Textos más populares esta semana de Leopoldo Lugones etiquetados como Cuento disponibles | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 30 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Leopoldo Lugones etiqueta: Cuento textos disponibles


123

Las Manzanas Verdes

Leopoldo Lugones


Cuento


Entre las casas de Naira y de Braulio, había un manzano; pero este manzano pertenecía verdaderamente a la casa de Naira. Braulio y Naira eran dos pequeños campesinos que se amaban:

Amábanse, pero eran desdichados. Pues Naira vivía minuciosamente vigilada por la tía Miseración que era también su madrina y que la había criado.

No abandonada aún con la timidez la sumaria correspondencia de los suspiros, sorprendiólos la tía una tarde, muy arrobados y colorados, al pie del árbol solariego; tan tembloroso él en la turbación de su dicha: que las piernas se le volvieron longanizas y no pudo moverse, sintiéndose horriblemente descubierto e idiota; anonadada ella por emoción tan tumultuosa, que sólo supo arderse más en rubor como una brasa soplada, y bajar mucho la cabeza, y denunciarse más con las dos lágrimas clarísimas y grandes en que desbordaron sus párpados presurosos.

Y para colmo, al airado "¿qué haces aquí?" de la tía, su confusión habíale impuesto la necedad de responder:

— Buscaba manzanas... —Manzanas en febrero! Cuando no son todavía más que bolitas verdes de insoportable acritud.

Todo lo cual fué empeorado aún por el aturullado Braulio, que añadió con la falsedad más visible de este mundo:

—Buscábamos manzanas...

La tía adoraba a Naira; pero tenía, respecto al decoro, escrúpulos tiránicos, y hasta cierto inconsciente escándalo de solterona —quizás inconsciente por cierto, pues gozaba de una inmensa bondad— ante el esplendor de aquella primavera.

Así, no pudo menos, mientras endilgaba por un brazo a la chica en autoritario rumbo de hogar defendido, no pudo menos de volverse hacia Braulio, diciéndole con la indignación irónica que merecía su falsedad:

—¿Manzanas, atrevido? ¡Están verdes!


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 85 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Caballos de Abdera

Leopoldo Lugones


Cuento


Abdera, la ciudad tracia del Egeo, que actualmente es Balastra y que no debe ser confundida con su tocaya bética, era célebre por sus caballos.

Descollar en Tracia por sus caballos, no era poco; y ella descollaba hasta ser única. Los habitantes todos tenían a gala la educación de tan noble animal, y esta pasión cultivada a porfía durante largos años, hasta formar parte de las tradiciones fundamentales, había producido efectos maravillosos. Los caballos de Abdera gozaban de fama excepcional, y todas las poblaciones tracias, desde los cicones hasta los bisaltos, eran tributarios en esto de los bistones, pobladores de la mencionada ciudad. Debe añadirse que semejante industria, uniendo el provecho a la satisfacción, ocupaba desde el rey hasta el último ciudadano.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 11 minutos / 217 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Puñal

Leopoldo Lugones


Cuento


I

Nunca como aquella mañana, había dado mejor fruto mi laboriosa soledad.

Acababa, efectivamente, de hallar por mis propios medios la palabra secreta de los iniciados drusos, el imperativo anagrama de la convocatoria, con que pretendían llamarse por influencia mental, a despecho de la distancia y de los obstáculos –verdadera llave de oro de su formidable hermandad– los discípulos del Viejo de la Montaña.

Nadie ignora la existencia misteriosa, si no es mejor dicho obscura hasta lo legendario, de aquella Orden de los Asesinos, que durante los siglos XI a XIII aterrorizó el Oriente musulmán, imponiéndose a los propios cruzados, hasta engendrar entre ellos mismos la hermandad filial de los Templarios, no menos enigmática para la historia de la cristiandad.

Difíciles estudios sobre su carácter sombríamente romántico, y sobre su fundador, el Viejo de la Montaña, acababan de llevarme a ese resultado más quimérico que histórico, pero, por lo mismo, más interesante para un poeta. Precisamente, el Viejo de la Montaña fue condiscípulo del famoso bardo persa Omar Khayam…

Fruto, pues, de una empeñosa labor, no exenta de peligros, según me lo advirtiera como al pasar el egipcio Mansur bey, cuando me refirió la historia que titulé "Los ojos de la reina", creo inútil añadir cuán profundo era mi contento.

