin fijarse en que debía extrañar que no estuviese nadie en casa del conserje.

—¡Y qué hago yo con esto! —se dijo, sacudiendo el manojo de llaves que le daba aspecto de carcelero.

En aquel momento se fijó en otra cosa. En que la noche era obscura, en que había faroles, tres, bien lo recordaba, a lo largo de la calle, y no estaba ninguno encendido.

Después notó que a nadie podía parecerle ridícula su situación, porque por la calle de la Biblioteca no pasaba un alma. Silencio absoluto.


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 163 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Un Grabado

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Asistía yo a la cátedra de aquel profesor de filosofía, con un profundo interés que no me inspiraban las lecciones de tantos y tantos ilustres maestros que en la misma Universidad, Babilonia científica, exponían con entusiasmo y fuego de convicción unos, de soberbia, también convencida, otros, la multitud de sistemas, la inmensa variedad de teorías modernas que se disputan hoy el imperio del pensamiento. La gran ola positivista, la ciencia de los petits faits de Taine, predominaba; por cada curso de filosofía pura, había cuatro o cinco de historia crítica de la filosofía, y veinte de psicología fisiológica con estos o los otros nombres.

El doctor Glauben explicaba metafísica, y con todo el aparato metódico de las modernísimas tendencias, empleaba el curso en preparará los discípulos para comprender que había un Padre celestial. Esta idea, que en un salón del gran mundo, o en el seno de la familia admitirían la mayor parte de los profesores y de los estudiantes, era, en una cátedra de filosofía en una de las Universidades más ilustres del país más sabio, una verdadera originalidad que hubiera costado su fama de profundo pensador y muy experto hombre científico al Doctor Glauben, si los argumentos que en pro de su atrevida afirmación rotunda exponía fuesen determinadamente los de cualquiera de las clásicas escuelas deístas, que decididamente, estaban fuera del movimiento.


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 50 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Un Documento

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


La ilustre Duquesa del Triunfo ha dado a sus criados la orden terminante de no recibir a nadie. No está en casa. En efecto, su espíritu vuela muy lejos de la estrecha cárcel dorada de aquel tocador azul y blanco, que tantas veces llamaron santuario de la hermosura los revisteros de la casa. Porque es de notar que la Duquesa tiene tan completo el servicio de sus múltiples necesidades, que hay entre su servidumbre muchos que ejercen funciones que el mundo clasifica entre las artes liberales; y así como dispone de amantes de semana, también tiene revisteros de salones, que dedican a los de tan ilustre dama todos los galicismos de su elegante pluma.

Amantes de semana he dicho; ¡ah!, Cristina, el nombre de la Duquesa, hace mucho tiempo que ha despedido a todos sus adoradores. A los treinta y seis años se ha declarado fuera de combate la que un día antes coqueteaba con toda la gracia de la más lozana juventud.


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Dominio público
21 págs. / 37 minutos / 208 visitas.

Publicado el 27 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.

Tirso de Molina

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


El siglo tan desmedrado,
¿Para qué nos resucita?
¿Momias no tiene Infinitas?
¿Qué harán las nuestras en él?

—QUEVEDO (Álbum, al Conde de San Luis.)

Nevaba sobre las blancas, heladas cumbres. Nieve en la nieve, silencio en el silencio. Moría el sol invisible, como padre que muere ausente. La belleza, el consuelo de aquellas soledades de los vericuetos pirenaicos, se desvanecía, y quedaba el horror sublime de la noche sin luz, callada, yerta, terrible imitación de la nada primitiva.

En la ceniza de los espesos nubarrones que se agrupaban en rededor de los picachos, cual si fueran a buscar nido, albergue, se hizo de repente más densa la sombra; y si ojos de ser racional hubieran asistido a la tristeza de aquel fin de crepúsculo en lo alto del puerto, hubieran vislumbrado en la cerrazón formas humanas, que parcelan caprichos de la niebla al desgarrarse en las aristas de las peñas, recortadas algunas como alas de murciélago, como el ferreruelo negro de Mefistófeles.

