Textos mejor valorados de Leopoldo Lugones | pág. 4

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autor: Leopoldo Lugones


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El Puñal

Leopoldo Lugones


Cuento


I

Nunca como aquella mañana, había dado mejor fruto mi laboriosa soledad.

Acababa, efectivamente, de hallar por mis propios medios la palabra secreta de los iniciados drusos, el imperativo anagrama de la convocatoria, con que pretendían llamarse por influencia mental, a despecho de la distancia y de los obstáculos –verdadera llave de oro de su formidable hermandad– los discípulos del Viejo de la Montaña.

Nadie ignora la existencia misteriosa, si no es mejor dicho obscura hasta lo legendario, de aquella Orden de los Asesinos, que durante los siglos XI a XIII aterrorizó el Oriente musulmán, imponiéndose a los propios cruzados, hasta engendrar entre ellos mismos la hermandad filial de los Templarios, no menos enigmática para la historia de la cristiandad.

Difíciles estudios sobre su carácter sombríamente romántico, y sobre su fundador, el Viejo de la Montaña, acababan de llevarme a ese resultado más quimérico que histórico, pero, por lo mismo, más interesante para un poeta. Precisamente, el Viejo de la Montaña fue condiscípulo del famoso bardo persa Omar Khayam…

Fruto, pues, de una empeñosa labor, no exenta de peligros, según me lo advirtiera como al pasar el egipcio Mansur bey, cuando me refirió la historia que titulé "Los ojos de la reina", creo inútil añadir cuán profundo era mi contento.

Peligros, dije, ya que toda exploración del misterio los comporta, aun cuando sólo sean ellos la intranquiliad del alma o la excesiva tensión del raciocinio, fuera del también posible influjo eventual sobre fuerzas desconocidas. Así el descubridor de la pólvora cayó víctima de su propio invento, y Riemann, el matemático genial del espacio esférico, dio en el abismo de la locura.


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Dominio público
16 págs. / 28 minutos / 86 visitas.

Publicado el 26 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Águeda

Leopoldo Lugones


Cuento


A Arturo Cancela


Al finalizar el siglo XVIII, fue terror de la Sierra Grande que dominaba desde su misteriosa guarida del Champaquí, el bandido cordobés Nazario Lucero.

El cerro famoso, con su laguna que "brama" cuando lo pisa el forastero, sus nieblas de extravío, que "salen" justamente de la cumbre como espectros allí agazapados para inducir al caminante por el despeñadero fatal, y su permanente estado de repulsión eléctrica, que engendra el granizo sin nubes y ahuyenta a los cóndores, hallábase entonces cubierto hasta su mitad por tupida selva donde no lograba penetrar el mismo viento: tanta era, decían, la trabazón de la arboleda.

No podía haber elegido el bandolero mejor fortaleza natural, y la leyenda habíase encargado de aislarla más, con el terror del sortilegio. Conforme a ella, el siniestro morador debía poseer las palabras que amansan al cerro, y que probablemente le había enseñado aquella vieja Donata de la vecina población puntana de Merlo, en cuyo rancho, según creencia general, pernoctaba a veces; pues sospechábanla bruja, a causa de sus conocimientos en hierbas y de sus ausencias inexplicables que un arriero aclaró sin querer, hallándola a gran distancia en cierta choza mal afamada del pago de Sabira, allá por la sierra cordobesa del Norte; y como según las fechas de la noticia, no puso ella más que una noche en volver, haciendo más de cien leguas, juzgáronla bruja voladora, de esas que transformadas en cuervos nocturnos suelen pasar por la obscuridad, aflautando con lúgubre confusión su charla sardónica.

Poco a poco fue embrollándose también el tipo que atribuían al salteador.


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Dominio público
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Publicado el 26 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

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