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autor: Louisa May Alcott editor: Edu Robsy textos no disponibles


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Mujercitas

Louisa May Alcott


Novela


Primera parte

1. El juego de los peregrinos

—Sin regalos, la Navidad no será lo mismo —refunfuñó Jo, tendida sobre la alfombra.

—¡Ser pobre es horrible! —suspiró Meg contemplando su viejo vestido.

—No me parece justo que unas niñas tengan muchas cosas bonitas mientras que otras no tenemos nada —añadió la pequeña Amy con aire ofendido.

—Tenemos a papá y a mamá, y además nos tenemos las unas a las otras —apuntó Beth tratando de animarlas desde su rincón.

Al oír aquellas palabras de aliento, los rostros de las cuatro jóvenes, reunidas en torno a la chimenea, se iluminaron un instante, pero se ensombrecieron de inmediato cuando Jo dijo apesadumbrada:

—Papá no está con nosotras y eso no va a cambiar por una buena temporada. —No se atrevió a decir que tal vez no volviesen a verle nunca más, pero todas lo pensaron, al recordar a su padre, que estaba tan lejos, en el campo de batalla.

Guardaron silencio y, al cabo de unos minutos, Meg añadió visiblemente emocionada:

—Ya sabéis que mamá propuso no comprar regalos estas Navidades porque este invierno será duro para todos y porque cree que no deberíamos gastar dinero en caprichos cuando los soldados están sufriendo en la guerra. No podemos hacer mucho por ayudar, solo un pequeño sacrificio, y deberíamos hacerlo de buen grado, pero me temo que yo no puedo. —Meg meneó la cabeza pensando en todas las cosas hermosas que le apetecía tener.

—Yo no creo que lo poco que podemos gastar sirviera de mucho. Solo tenemos un dólar cada una, y en poco ayudaríamos al ejército si se lo entregáramos. Me parece bien que no nos hagamos regalos las unas a las otras, pero me niego a renunciar a mi ejemplar de Undine y Sintram. Hace mucho que deseo conseguirlo… —dijo Jo, que era un verdadero ratón de biblioteca.


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619 págs. / 18 horas, 4 minutos / 1.116 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Rosa en Flor

Louisa May Alcott


Novela


I. Volver a casa

Tres jóvenes estaban juntos en un muelle en un brillante día de octubre esperando la llegada de un barco con una impaciencia que encontró un choque en las animadas escaramuzas de un pequeño muchacho, que invadió las instalaciones, como un fuego fatuo que ofrecía mucha diversión a los otros grupos reunidos allí.

—Ellos son los Campbell, a la espera de su prima, que ha estado en el extranjero durante varios años con su tío, el doctor —susurró una señora a otra, mientras el más hermoso de los hombres jóvenes se tocaba el sombrero a su paso, arrastrando al niño, a quien había rescatado de una expedición un poco más abajo entre las pilas.

—¿Quién es ese? —preguntó el desconocido.

—El príncipe Charlie, le llaman un buen muchacho, el más prometedor de los siete, pero un poco rápido, dice la gente —respondió el primer orador con un movimiento de cabeza.

—¿Los otros son sus hermanos?

—No, primos. El más viejo es Archie, un joven ejemplar. Él acaba de entrar en los negocios con su tío el comerciante y será una honra para su familia. El otro, con las gafas y sin los guantes es Mac, el extraño, ¿quién acaba de salir de la universidad?

—¿Y el niño?

—Oh, él es Jamie, el hermano menor de Archibald, y la mascota de la familia entera. Piedad sobre nosotros, ¿qué sería de ellos en caso de no aferrarse a él?

La charla de las señoras acabó repentinamente allí, porque en el momento en que Jamie había sido atrapado en un tonel, el barco apareció a la vista y todo lo demás quedó en el olvido.

Al pasar lentamente para entrar en el muelle, una voz juvenil gritó:


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314 págs. / 9 horas, 10 minutos / 875 visitas.

Publicado el 16 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Ariel o la Leyenda del Faro

Louisa May Alcott


Cuento infantil


I

—Buenos días, señor Southesk. ¿No se da usted hoy al mar?

—Buenos días, señorita Lawrence. Sólo estoy esperando a que mi batel esté listo para zarpar.

