Textos más vistos de Manuel Gutiérrez Nájera publicados por Edu Robsy disponibles | pág. 3

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autor: Manuel Gutiérrez Nájera editor: Edu Robsy textos disponibles


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Los Matrimonios al Uso

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


DE SOFÍA A SU AMIGA ÍNTIMA

Mi paloma sin mancha, mi corderillo verde, mi ratoncito blanco, ya ves que no te olvido. Mi polluelo recién nacido, mi tortolita mística… quita mejor esa frase que he aprendido de mi hermano, y que tiene por cierto no sé qué olor a blasfemia y herejía. Ya tú sabes que mi señor hermano tiene sus pelos y sus lanas de filósofo. Mamá me dice diariamente que él es la causa de sus aflicciones, pero, ¿qué vamos a hacer? No tiene más que ese solo vicio. Es muy amante, tiene el grado de oficial, no fuma, no bebe: ¿qué vamos a hacer? Yo rezaré por él todas las noches. Éstos son disgustillos de familia a los que es necesario resignarse.

Ahora, dame tu mejilla derecha para que te dé yo un beso, y tu mejilla izquierda para que recibas un suave y cariñoso golpecito.

He recibido las camisas de batista y me han gustado mucho.

Un poco lujosas, ¿verdad? Pero al cabo no se casa una todos los días del año. Anoche escogí las cachemiras. Tomé la de fondo rojo, ¿no te gusta? Las costureras no se dan un punto de descanso. Mi tía me envió ayer el libro de misa, ¡un gran libro por cierto!, ¡una positiva alhaja! Los adornos son de acero —parece que el acero continúa de moda— y en el centro, mis armas de relieve con la corona, el mirlo y la maquinita. ¿Creerás que me pregunto todavía lo que significa la tal maquinita? De todos modos, yo te lo aseguro, soy feliz. Ya te figurarás que, con tantos preparativos, hay para perder la calma y la cabeza. Si no fuera porque mamá me ayuda un poco, yo, hija, estaría de correr, para volverme loca. Se está construyendo en el parque un salón de baile para el día de la boda. Papá quiere obsequiar a mamá con un soberbio tronco de caballos. Monseñor está invitado para decir la misa. En cuanto a la comida, creo que la quieren hacer fuera de la casa. Ya sabes, esas gentes están más habituadas a estas cosas.


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6 págs. / 11 minutos / 41 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Suicidios

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Hoy que está en moda levantar la tapa de los ataúdes, abrir o romper las puertas de las casas ajenas, meter la mano en el bolsillo de un secreto, como el ratero en el bolsillo del reloj, ser confesor laico de todo el mundo y violar el sigilo de la confesión, tomar públicamente y como honra la profesión de espía y de delator, leer las cartas que no van dirigidas a uno, y no sólo leerlas, sino publicarlas, ser, en suma, repórter indiscreto, nadie tomará a mal que yo publique, callando el nombre del signatario por un exceso candoroso de pudor, por arcaísmo, la carta de un suicida, que en nada se pareció a los desgraciados de quienes la prensa ha hablado últimamente.


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4 págs. / 7 minutos / 130 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Stora

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Para vivir ahora en México, como para leer una novela de Zola, se necesita irremisiblemente llevar cubiertas las narices. Las primeras lluvias han convertido la ciudad en un mar fétido donde se hospedan las amarillas tercianas y el rapado tifo. ¡Quién estuviera en París! Cuando los primeros chaparrones descargan sobre la ciudad privilegiada, dice Banville, y cuando las primeras brumas, a la vez trasparentes y espesas, rodean su atmósfera, París es abominable y delicioso.