En vez de ir deformándose, desvaneciéndose aquellos contornos de figura humana, se fueron condensando, haciendo reales por el dibujo; y si primero parecían prerrafaélicos, llegaron a ser después dignos de Velásquez. Cuando la obscuridad, que aumentaba como ávida fermentación, volvió a borrar las líneas, ya fue inútil para el misterio, porque la realidad se impuso con una voz, vencedora de las tinieblas: misión eterna del Verbo.

—Hemos caído de pie, pero no con fortuna. Creo que hemos equivocado el planeta. Esto no es la Tierra.

—Yo os demostraré, Quevedo, con Aristóteles en la mano, que en la Tierra, y en tierra de España estamos.

—¿Ahí tenéis al Peripato y no lo decíais? Y en la mano; dádmelo a mí para calentarme los pies metiéndolos en su cabeza, olla de silogismos.

—No os burléis del filósofo maestro de maestros.


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7 págs. / 13 minutos / 258 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Reflejo

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Voy muy pocas veces a Madrid, entre otras razones, porque le tengo miedo al clima. Después de tantos años de ausencia, he perdido ya en la corte la ciudadanía... climatológica (si vale hablar así, que lo dudo), bien ganada, illo tempore, en la alegre y descuidada juventud. Además... ¿por qué negarlo? La presencia de Madrid, ahora que me acerco a la vejez, me hace sentir toda la melancolía del célebre non bis in idem. No; no se es joven dos veces. Y Madrid era para mí la juventud; y ahora me parece otro... que ha variado muy poco, pero que ha envejecido bastante. Marcos Zapata, ausente de Madrid también muchos años, al volver hizo ya la observación de lo poquísimo que la corte varía. Es verdad: todo está igual... pero más viejo. Apolo y Fornos pueden ser símbolos de esta impresión que quiero expresar. Están lo mismo que entonces; pero, ¡qué ahumados!...

Hay una novela muy hermosa de Guy de Maupassant, en que un personaje, infeliz burgués vulgar, que no hace más que sentarse a la misma mesa de un café años y años, deja pasar así la vida, siempre igual. Pero un día se le ocurre mirarse en uno de aquellos espejos... y es el mismo de siempre, pero ya es un pobre viejo.

No pasó nada más... que el tiempo.

Madrid tiene para mí algo del personaje de Maupassant. Desde luego reconozco que en esto habrá mucho de subjetivo...


* * *


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 71 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Ordalías

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Don Braulio Aguadet era un riquísimo señor valenciano, que tomaba muy en serio las cosas más serias de la vida; por ejemplo, la educación de sus hijos.— Para muchos era manía el afán que Aguadet mostraba por encontrar para su prole el ave fénix de los maestros, un ayo ideal, aunque tuviera tan buen diente que le comiera la mitad de la hacienda. Sus hijos no iban a la escuela por que Aguadet temía las epidemias físicas y las morales, como él decía; los microbios de la difteria y los microbios del mal ejemplo, de la enseñanza rutinaria y servil. Se acercaba para los chicos el momento crítico de pasar a la segunda enseñanza, y don Braulio ya había resuelto no dejarles tampoco asistir al Instituto. Lo que él necesitaba era el ave fénix de los preceptores; una especie de Sócrates sin colocación, que quisiera dedicarse a maestro de los Aguadet impúberos.

Pero, es claro; el ayo ideal no parecía. En vano el buen señor, con perjuicio de sus negocios, cambiaba de vecindad cada poco tiempo, y de Valencia se iba a Barcelona y de allí a la corte. El Pestalozzi que él había soñado no estaba en ninguna parte. En el extranjero no había que pensar; porque Aguadet, que leía muchos libros de pedagogía, había leído al pedagogo ilustre, que dice que es un crimen enseñar a los niños a hablar en dos lenguas a un tiempo. La boca se le hacía agua cuando en las páginas de anuncios de los periódicos ingleses leía la oferta de ayos de exportación, señores que eran doctores, académicos, publicistas y una porción de letras mayúsculas, que Aguadet no sabía lo que significaban (v. gr. Ll D. B. A. DD. etc., etc.), y que se ofrecían por poco dinero para casa de los padres, como nuestras amas de cría. Un doctor inglés de aquellos, pero vertido al castellano, era lo que él quería para sus hijos. Pero la planta no era indígena; no había por acá ayos como los soñaba Aguadet.