Peligros, dije, ya que toda exploración del misterio los comporta, aun cuando sólo sean ellos la intranquiliad del alma o la excesiva tensión del raciocinio, fuera del también posible influjo eventual sobre fuerzas desconocidas. Así el descubridor de la pólvora cayó víctima de su propio invento, y Riemann, el matemático genial del espacio esférico, dio en el abismo de la locura.


Leer / Descargar texto

Dominio público
16 págs. / 28 minutos / 86 visitas.

Publicado el 26 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Vaso de Alabastro

Leopoldo Lugones


Cuento


A Alberto Gerchunoff


Mr. Richard Neale Skinner, A. I. C. E., F. R. G. S. y F A. S. E., lo cual, como se sabe, quiere decir por extenso y en castellano, socio de la Institución de Ingenieros Civiles, miembros de la Real Sociedad de Geografía y miembro de la Sociedad Anticuaria de Edimburgo, es un ingeniero escocés, jefe de sección en el Ferrocarril de El Cairo a Asuán, donde se encuentran las famosas represas del Nilo, junto a la primera catarata.

Si menciono sus títulos y su empleo es porque se trata de una verdadera presentación; pues Mr. Neale Skinner hállase entre nosotros desde hace una quincena, procedente de Londres, y me viene recomendado por Cunninghame Graham, el grande escritor cuya amistad me honra y obliga.

Mr. Neale, a su vez, me ha pedido esta presentación pública, porque el viernes próximo, a las 17.15, iniciará en un salón del Plaza Hotel, su residencia, algunas conversaciones sobre los últimos descubrimientos relativos a la antigua magia egipcia, y desea evitar que una información exagerada o errónea vaya a presentarlo como un charlatán en busca de sórdidas conveniencias. Sabiendo el descrédito en que han caído tales cosas, adoptará, todavía, la precaución de no invitar sino personas calificadas y que posean algunos conocimientos históricos sobre la materia (bastará con algo de Rawhnson o Maspero): por lo cual los interesados tendrán que dirigirse a él en persona. Mr. Neale habla correctamente el francés.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 69 visitas.

Publicado el 26 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Yzur

Leopoldo Lugones


Cuento


Compré el mono en el remate de un circo que había quebrado.

La primera vez que se me ocurrió tentar la experiencia a cuyo relato están dedicadas estas líneas, fue una tarde, leyendo no sé dónde, que los naturales de Java atribuían la falta de lenguaje articulado en los monos a la abstención, no a la incapacidad. “No hablan, decían, para que no los hagan trabajar”.

Semejante idea, nada profunda al principio, acabó por preocuparme hasta convertirse en este postulado antropológico:

Los monos fueron hombres que por una u otra razón dejaron de hablar. El hecho produjo la atrofia de sus órganos de fonación y de los centros cerebrales del lenguaje; debilitó casi hasta suprimirla la relación entre unos y otros, fijando el idioma de la especie en el grito inarticulado, y el humano primitivo descendió a ser animal.

Claro es que si llegara a demostrarse esto quedarían explicadas desde luego todas las anomalías que hacen del mono un ser tan singular; pero esto no tendría sino una demostración posible: volver el mono al lenguaje.

Entre tanto había corrido el mundo con el mío, vinculándolo cada vez más por medio de peripecias y aventuras. En Europa llamó la atención, y de haberlo querido, llego a darle la celebridad de un Cónsul; pero mi seriedad de hombre de negocios mal se avenía con tales payasadas.

Trabajado por mi idea fija del lenguaje de los monos, agoté toda la bibliografía concerniente al problema, sin ningún resultado apreciable. Sabía únicamente, con entera seguridad, que no hay ninguna razón científica para que el mono no hable. Esto llevaba cinco años de meditaciones.


Leer / Descargar texto


9 págs. / 16 minutos / 334 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Un Fenómeno Inexplicable

Leopoldo Lugones


Cuento


Hace de esto once años. Viajaba por la región agrícola que se dividen las provincias de Córdoba y de Santa Fe, provisto de las recomendaciones indispensables para escapar a las horribles posadas de aquellas colonias en formación. Mi estómago, derrotado por los invariables salpicones con hinojo y las fatales nueces del postre, exigía fundamentales refacciones. Mi última peregrinación debía efectuarse bajo los peores auspicios. Nadie sabía indicarme un albergue en la población hacia donde iba a dirigirme. Sin embargo, las circunstancias apremiaban, cuando el juez de paz que me profesaba cierta simpatía. vino en mi auxilio.