Un barro negro, inmóvil y estancado como las ondas de un lago infernal, extiende su mantel hediondo adonde travesean los pobres fiacres, manchados de pegajoso lodo y semejantes a la piel de tigre, los pesados tranvías y los pedestres caminantes que caen, tropiezan y chapalean en el agua con la actitud grotesca de los saltimbanquis. Toda la población parece una gran caricatura de Daumier o Gavarni. La ciudad, envuelta por un velo húmedo, como Ámsterdam o Venecia, toma el aspecto de una aguafuerte con sus feroces sombras y sus chorros de luz pálida, sus contornos confusos y sus droláticas figuras, adrede hechas para expresar el pensamiento extravagante de un artista loco. Los monumentos, desnaturalizados y deformes, distintos absolutamente merced a la bruma que los transfigura, erizan sus agujas, sus torres y sus cúpulas, como castillos de hechiceros, construcciones indias o castillos góticos. París, trasijado por el capricho de las nubes, se convierte en una enorme decoración maravillosa que hechiza la mirada, pero el mantel de lodo que extiende a las plantas del transeúnte es espantoso.


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4 págs. / 7 minutos / 44 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Dame de Coeur

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Allá, bajo los altos árboles del Panteón Francés, duerme, la pobrecita de cabellos rubios á quien yo quise durante una semana... ¡todo un siglo!... y se casó con otro.

Muchas veces, cuando, cansado y aburrido del bullicio, escojo para mis paseos vespertinos las calles pintorescas del Panteón, encuentro la delicada urna de mármol en que reposa la que nunca volverá. Ayer me sorprendió la noche en esos sitios. Comenzaba á llover, y un aire helado movía las flores del camposanto. Buscando á toda prisa la salida, di con la tumba de la muertecita. Detúveme un instante, y al mirar las losas humedecidas por la lluvia, dije, con profundísima tristeza:

—¡Pobrecita! ¡Qué frío tendrá en el mármol de su lecho!

Rosa-Thé era, en efecto, tan friolenta como una criolla de la Habana. ¡Cuántas veces me apresuré á echar sobre sus hombros blancos y desnudos, á la salida de algún baile, la capota de pieles! ¡Cuántas veces la vi en un rincón del canapé, escondiendo los brazos, entumecida, bajar los pliegues de un abrigo de lana! ¡Y ahora, allí está, bajo la lápida de mármol que la lluvia moja sin cesar! ¡Pobrecita!


Cuando Rosa-Thé se casó, creyeron sus padres que iba á ser muy dichosa. Yo nunca lo creí; pero reservaba mis opiniones, temeroso de que lo achacaran al despecho. La verdad es que cuando Rosa-Thé se casó, yo había dejado de quererla, por lo menos con la viveza de los primeros días. Sin embargo, nunca nos hace mucha gracia el casamiento de una antigua novia. Es como si nos sacaran una muela.


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6 págs. / 12 minutos / 50 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Músico de la Murga

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


«Ci-gît le bruit du vent». (Aquí yace el susurro del viento). ¿No os parece elocuente este epitafio ideado por Antípater para la tumba de Orfeo? Lo que pasa alzando apenas un rumor muy leve y se extingue, cual si otro más recio soplo lo apagara; lo que sienten al estremecerse las eréctiles hojas; lo que riza las ondas, cuando tiemblan, cogidas de repentino calosfrío; el brillo efímero de la luciérnaga azulina; el beso rápido de Psique, eso es lo semejante a ciertos espíritus fugaces que sólo producen una vibración, un centelleo, un estremecimiento, un calosfrío, y mueren como si se evaporaran.

¿Conocéis de Juventino Rosas algo más que unos cuantos valses elegantes y melancólicos y bellos como la dama, ya herida de muerte, en cuyas manos, casi diáfanas, puso la poesía un ramo de camelias inmortales? Un schottisch… una polca… una danza… otro vals… ¡rumor del viento! Algunos tienen nombres tristes como presentimientos: Sobre las olas…, ahí flota, descolorido y coronado de ranúnculos, el cadáver de Ofelia; Morir soñando… ¡anhelo de los que han vivido padeciendo! Y observad que envuelve casi toda esa música bailable cierta neblina tenue de tristeza. Parece escrita para rondas de willis. Al compás de la mazurca danzan las mozas en un claro del bosque; están alegres y ríen y cantan, pero el músico está triste.


