Textos más descargados de Leopoldo Lugones disponibles | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 32 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Leopoldo Lugones textos disponibles


1234

El Imperio Jesuítico

Leopoldo Lugones


Ensayo


Prefacio de la segunda edición

La buena acogida que tuvo el presente libro en su primera edición, completamente agotada, ha dado ánimo á mis editores, los señores Arnoldo Moen y Hermano, para lanzar esta segunda, cuyo éxito esperan con mayor confianza que yo, y con mejor cálculo sin duda.

He querido corresponder á su intento, corrigiendo escrupulosamente mis páginas, enriqueciéndolas con nuevos datos y escribiendo otro capítulo, donde trato de la política que los padres desarrollaron en el Paraguay.

Reconozco que esta omisión desfavorecía mi primer trabajo; pero como es tan raro en las letras salir perjudicado por exceso de concisión, resulta que en el lapso de las dos ediciones, ha visto la luz un documento tan importante como la «Historia de las Revoluciones de la provincia del Paraguay», por el P. Lozano, proporcionándome una nueva y preciosa fuente, en la cual mucho bebí desde luego. También ello me ha servido para definir mi opinión sobre Antequera y sobre el carácter de la revolución que encabezó; de suerte que no ha habido sino ventajas en aquel silencio, determinado, después de todo, por una recóndita vacilación de mi criterio.

Se dirá que no es de historiador esta confesión; pero no me tengo por tal, profesionalmente hablando, y desde Sócrates se ha hecho fácil ya, la confesión de la propia ignorancia...

No quise escribir sino lo que sabia bien, quedándome siempre en la conciencia, como carga asaz pesada, el remordimiento de no haberlo sabido mejor.

Es, por otra parte, lo que ofrezco á mis lectores con mayor confianza, por la fe que tengo en virtud tan principal como la sinceridad. La dulzura del fruto, es condición de su madurez; y lo tardío en ésta, lejos de perjudicar, encarece más bien el mérito de lo sabroso.


Abril de 1907.


Leer / Descargar texto

Dominio público
186 págs. / 5 horas, 26 minutos / 301 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2021 por Edu Robsy.

Abuela Julieta

Leopoldo Lugones


Cuento


Cada vez más hundido en su misantropía, Emilio no conservaba ya más que una amistad: la de su tía la señora Olivia, vieja solterona como él, aunque veinte años mayor. Emilio tenía ya cincuenta años, lo cual quiere decir que la señora Olivia frisaba en los setenta. Ricos ambos, y un poco tímidos, no eran éstas las dos únicas condiciones que los asemejaban. Parecíanse también por sus gustos aristocráticos, por su amor a los libros de buena literatura y de viajes, por su concepto despreciativo del mundo, que era casi egoísta, por su melancolía, mutuamente oculta, sin que se supiese bien la razón, en la trivialidad chispeante de las conversaciones. Los martes y los jueves eran días de ajedrez en casa de la señora Olivia, y Emilio concurría asiduamente, desde hacía diez años, a esa tertulia familiar que nunca tuvo partícipes ni variantes. No era extraño que el sobrino comiese con la tía los domingos; y por esta y las anteriores causas desarrollose entre ellos una dulce amistad, ligeramente velada de irónica tristeza, que no excluía el respeto un tanto ceremonioso en él., ni la afabilidad un poco regañona en ella. Ambos hacían sin esfuerzo su papel de parientes en el grado y con los modos que a cada cual correspondían. Aunque habíanse referido todo cuanto les era de mutuo interés, conservaban, como gentes bien educadas, el secreto de su tristeza. Por lo demás, ya se sabe que todos los solterones son un poco tristes; y esto era lo que se decían también para sus adentros Emilio y la señora Olivia, cuando pensaban con el interés que se presume, ella en la misantropía de él, él en la melancolía de ella. Los matrimonios de almas, mucho más frecuentes de lo que se cree, no están consumados mientras el secreto de amargura que hay en cada uno de los consortes espirituales, y que es como quien dice el pudor de la tristeza, no se rinde al encanto confidencial de las intimidades.


Leer / Descargar texto


7 págs. / 12 minutos / 397 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

¿Una Mariposa?

Leopoldo Lugones


Cuento


No podía dar yo a Alicia tantos detalles de las flores como ella me pedía, pero por fuertes razones.