Al responder al alegre saludo de la muchacha, el joven alzó la vista de la roca en la que descansaba, y una encantadora estampa lo resarció del esfuerzo de apartar de allí sus ojos soñadores. Algunas mujeres poseen la habilidad de hacer que incluso un simple traje de baño, parezca elegante y pintoresco; y la señorita Lawrence no ignoraba el efecto que causaba con su traje azul camisa-pantalón, su cabello suelto a merced del viento azotando su hermoso rostro, los blancos tobillos entrevistos bajo el entramado de sus sandalias de baño, y esa aparente despreocupación por su aspecto, tan atrayente como el más esmerado acicalamiento. Una sombra de decepción nubló el semblante femenino al escuchar la respuesta; y su voz sonó algo arrogante en contraste con su habitual dulzura, cuando ella, plantada junto a la indolente figura sentada tomando el sol, dijo:

—Cuando hablé del mar, pensaba en la playa; y me refería a nadar, no a navegar. ¿Por qué no se une a nuestro grupo y nos obsequia con otra exhibición de sus habilidades gimnásticas?

—No, gracias; la playa es demasiado mansa para mí; prefiero las aguas profundas, el fuerte oleaje, y el incentivo del riesgo aportando emoción al esfuerzo físico.

El tono lánguido del joven chocaba vivamente con las intenciones por él manifestadas, y al oírlas, la señorita Lawrence exclamó, casi involuntariamente:


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60 págs. / 1 hora, 45 minutos / 199 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Bajo las Lilas

Louisa May Alcott


Novela


Capítulo 1

La avenida de los olmos estaba cubierta de malezas, el gran portón nunca se abría, y la vieja casona permanecía cerrada desde hacía varios años. No obstante, se escuchaban voces por ese lugar, y las lilas, inclinándose sobre el alto muro parecían decir: «¡Qué interesantes secretos podríamos revelar si quisiésemos!…», en tanto que del otro lado del portón, una caléndula procuraba alcanzar el ojo de la cerradura para espiar lo que ocurría en el interior.

Si por arte de magia hubiera crecido de súbito y mirado dentro cierto día de junio, habría visto un cuadro extraño pero encantador. Evidentemente, alguien iba a dar allí una fiesta.

Un ancho sendero de lajas color gris oscuro bordeado de arbustos que se unían formando una bóveda verde iba del portón hacia el «porch». Flores silvestres y malezas salvajes crecían por doquier cubriendo todo con un hermosísimo manto. Un tablón sostenido por dos troncos que estaba en medio del sendero se hallaba cubierto por un descolorido y gastado chal, encima del cual había sido dispuesto, muy elegantemente, un diminuto juego de té. A decir verdad, la tetera había perdido su pico, la lechera su asa, y el azucarero su tapa, y en cuanto a las tazas y los platos, todos se hallaban más o menos deteriorados; pero la gente bien educada no toma en cuenta esas insignificancias y sólo gente bien educada había sido invitada a la fiesta.


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272 págs. / 7 horas, 57 minutos / 235 visitas.

Publicado el 20 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Sirenitas

Louisa May Alcott


Cuento infantil


—¡Cómo me gustaría ser una gaviota, un pez, o una sirena!; entonces pasaría todo el rato nadando, que es lo que a mí me gusta, y no tendría que permanecer en esta estúpida tierra seca todo el día —refunfuñó Nelly, sentada con el ceño fruncido y abriendo agujeros en la arena con los puños, una luminosa mañana de verano, mientras las olas llegaban murmurando a la playa, y una refrescante brisa entonaba una agradable canción.

A esta niña le gustaba tanto bañarse en el mar, que de haber sido por ella habría estado todo el tiempo jugando en el agua; pero como la pobrecita andaba un poquito resfriada, le habían prohibido entrar en el agua durante un par de días. Así pues, Nelly, en plena rabieta como estaba, se separó de sus compañeros de juego para sentarse y enfurruñarse a sus anchas en un paraje solitario entre las rocas. Se entretuvo allí observando a las gaviotas volar y planear, con sus brillantes alas blancas plegadas cuando caían en picado, o abiertas al dispararse de nuevo hacia arriba bajo los rayos del sol. Y con tanta fuerza pidió que se cumpliese su deseo, que una muy grande descendió sobre la arena posándose delante de ella, y, mientras la niña miraba fijamente sus ojillos relucientes, el anillo rojo alrededor del cuello, y el pequeño penacho en la cabeza, la sorprendió diciendo en un tono ronco:

—Yo soy el rey de las gaviotas, y puedo hacer realidad cualquiera de tus deseos. Así pues, ¿qué prefieres ser: un pez, un pájaro, o una sirena?

—La… la gente dice que no hay si… sirenas —tartamudeó Nelly.

—Sí que las hay; sólo que los mortales no pueden verlas a menos que yo les dé el poder de hacerlo. ¡Decídete rápido, niña!, no me gusta nada estar en la arena. ¡Elige y deja que me vaya de una vez! —la urgió la Gran Gaviota, acompañando sus comentarios con un impaciente aleteo.


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21 págs. / 37 minutos / 138 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Detrás de la Máscara

Louisa May Alcott


Novela


I. Jean Muir

—¿Ha venido?

