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Un Buen Queso

Leopoldo Lugones


Cuento


No, no; el Amor es bueno y nunca desampara a sus pacientes. Oye mi dulce amiga la historia de Inés y Florencio, para que te convenzas de tan importante verdad.

Inés y Florencio, ambos nacidos y criados en la opulenta finca donde servían, eran dos gallardos muchachos que se adoraban desde la niñez. Hasta aquí todo va bien, y aun ha de parecerte mejor si te digo que los chicos se besaban como unos glotones cuantas veces podían, con el incentivo de esas brisas campestres que en la primavera hacen estremecer tan profundamente a los bosques venerables. Cuanto podían se besaban, y hacían muy bien, a despecho de tu aspaviento convencional; cuanto podían, porque, ¡ay! no siempre les era dado.

La señora una viuda ya entrada en años, era muy beata y se escandalizaba al sólo nombre del Amor, como no fuera éste el divino. No obstante, sus amigas afirmaban que en su devoción a San Antonio, por ejemplo, no todo era desinterés celestial, llegando uno de sus primos, viejo entre santurrón y calavera, a afirmar que Santa Rita compartía aquella predilección...

Lo cierto es que había sido devota del buen santo hallador de novios, desde su más tierna juventud: y tanto, que se rezaba de memoria la novena y los trece martes.

La señora quería mucho a Inés, pero desconfiaba de Florencio, habiendo opinado ya varias veces que creía llegado el momento de buscarle empleo en la ciudad. ¡Cómo abominaba Inés en esos momentos la palidez que la cubría!


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Dominio público
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Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Tortilla de Juanito

Leopoldo Lugones


Cuento


Cuento, no sé ninguno de amor; pero te narraré una historia que podría ser un cuento, aun cuando estos salen más entretenidos, bien lo veo, pues tienen en su favor el encanto de la mentira...

No más que por verte hacer otra vez ese pucherito de guindas almibaradas, dijera yo mil perrerías de la Verdad; pero tu mohín (pongámoslo en estilo reporticio) es injustificado.

Por tu sexo y tus primaveras que cabrían, bien contadas, en un soneto con estrambote; por tu sexo, tus primaveras y la delicada gracia de tu rostro en que anticipan sus palideces románticos insomnios; por tu sexo, tus primaveras, tu graciosa faz y la esbeltez de tu busto, que semeja un fino ramillete; sin mencionar tus lindas manos, ni elogiar tus lindos pies que la falda avara cubrirá bien pronto—por todo eso, María Eugenia, eres una obra de arte y en consecuencia esencialmente artificial. Como Estela, como Eulalia, como Hortensia, como todas tus hermanas en juventud y en hermosura, has nacido para la mentira, la divina mentira de belleza que todos cultivamos en nuestro huertecillo interior.

No te impacientes si me encuentras filósofo, pues mi filosofía es amable y justifica todos los artificios del tocador, condenando solamente sus excesos, por antiestéticos, pues digan lo que quieran los moralistas, las mujeres pintadas son adorables.

Demasiado fea es la realidad para empeñarse tanto en poseerla, y por eso ha de predominar siempre, sobre toda razón, la coquetería con sus agridulces falacias, manifiestas de igual modo en tus afeites y en las margaritas con que Rosa, la novia de Juanito, se refregaba las mejillas... Pero ahora recuerdo que aun no sabes quiénes son Rosa y Juanito.


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Dominio público
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Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

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