Así llevé la conversación hacia las mariposas. Ella me escuchaba muy atenta, y todos los pormenores de la vida de los insectos despertaban intensamente su atención. Las blancuzcas larvas, ingeniosas tejedoras, las misteriosas crisálidas durmiendo en su sueño de rejuvenecimiento y de sombra, el despertar de las alas al amor del sol, como en un suspiro de luz... Cuando agotados ya mis conocimienfos entomológicos, proponía pasar a otro tema, ella, con la adorable impertinencia de sus trece años, dijo:

—Hágame usted de eso un cuento.

Y yo preferí contarla una historia, en que, por cierto, hay también un amor.

Cuando Lila tuvo que partir para un colegio en Francia, conversó con Alberto que era primo suyo; conversó cosas que debieron ser muchas, porque hablaron tres horas sin parar; importantes, porque hablaron muy bajito; y tristes, porque al separarse él tenía los ojos hinchados y ella las naricitas muy rojas y el pañuelo bastante húmedo: a lo menos más húmedo que de costumbre, y no por exceso de heliotropo.

La tarde en que partió Lila, se puso muy triste la casa de la abuela, y Alberto dió en pensar, mientras miraba llorar a la pobre vieja, que su traje negro era de luto por su padre y que su madre había muerto cuando él nació. Pasaron así, largos, muchos días de silencio extenuantes. Alberto no hablaba a la abuela porque no sabía que decirla, y la señora, viendo al chico tan triste, no podía sino llorar más, comprendiendo que semejante tristeza era inconsolable. Porque ella sabía muy bien que los primos eran novios y que por lo tanto tenían que llorar mucho si eran novios de verdad.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 252 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Vaso de Alabastro

Leopoldo Lugones


Cuento


A Alberto Gerchunoff


Mr. Richard Neale Skinner, A. I. C. E., F. R. G. S. y F A. S. E., lo cual, como se sabe, quiere decir por extenso y en castellano, socio de la Institución de Ingenieros Civiles, miembros de la Real Sociedad de Geografía y miembro de la Sociedad Anticuaria de Edimburgo, es un ingeniero escocés, jefe de sección en el Ferrocarril de El Cairo a Asuán, donde se encuentran las famosas represas del Nilo, junto a la primera catarata.

Si menciono sus títulos y su empleo es porque se trata de una verdadera presentación; pues Mr. Neale Skinner hállase entre nosotros desde hace una quincena, procedente de Londres, y me viene recomendado por Cunninghame Graham, el grande escritor cuya amistad me honra y obliga.

Mr. Neale, a su vez, me ha pedido esta presentación pública, porque el viernes próximo, a las 17.15, iniciará en un salón del Plaza Hotel, su residencia, algunas conversaciones sobre los últimos descubrimientos relativos a la antigua magia egipcia, y desea evitar que una información exagerada o errónea vaya a presentarlo como un charlatán en busca de sórdidas conveniencias. Sabiendo el descrédito en que han caído tales cosas, adoptará, todavía, la precaución de no invitar sino personas calificadas y que posean algunos conocimientos históricos sobre la materia (bastará con algo de Rawhnson o Maspero): por lo cual los interesados tendrán que dirigirse a él en persona. Mr. Neale habla correctamente el francés.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 70 visitas.

Publicado el 26 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Milagro de San Wilfrido

Leopoldo Lugones


Cuento


El 15 de junio de 1099, cuarto día de la tercera semana, un crepúsculo en nimbos de sangre había visto por vigésima quinta vez al campamento cruzado, desplegarse como una larga línea de silencios y de tiendas pardas alrededor de Jerusalén, desde la puerta de Damasco hasta donde el Cedrón penetra en el valle de Sové que los latinos llaman valle de Josafat.

Sobre la llanura que se extendía entre el campamento y la ciudad, algunos bultos denunciaban cadáveres: restos de la jornada del 13 que los francos libraron sobre la antemuralla.

El monte Moria, alzábase frente de la puerta Esterquilinaria, al mediodía. Por el norte levantaban sus cumbres desoladas el Olivete y el monte del Escándalo donde Salomón idolatró. Entre estas cumbres, el valle maldito, el valle donde imperara la herejía de Belphegor y de Moloch; donde gimieron David y Jeremías; donde Jesucristo empezó su pasión; donde Joel dijo su memorable profecía: congregabo omnes gentes, etc.; donde duermen Zacarías y Absalón; el valle adonde los judíos van á morir de todas las partes del mundo, se abría lleno de sombra y de viñas negras...