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 54 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Los Señores de Casabierta

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


¡Pero estos señores de Casabierta no tienen vida privada!

Así se explica lo que le sucedió con ellos á don Eufrasio Paleólogo, presidente del Casino de Villapidiendo, gran lector de periódicos y elector nato del señor de Casabierta, candidato nato también á la Diputación de Villapidiendo.

Pues señor, vino á Madrid Paleólogo á unos asuntos del común, ó del procomún, como él cree que se dice; y claro, en seguida, es decir, en cuanto se dejó dar lustre á las botas en la Puerta del Sol, junto al Imperial, se dirigió á casa del señor de Casabierta.

¡Entró!—El señor no está... Ya, ya lo sé; pero de seguro está la señora.—Caballero, ¿usted qué sabe?—Hombre, sepa usted que trata con una persona ilustrada que lee los periódicos y tiene coleccionados en un tomo los artículos de Almaviva... La señora se levanta á las nueve; hace su toilette—usted no sabe lo que es eso—hasta las diez; toma un piscolabis, que consiste en una copa de jerez seco, y versos de Grilo, mojados en el jerez. Á las once recibe en el salón verde, que tiene una consola Pompadour, una chimenea de la Regencia... de Espartero y muchos platos allá cerca del techo. Como si lo viera, hombre, como si lo viera. Ea, déjeme usted pasar.—Por aquí, caballero, por aquí.—No, señor, voy bien; los íntimos entran por aquí: á mí me recibirá en su boudoir chocolate claro, color serio, propio de señora leída al par que dettachée de las vanidades del mundo. ¿Usted qué se figura, hombre de Dios, que en Villapidiendo no sabemos francés españolizado y entrar en el boudoir por donde entran les intimes, y en francés como ellos?


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4 págs. / 7 minutos / 51 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

La Yernocracia

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Hablaba yo de política días pasados con mi buen amigo Aurelio Marco, gran filósofo fin de siècle y padre de familia no tan filosófico, pues su blandura doméstica no se aviene con los preceptos de la modernísima pedagogía, que le pide a cualquiera, en cuanto tiene un hijo, más condiciones de capitán general y de hombre de Estado, que a Napoleón o a Julio César.

Y me decía Aurelio Marco:

—Es verdad; estamos hace algún tiempo en plena yernocracia: como a ti, eso me irritaba tiempo atrás, y ahora... me enternece. Qué quieres; me gusta la sinceridad en los afectos, en la conducta; me entusiasma el entusiasmo verdadero, sentido realmente; y en cambio, me repugnan el pathos falso, la piedad y la virtud fingidas. Creo que el hombre camina muy poco a poco del brutal egoísmo primitivo, sensual, instintivo, al espiritual, reflexivo altruismo. Fuera de las rarísimas excepciones de unas cuantas docenas de santos, se me antoja que hasta ahora en la humanidad nadie ha querido de veras... a la sociedad, a esa abstracción fría que se llama los demás, el prójimo, al cual se le dan mil nombres para dorarle la píldora del menosprecio que nos inspira.

El patriotismo, a mi juicio, tiene de sincero lo que tiene de egoísta; ya por lo que en él va envuelto de nuestra propia conveniencia, ya de nuestra vanidad. Cerca del patriotismo anda la gloria, quinta esencia del egoísmo, colmo de la autolatría; porque el egoísmo vulgar se contenta con adorarse a sí propio él solo, y el egoísmo que busca la gloria, el egoísmo heroico... busca la adoración de los demás: que el mundo entero le ayude a ser egoísta. Por eso la gloria es deleznable... claro, como que es contra naturaleza, una paradoja, el sacrificio del egoísmo ajeno en aras del propio egoísmo.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 101 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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