—Conozco allá —me dijo— un señor inglés viudo y solo. Posee una casa, lo mejor de la colonia, y varios terrenos de no escaso valor. Algunos servicios que mi cargo me puso en situación de prestarle, serán buen pretexto para la recomendación que usted desea, y que si es eficaz le proporcionará excelente hospedaje. Digo si es eficaz, pues mi hombre, no obstante sus buenas cualidades, suele tener su luna en ciertas ocasiones, siendo, además, extraordinariamente reservado. Nadie ha podido penetrar en su casa más allá del dormitorio donde instala a sus huéspedes, muy escasos por otra parte. Todo esto quiere decir que va usted en condiciones nada ventajosas, pero es cuanto puedo suministrarle. El éxito es puramente casual. Con todo, si usted quiere una carta de recomendación…

Acepté y emprendí acto continuo mi viaje, llegando al punto de destino horas después.


Leer / Descargar texto


8 págs. / 15 minutos / 318 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Metamúsica

Leopoldo Lugones


Cuento


Como hiciera varias semanas que no le veía, al encontrarle le interrogué:

—¿Estás enfermo?

—No; mejor que nunca y alegre como unas pascuas. ¡Si supieras lo que me ha tenido absorto durante estos dos meses de encierro!

Pues hacía efectivamente dos meses que se le extrañaba en su círculo literario, en los cafés familiares y hasta en el paraíso de la Ópera, su predilección.

El pobre Juan tenía una debilidad: la música. En sus buenos tiempos, cuando el padre opulento y respetado compraba palco, Juan podía entregarse á su pasión favorita con toda comodidad. Después acaeció un derrumbe—títulos bajos, hipotecas, remates... El viejo murió de disgusto y Juan se encontró solo en esa singular autonomía de la orfandad, que toca por un extremo al tugurio y por el otro á la fonda de dos platos, sin vino.

Por no ser huésped de cárcel, se hizo empleado que cuesta más y produce menos; pero hay seres timoratos en medio de su fuerza, que temen á la vida lo bastante para respetarla, acabando por acostarse con sus legítimas después de haber pensado en veinte queridas.

La existencia de Juan se volvió entonces acabadamente monótona. Su oficina, sus libros y su banqueta del paraíso, fueron para él la obligación y el regalo. Estudió mucho, convirtiéndose en un teorizador formidable. Analogías de condición y de opiniones nos acercaron, nos amistaron y concluyeron por unirnos en sincera afección. Lo único que nos separaba era la música, pues jamás entendí una palabra de sus disertaciones, ó mejor dicho nunca pude conmoverme con ellas, pareciéndome falso en la práctica lo que por raciocinio encontraba evidente; y como en arte la comprensión está íntimamente ligada á la emoción sentida, al no sentir yo nada con la música, claro está que no la entendía.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 232 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Francesca

Leopoldo Lugones


Cuento


Conocílo en Forli, adonde había ido para visitar el famoso salón municipal decorado por Rafael.

Era un estudiante italiano, perfecto en su género. La conversación sobrevino a propósito de un dato sobre horarios de ferrocarril que le di para trasladarme a Rimini, la estación inmediata; pues en mi programa de joven viajero, entraba, naturalmente, una visita a la patria de Francesca.

Con la más exquisita cortesía, pero también con una franqueza encomiable, me declaró que era pobre y me ofreció en venta un documento —del cual nunca había querido desprenderse— un pergamino del siglo XIII, en el cual pretendía darse la verdadera historia del célebre episodio. Ni por miseria ni por interés, habríase desprendido jamás del códice; pero creía tener conmigo deberes «de confraternidad», y además le era simpático. Mi fervor por la antigua heroína, que él compartía con mayor fuego ciertamente, entraba también por mucho en la transacción.

Adquirí el palimpsesto sin gran entusiasmo, poco dado como soy a las investigaciones históricas; mas, apenas lo tuve en mi poder, cambié de tal modo a su respecto, que la hora escasa concedida en mi itinerario para salvar los cuarenta kilómetros medianeros entre Forli y Rimini, se transformó en una semana entera. Quiero decir que permanecí siete días en Forli.