Las murallas de la ciudad, altas de cien palmos, escondían á la vista las montañas de Judea que el rey Sabio hizo poblar de cedros. El recinto quedaba oculto, y sólo se divisaba por sobre la línea de bastiones, la cumbre rojiza del Acra, la monstruosa cúpula de cobre de la mezquita Gameat-el-Sakhra levantada por Ornar á indicación del patriarca Sofronio, sobre las ruinas del templo de Salomón—y algunas palmeras.

Una agonía sedienta consumía á los soldados de la cruz. Las fuentes de Siloé y de Rogel estaban exhaustas. El viento salado apenas dejaba aproximarse las nubes hasta Jericó. Y aquello estaba tan seco, tan calcinado, que las mismas tumbas antiguas parecían clamar de sed.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 107 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos

Leopoldo Lugones


Cuentos, colección


Lector

Toma este cuaderno de treinta y dos páginas breves, firmadas por el gran poeta Leopoldo Lugones. Vete con él a casa, y, si es una noche polar como esta, deja que sople afuera el viento helado... Acércate a la luz apacible de tu lámpara, siéntate frente a la dilecta compañera que te aguarda, abre el cuaderno e invítala a que te escuche... Cuando hayas terminado la lectura de los siete cuentos de su contenido, que son siete obras maestras en su género, ella te agradecerá sin demostraciones la inefable emoción estética experimentada, amándose y amándote silenciosamente un poco más...

Los pastorcitos

Pedro era un muchacho muy listo, aunque rústico pues había pasado siete de sus quince años guardando las ovejas de su padre, un pobre hombre con muchos hijos y cuya mujer vivía enferma.


Leer / Descargar texto

Dominio público
26 págs. / 45 minutos / 155 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Las Manzanas Verdes

Leopoldo Lugones


Cuento


Entre las casas de Naira y de Braulio, había un manzano; pero este manzano pertenecía verdaderamente a la casa de Naira. Braulio y Naira eran dos pequeños campesinos que se amaban:

Amábanse, pero eran desdichados. Pues Naira vivía minuciosamente vigilada por la tía Miseración que era también su madrina y que la había criado.

No abandonada aún con la timidez la sumaria correspondencia de los suspiros, sorprendiólos la tía una tarde, muy arrobados y colorados, al pie del árbol solariego; tan tembloroso él en la turbación de su dicha: que las piernas se le volvieron longanizas y no pudo moverse, sintiéndose horriblemente descubierto e idiota; anonadada ella por emoción tan tumultuosa, que sólo supo arderse más en rubor como una brasa soplada, y bajar mucho la cabeza, y denunciarse más con las dos lágrimas clarísimas y grandes en que desbordaron sus párpados presurosos.

Y para colmo, al airado "¿qué haces aquí?" de la tía, su confusión habíale impuesto la necedad de responder:

— Buscaba manzanas... —Manzanas en febrero! Cuando no son todavía más que bolitas verdes de insoportable acritud.

Todo lo cual fué empeorado aún por el aturullado Braulio, que añadió con la falsedad más visible de este mundo:

—Buscábamos manzanas...

La tía adoraba a Naira; pero tenía, respecto al decoro, escrúpulos tiránicos, y hasta cierto inconsciente escándalo de solterona —quizás inconsciente por cierto, pues gozaba de una inmensa bondad— ante el esplendor de aquella primavera.

Así, no pudo menos, mientras endilgaba por un brazo a la chica en autoritario rumbo de hogar defendido, no pudo menos de volverse hacia Braulio, diciéndole con la indignación irónica que merecía su falsedad:

—¿Manzanas, atrevido? ¡Están verdes!


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 85 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Fuerza Omega

Leopoldo Lugones


Cuento


No éramos sino tres amigos. Los dos de la confidencia, en cuyo par me contaba, y el descubridor de la espantosa fuerza que, sin embargo del secreto, preocupaba ya á la gente.

El sencillo sabio ante quien nos hallábamos, no procedía de ninguna academia y estaba asaz distante de la celebridad. Había pasado la vida concertando al azar de la pobreza pequeños inventos industriales, desde tintas baratas y molinillos de café, hasta máquinas controladoras para boletos de tranvía.

Nunca quiso patentar sus descubrimientos, muy ingeniosos algunos, vendiéndolos por poco menos que nada á comerciantes de segundo orden. Presintiéndose quizá algo de genial, que disimulaba con modestia casi fosca, tenía el más profundo desdén por aquellos pequeños triunfos. Si se le hablaba de ellos, concomíase con displicencia ó sonreía con amargura.

—Eso es para comer, decía sencillamente.