—No, mamá, aún no ha venido.

—Desearía que todo hubiera acabado. Pensar en ello me inquieta y al mismo tiempo me provoca cierta emoción. Bella, acércame un cojín para la espalda.

La malhumorada señora Coventry se acomodó en un sillón con un suspiro que denotaba nerviosismo y cierto aire de mártir, mientras su hermosa hija revoloteaba a su lado con afectuosa solicitud.

—¿De quién están hablando, Lucía? —preguntó el joven lánguido que permanecía cerca de su prima repantigado en otro sillón. Ésta se inclinó sobre su obra de tapicería con una amable sonrisa esbozada en su rostro, que, por lo general, se mostraba altivo.

—De la nueva institutriz, la señorita Muir. ¿Qué quieres que te cuente sobre ella?

—Nada, gracias. Siento una gran aversión por todas esas mujeres. A veces doy gracias a Dios por tener sólo una hermana, de que ella sea la madre de un niño mimado y de haberme librado durante tanto tiempo de la tortura de tener una institutriz.

—¿Y ahora cómo lo soportarás? —quiso saber Lucía.

—Ausentándome mientras ella esté en casa.

—No, no lo harás. Eres demasiado indolente para eso, Gerald —interrumpió un hombre más joven y energético que jugueteaba con sus perros desde el descansillo.

—Le daré tres días de gracia, y si ella aguanta, no me molestaré en salir; pero si es una pesada, y estoy seguro de que lo será, me marcharé lejos para no verla.

—Jovencitos, os ruego que no habléis en términos tan deprimentes. Me angustia la llegada de una desconocida tanto o más que a vosotros, pero no debemos descuidar la educación de Bella. Así que me he armado de valor para soportar a esta mujer, y Lucía, muy amablemente, se ha ofrecido para ocuparse de ella a partir de mañana.


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142 págs. / 4 horas, 8 minutos / 144 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

La Muchacha Anticuada

Louisa May Alcott


Novela


1. La llegada de Polly

—Es hora de ir a la estación, Tom.

—Pues, venga, vamos.

—Oh, yo no voy. Hace mucha humedad y se me desharían los rizos si saliera en un día como este. Quiero estar presentable cuando llegue Polly.

—No querrás que vaya yo solo y traiga a una desconocida a casa, ¿no? —Tom estaba alarmado, como si su hermana le hubiera propuesto escoltar a una mujer salvaje de Australia.

—Pues claro que sí. Debes ir a recogerla tú. Y, si no fueras un oso, hasta te gustaría.

—¡Qué cara que tienes! Supongo que debería ir, pero tú dijiste que también vendrías. ¡La próxima vez no pienso preocuparme por tus amigas! ¡No, señor! —Tom se levantó resuelto del sofá pese a su indignación, aunque el efecto de esta quedaba empañado en cierto modo por una cabeza despeinada y por el aparente descuido de sus ropas en general.

—Venga, no te enfades. Convenceré a mamá para que permita que venga a visitarte ese tal Ned Miller, que tan bien te cae, cuando se haya ido Polly —dijo Fanny con la esperanza de apaciguar su malhumor.

—¿Cuánto tiempo se quedará? —exigió Tom, arreglándose con una sacudida.

—Un mes o dos, probablemente. Es tan agradable… se quedará mientras se sienta a gusto.

—Entonces no se quedará mucho tiempo si puedo evitarlo —murmuró Tom, que consideraba a las chicas la parte superflua de la creación. Los chicos de catorce años tienden a opinar de ese modo, lo que tal vez resulte bastante adecuado dado que, como suelen cambiar radicalmente, tienen la oportunidad de dejarse llevar por una buena chica, metafóricamente hablando, cuando, tres o cuatro años después, se convierten en los más serviles esclavos de «esas molestas chicas».


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Protegido por copyright
332 págs. / 9 horas, 41 minutos / 248 visitas.

Publicado el 20 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Ocho Primos

Louisa May Alcott


Novela


Dedicatoria

A los muchos chicos y chicas
cuyas cartas ha sido imposible contestar dedica este libro como ofrenda de paz

su amiga

L. M. Alcott.

I. Dos niñas

COMPLETAMENTE sola, Rosa estaba sentada en una de las salas más grandes y bonitas de su casa, con el pañuelo en la mano, listo para recoger su primera lágrima, pues cavilaba en sus tribulaciones y el llanto era inevitable. Se había encerrado en este cuarto por considerarlo sitio adecuado para sentirse miserable; pues era oscuro y silencioso, estaba lleno de muebles antiguos y cortinados sombríos y de sus paredes pendían retratos de venerables caballeros de peluca, damas de austeras narices, tocadas con gorros pesadotes y niños que llevaban chaquetas colimochas y vestiditos cortos de talle. Era un lugar excelente para sentir dolor; y la lluvia primaveral intermitente que golpeaba los cristales de las ventanas parecía decir entre sollozos: «¡Llora, llora! Estoy contigo».

