Azul Pálido
Manuel Díaz Rodríguez
Cuento
Es cierto que en el primer instante, cuando me fue confirmada la noticia y tuve que rendirme a la evidencia de los hechos, protesté a gritos, lloré y maldije. El desengaño me hirió en la sombra, traidoramente y con demasiada brusquedad, para no desesperarme, como, en efecto, me desesperé, hasta volverme loco. Pero esa locura mia sólo duró una noche. Después, vinieron días melancólicos y pálidos. Nube de tristeza envolvió durante esos días mi alma, y de la misma nube de tristeza bajó el rocio del consuelo. Dolor y melancolías cristalizáronse, a la postre, en un pensamiento consolador y generoso. Muy pronto volvió la sonrisa a mis labios, y volví a ser bueno.
¿Por qué y contra quién me rebelaba? Rebelarse contra el destino es pura insensatez. ¿Tenía acaso el derecho de acusar a nadie? Figúrate que un ser bueno, cualquiera que él sea, se complazca en derramar en tu corazón, durante mucho tiempo, sin que hagas esfuerzo ninguno para ello, el tesoro de sus bondades, y que un día, de improviso, porque tal es su deseo, interrumpa su obra de caridad y amor y te deje entregado a ti mismo..., ¿tendrías derecho a reprocharle nada? Harías algo semejante a lo que hice: Altivo y noble, como eres, te refugiarías en la fortaleza de tu orgullo, guardando siempre, en lo íntimo de la conciencia, un caudal de gratitud para quien te colmó de beneficios.
Dominio público
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Publicado el 3 de octubre de 2020 por Edu Robsy.