Me había hecho su amigo por la casualidad de cierta conversación en que se trató de ciencias ocultas; pues mereciendo el tema la aflictiva piedad del público, aquéllos á quienes interesa suelen disimular su predilección, no hablando de ella sino con sus semejantes.

Fué precisamente lo que pasó, y mi despreocupación por el qué dirán debió de agradar á aquel desdeñoso, pues desde entonces intimamos. Nuestras pláticas sobre el asunto favorito, fueron largas. Mi amigo se inspiraba al tratarlo, con aquel silencioso ardor que caracterizaba su entusiasmo y que sólo se traslucía en el brillo de sus ojos.

Todavía le veo pasearse por su cuarto, recio, casi cuadrado, con su carota pálida y lampiña, sus ojos pardos de mirada tan singular, sus manos callosas de gañán y de químico á la vez.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 20 minutos / 66 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

El Origen del Diluvio

Leopoldo Lugones


Cuento


Narración de un espíritu


...La Tierra acababa de experimentar su primera incrustación sólida y hallábase todavía en una obscura incandescencia. Mares de ácido carbónico batían sus continentes de litio y de aluminio, pues éstos fueron los primeros sólidos que formaron la costra terrestre. El azufre y el boro figuraban también en débiles vetas.

Así el globo entero brillaba como una monstruosa bola de plata. La atmósfera era de fósforo con vestigios de flúor y de cloro. Llamas de sodio, de silicio, de magnesio, constituían la luminosa progenie de los metales. Aquella atmósfera relumbraba tanto como una estrella, presentando un espesor de muchos millares de kilómetros.

Sobre esos continentes y en semejantes mares, había ya vida organizada, bien que bajo formas inconcebibles ahora; pues no existiendo aún el fosfato de cal, dichos seres carecían de huesos. El oxígeno y el nitrógeno, que con algunos rastros de berilo entraban en la composición de tales vidas, completaban los únicos catorce cuerpos constituyentes del planeta. Así, todo era en él extremadamente sencillo.

La actividad de los seres que poseían inteligencia, no era menos intensa que ahora, sin embargo, si bien de mucho menor amplitud; y no obstante su constitución de moluscos, vivían, obraban, sentían, de un modo análogo al de la humanidad presente. Habían llegado, por ejemplo, á construír enormes viviendas con rocas de litio; y el sudor de sus cuerpos oxidaba el aluminio en copos semejantes al amianto incandescente.

Su estructura blanda, era una consecuencia del medio poco sólido en que tomaron origen, así como de la ligereza específica de los continentes que habitaban. Poseían también la aptitud anfibia; pero como debían resistir aquellas temperaturas, y mantenerse en formas definidas bajo la presión de la profunda atmósfera, su estructura manteníase recia en su misma fluidez.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 145 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Águeda

Leopoldo Lugones


Cuento


A Arturo Cancela


Al finalizar el siglo XVIII, fue terror de la Sierra Grande que dominaba desde su misteriosa guarida del Champaquí, el bandido cordobés Nazario Lucero.

El cerro famoso, con su laguna que "brama" cuando lo pisa el forastero, sus nieblas de extravío, que "salen" justamente de la cumbre como espectros allí agazapados para inducir al caminante por el despeñadero fatal, y su permanente estado de repulsión eléctrica, que engendra el granizo sin nubes y ahuyenta a los cóndores, hallábase entonces cubierto hasta su mitad por tupida selva donde no lograba penetrar el mismo viento: tanta era, decían, la trabazón de la arboleda.

No podía haber elegido el bandolero mejor fortaleza natural, y la leyenda habíase encargado de aislarla más, con el terror del sortilegio. Conforme a ella, el siniestro morador debía poseer las palabras que amansan al cerro, y que probablemente le había enseñado aquella vieja Donata de la vecina población puntana de Merlo, en cuyo rancho, según creencia general, pernoctaba a veces; pues sospechábanla bruja, a causa de sus conocimientos en hierbas y de sus ausencias inexplicables que un arriero aclaró sin querer, hallándola a gran distancia en cierta choza mal afamada del pago de Sabira, allá por la sierra cordobesa del Norte; y como según las fechas de la noticia, no puso ella más que una noche en volver, haciendo más de cien leguas, juzgáronla bruja voladora, de esas que transformadas en cuervos nocturnos suelen pasar por la obscuridad, aflautando con lúgubre confusión su charla sardónica.

Poco a poco fue embrollándose también el tipo que atribuían al salteador.


Leer / Descargar texto

Dominio público
22 págs. / 39 minutos / 98 visitas.

Publicado el 26 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

1234