Rosa tenía su buen motivo para sentirse triste, pues era huérfana de madre, y últimamente había perdido al padre también, con lo cual no le quedó más hogar que éste de sus tías abuelas. Hacía sólo una semana que estaba con ellas, y aunque las viejecitas queridas se esforzaron todo lo posible por hacer que viviese contenta, no lograron mucho éxito que digamos, ya que era muy distinta a cuantos niños conocían, y experimentaron casi la misma sensación que si estuviesen al cuidado de una mariposa abatida.


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238 págs. / 6 horas, 56 minutos / 372 visitas.

Publicado el 21 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Rizo, la Ninfa del Mar

Louisa May Alcott


Cuento infantil


Muy hondo bajo la inquieta superficie del mar azul, vivía Rizo, una pequeña y feliz ninfa de las aguas. Se pasaba el día bailando despreocupadamente bajo las interminables arcadas de coral, confeccionando guirnaldas de irisadas flores marinas, o meciéndose a merced de las grandes y rizadas olas que brillan bajo el sol. Pero por encima de estas diversiones, ella amaba tenderse entre las caracolas multicolores en la orilla del mar, a escuchar la delicada y murmurante música que el oleaje les enseñara mucho tiempo atrás; y así, durante horas y horas, la pequeña ninfa contemplaba el océano y el cielo, mientras canturreaba alegremente para sí.

Mas cuando la tempestad se desataba, se apresuraba a desaparecer bajo la tumultuosa marejada, donde todo es tranquilidad y silencio; y junto a sus hermanas ninfas aguardaba a que remitiese el temporal, escuchando entristecida entretanto, los gritos y lamentos de aquellos a quienes los embates del mar embravecido destrozaban y arrojaban al agua; aquellos que pronto llegarían, abismándose pálidos y fríos, al acogedor reino de las ninfas marinas. Derramaban entonces lágrimas de compasión sobre las formas inertes, y las depositaban en silenciosas tumbas, donde algas de muchos colores prosperaban, y las joyas brillaban semienterradas en la arena.

Esta era la única aflicción que ensombrecía la vida de Rizo, que a menudo pensaba en quienes que se dolían de la pérdida de sus seres queridos —descansando para entonces en lo profundo de oscuras y silenciosas grutas de coral—, y de mil amores habría devuelto a la vida a cuentos yacían a su alrededor. Pero el gran océano es mucho más poderoso que todas las ninfas de corazón tierno que habitan en su seno; así pues, sólo podía llorar por ellos y dejarlos dormir eternamente, allí donde no había olas crueles que pudieran seguir dañándolos.


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18 págs. / 32 minutos / 64 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Una Francachela Frente al Mar

Louisa May Alcott


Cuento infantil


—¿Irás esta noche a la fiesta de la señora Tortuga? —preguntó un joven y alegre bígaro a su amigo Berberecho, cuando ambos se encontraron en la arena.

—Bueno… no lo sé: ¿qué tienen previsto hacer allí?, y ¿quiénes están invitados? —respondió Berberecho, bastante lánguidamente, porque había sido una estación veraniega muy animada, y estaba decididamente agotado.

—Definitivamente no habrá baile, pues el regidor no lo aprueba; pero no faltarán oportunidades para cantar, ni una antología de cuadros dramáticos, ni, por supuesto, un espléndido banquete. Es la última noche de la temporada; y, como en el gran hotel estarán celebrando su fiesta de despedida, hemos pensado que también nosotros podríamos organizar algún tipo de francachela. La encantadora Lily Cangrejo estará allí; también las langostas, los percebes, los cangrejos herradura, y los caracoles de mar, además de los mosquitos, las luciérnagas y los escarabajos de agua. He oído decir que asistirán distinguidos forasteros: un pez volador, una musaraña de agua, y los críos de la Madre Carey.

—Hum… ya, bueno; tal vez me deje arrastrar hasta allí en un par de horas o así. Me muero por ver a Lily Cangrejo; y el regidor organiza unas fiestas memorables. Ahora voy a disfrutar de unas algas; así que chao, hasta la noche.

El joven Berberecho no se refería a fumar un cigarro, no, sino a echarse una buena siesta bajo las algas. Bígaro buscó también unas algas con la misma intención; y ambos se despertaron tan vigorizados, que estuvieron entre los primeros en llegar a la fiesta.


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15 págs. / 26 minutos / 55 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

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