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autor: Luis Bonafoux Quintero textos disponibles


Huellas Literarias

Luis Bonafoux Quintero


Cuento


A Don Nicolás Estévanez

Mi amigo:

¿Quiere usted hacerme el favor de aceptar la dedicatoria de este libro?

No lo dedico al publicista, ni al político, ni al soldado; dedícolo al hombre sincero y justo. Porque no me admiran los publicistas notables, ni los políticos consecuentes, ni los veteranos de la patria. Lo que me admira es encontrar un hombre cabalmente honrado, y usted lo es. Y como cada uno expresa la admiración según puede, yo se la expreso a usted dedicándole, a falta de cosa mejor, este libro, cuyo mayor defecto consiste en decir la verdad.

Yo no la puedo evitar, aunque me cuesta muchas amarguras, innumerables trabajos, todo un porvenir tronchado, toda una vida pública cortada en su principio… Rebuscando en las páginas de mis libros la causa de los motines que me dispensaron alguna vez pueblos benéficos, de las persecuciones que no me han dejado vivir en paz, de todo el horror de injurias y calumnias que ha vomitado la prensa contra mí, deduzco que la verdad de mis libros tiene la culpa de todo.

Pienso seguir diciéndola en los sucesivos, porque el decirla es más fuerte que yo, aunque deseo librarme de palos y pedradas. Un estacazo no es un argumento pero noto con espanto que son muchas las gentes que quieren argumentarme en esa forma. Una estadística curiosa que he elaborado arroja los siguientes datos:

Injurias que me han dirigido. 2.564.325
Calumnias. 3.237.411
Palos recibidos a través del Atlántico. 613.508
Bofetadas a igual distancia. 131.625

Total de horrores 6.546.869

No sé cómo me queda vida para contarlo. Porque de regreso a sus lares, cuando vienen por casualidad esos marqueses de Morés inéditos, me mutilan.

—Yo, afirma uno, encontré a Bonafoux en una valle de Londres, y, sin decirle oste ni moste, me fui a él y ¡zas! le abrí de un palo la cabeza.


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255 págs. / 7 horas, 26 minutos / 123 visitas.

Publicado el 15 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Gotas de Sangre: Crímenes y Criminales

Luis Bonafoux Quintero


Cuento


Esperando a la viuda

Hace tiempo que la ausencia de «la Viuda», como se llama aquí a la guillotina, preocupa a los parisienses. Como su hermana «La Marsellesa» —calificada de «chant vieux jeu», aunque todavía entusiasma en Lisboa,— la guillotina ha venido muy a menos. Ya tiene poco del carácter que tuvo en 1792, cuando la instalaron en la plaza de la Greve, y la manipuló el verdadero Samson, tal vez ascendiente del almirante famoso. Y ya no tiene ni pizca del carácter que ostentó en la plaza de la Revolución…

Pero, a pesar de todo, la guillotina sigue siendo una atracción parisiense, como «la Morgue» y otros establecimientos siniestros, que son lo que las verrugas en un rostro bonito y acicalado, y constituyen un contraste sugestivo para ojos turbios y espíritus marchitos.

Hace tiempo que echamos de menos la canibalesca orgía que precede al acto de descabezar a un reo: el transporte de la guillotina al lugar de los suplicios, la instalación y prueba de la misma, el ir y venir del verdugo, con su séquito de ayudantes en la faena de matar; el desbordamiento de figuras atroces que corren hacia el triángulo siniestro, la exhibición, en balcones y ventanas, de mujeres, desencajadas y pálidas, que se vuelven todas ojos ansiosos de mirar, mientras, detrás de ellas, los amantes las hacen cosquillas en las nucas rubias, y luego, la lúgubre aparición del reo, sus muecas de espanto, sus sobresaltos y desfallecimientos, el acto de echarle en la báscula, amarrado como un salchichón; el ruido seco del tajo al bajar vertiginosamente y el chorro de sangre, saludado por horribles bocas que exhalan, como de una alcantarilla, toda la podredumbre social…


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138 págs. / 4 horas, 1 minuto / 272 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.