El Tren Ha Silbado
Luigi Pirandello
Cuento
Desvariaba. Los médicos habían dicho que se trataba de un principio de fiebre cerebral; y todos los compañeros de trabajo, que volvían de dos en dos del manicomio donde habían ido a visitarlo, lo repetían.
Al decírselo a los compañeros que llegaban tarde y a los que se encontraban por la calle, parecían experimentar un placer peculiar, utilizando los términos científicos que acababan de aprender de los médicos:
—Frenesí. Frenesí.
—Encefalitis.
—Inflamación de la membrana cerebral.
—Fiebre cerebral.
Y querían parecer preocupados; pero en el fondo estaban tan contentos, saliendo tan saludables de aquel triste manicomio, hacia el azul alegre de la mañana invernal, tras cumplir su deber con la visita.
—¿Se va a morir? ¿Se va a volver loco?
—¡Quién sabe!
—Morir, parece que no…
—Pero, ¿qué dice? ¿Qué dice?
—Siempre lo mismo. Desvaría.
—¡Pobre Belluca!
Y a nadie se le ocurría que, por las muy especiales condiciones de vida que aquel infeliz sufría desde hacía tantos años, su caso podía incluso ser muy normal, y que todo lo que Belluca decía —y que a todos les parecía un delirio, un síntoma del frenesí— podía ser la explicación más sencilla de aquel caso suyo tan natural.
La noche anterior Belluca se había rebelado violentamente contra su jefe y, frente a los ásperos reproches de este, casi se le había lanzado encima, ofreciendo un firme argumento a la suposición de que se tratara de una verdadera alienación mental.
Porque hombre más manso y sumiso, más metódico y paciente que Belluca, no se podría imaginar.
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Publicado el 31 de octubre de 2018 por Edu Robsy.