La lectura del documento habría sido en extremo difícil sin la ayuda de mi amigo fortuito; pero este se lo sabía de memoria, casi como una tradición de familia, pues pertenecía a la suya desde remota antigüedad.

Cuanta duda pudo caberme sobre la autenticidad de aquel pergamino, quedó desvanecida ante su minuciosa inspección. Esto fue lo que me tomó más tiempo.


Leer / Descargar texto


8 págs. / 14 minutos / 161 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Origen del Diluvio

Leopoldo Lugones


Cuento


Narración de un espíritu


...La Tierra acababa de experimentar su primera incrustación sólida y hallábase todavía en una obscura incandescencia. Mares de ácido carbónico batían sus continentes de litio y de aluminio, pues éstos fueron los primeros sólidos que formaron la costra terrestre. El azufre y el boro figuraban también en débiles vetas.

Así el globo entero brillaba como una monstruosa bola de plata. La atmósfera era de fósforo con vestigios de flúor y de cloro. Llamas de sodio, de silicio, de magnesio, constituían la luminosa progenie de los metales. Aquella atmósfera relumbraba tanto como una estrella, presentando un espesor de muchos millares de kilómetros.

Sobre esos continentes y en semejantes mares, había ya vida organizada, bien que bajo formas inconcebibles ahora; pues no existiendo aún el fosfato de cal, dichos seres carecían de huesos. El oxígeno y el nitrógeno, que con algunos rastros de berilo entraban en la composición de tales vidas, completaban los únicos catorce cuerpos constituyentes del planeta. Así, todo era en él extremadamente sencillo.

La actividad de los seres que poseían inteligencia, no era menos intensa que ahora, sin embargo, si bien de mucho menor amplitud; y no obstante su constitución de moluscos, vivían, obraban, sentían, de un modo análogo al de la humanidad presente. Habían llegado, por ejemplo, á construír enormes viviendas con rocas de litio; y el sudor de sus cuerpos oxidaba el aluminio en copos semejantes al amianto incandescente.

Su estructura blanda, era una consecuencia del medio poco sólido en que tomaron origen, así como de la ligereza específica de los continentes que habitaban. Poseían también la aptitud anfibia; pero como debían resistir aquellas temperaturas, y mantenerse en formas definidas bajo la presión de la profunda atmósfera, su estructura manteníase recia en su misma fluidez.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 144 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Flores de Durazno

Leopoldo Lugones


Cuento


Junto al rancho medio arruinado, hay tres durazneros de avanzada edad, que tiritan de frío al vientecillo de la tarde, porque la escarcha los ha dejado completamente desnudos. El campo, amarillento en la extenuación de sus hierbas marchitas; la casa color de tierra, bastante ladeada, como un animal que cojea; los árboles deshojados, cuyos varillajes recuerdan vagamente destrozados miriñaques del tiempo ido: la inmensidad del horizonte, del cielo claro, bajo el cual se fatiga el silencio, sugieren indefinibles tristezas. El calor prematuro de los últimos días no ha podido conmover la austera taciturnidad de los campos, que continúan pensando en la muerte. Y como apenas una cosa se pone triste, adquiere algo de humano, aquel paisaje cobra aspecto de viudez y los bueyes flacos que por él cruzan, tienen paso de personas. Una carreta ha puesto el colmo a esa melancolía de la triste campaña. Cruzó, rechinando nostalgias, dando barquinazos: parecía reumática. Rudamente, quejábase la madera, achacaba torturas á la azuela indocta. Entre los rayos de las ruedas enormes había pedazos de cielo. Y cuando el vehículo pasó, sus anchos surcos dejaron en la llanura una interminable paralela, que semejaba la persecución infinita de un pensamiento geométrico. Aquello está decididamente melancólico. Lleva mal cariz la meditación de las cosas. Por el lejano camino, el polvo reseco se arremolina con bruscos giros, baila la tromba en pequeño, furioso, mas deshecho, a poco andar, en la aburrida laxitud del ambiente. Pero, ¿no hay algo que se mueve bajo los árboles desnudos, allí, cerca del rancho, al amor de la perezosa resolana? Diríase que son la muchacha dueña de casa y un mozo, que de seguro no pertenece a ésta. Tomados están de las manos, y parece que respetan el vasto silencio de las campiñas, pues no hablan. No hablan, porque tienen los labios ocupados en una deliciosa ocupación. Usted, señorita, creerá que se están besando.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 140 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

123