Ya se está el baile arreglando.
Y el gaitero, ¿dónde está?
—Está a su madre enterrando,
pero en seguida vendrá.
—¿Y vendrá? —Pues ¿qué ha de hacer?
Cumpliendo con su deber,
vedle con su gaita, pero
¡cómo traerá el corazón
el gaitero,
el gaitero de Gijón!
La niña más habladora
«¡aprisa!» le dice «¡aprisa!».
Y el gaitero sopla y llora,
poniendo cara de risa.


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7 págs. / 13 minutos / 49 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Vestido Blanco

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Mayo, ramillete de lilas húmedas que Primavera prende a su corpiño; Mayo, el de los tibios, indecisos sueños de la pubertad; Mayo, clarín de plata que tocas diana a los poetas perezosos; Mayo, el que rebosa tantas flores como las barcas de Myssira: tus ojos claros se cierran en éxtasis voluptuoso y se escapa de tus labios el prometedor «¡hasta mañana!», cual mariposa azul de entre los pétalos de un lirio.

Hace poco salía de la capilla, tapizada toda de rosas blancas, y entreteníame en ver la vocinglera turba de las niñas que con albos trajes, velos cándidos y botones de azahar en el tocado, habían ido a ofrecer ramos fragantes a María. Mayo y María son dos nombres que se hermanan, que suavizan la palabra; dos sonrisas que se reconocen y se aman. No sé qué hilo de la Virgen une a los dos. Uno es como el eco del otro. Mayo es el pomo y María es la esencia.

Las niñas ricas subían joviales a sus coches; las niñeras vestían de gala; santo orgullo expresaban en sus ojos, aún llorosos, las mamás. Acababan de recibir la confirmación de la maternidad.

En uno de aquellos grupos distinguí a mi amigo Adrián; salí a su encuentro; besé a la chicuela, que todavía no sabe hablar sino con sus padres y con sus muñecas; sentí ese fresco olor de inocencia, de edredón, de brazos maternales, que esparcen las criaturas sanas, bellas y felices, y cuando la palomita de alas tímidas, cerradas, se fue con la mamá y el aya, ruborizada la niña, y de veras por la primera vez, Adrián y yo, incansables andariegos, nos alejamos de las calles henchidas de gente dominguera, para ir a la calzada que sombrean los árboles y que buscan los enamorados al caer la tarde y los amigos de la soledad al mediodía.


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5 págs. / 9 minutos / 69 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Juan el Organista

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


I

El valle de la Rambla, desconocido para muchos geógrafos que no saben de la misa la media, es sin disputa uno de los más fértiles, extensos y risueños en que se puede recrear, esparciéndose y dilatándose, el espíritu. No está muy cerca ni muy lejos: tras esos montones que empinan su cresta azul en lontananza, no distante de los volcanes, cuyas perpetuas nieves muerde el sol al romperlas; allí está. En tiempos tampoco remotos, por ese valle transitaban diariamente diligencias y coches de colleras, carros, caballerías, r e cuas, arrieros y humildes indios sucios y descalzos. Hoy el ferrocarril, dando cauce distinto al tráfico de mercancías y á la corriente de viajeros, tiene aislado y como sumido el fértil valle. Las poblaciones, antes visitadas por viajantes de todo género y pelaje, están alicaídas, pobretonas, pero aún con humillos y altiveza, como los ricos que vienen á menos. Restos del anterior encumbramiento, quedan apenas en las mudas calles caserones viejísimos y deslabazados, cuyos patios, caballerizas, corrales y demás amplias dependencias indican á las claras que sirvieron en un tiempo de paraderos ó mesones.


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20 págs. / 35 minutos / 34 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Sospecha

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Estaban ambos en ese momento peligroso del amor en que, para creer en la propia felicidad, es necesario que los otros se hagan lenguas de ella. Ser dos no basta: es necesario que los otros digan: «¡Sí, son dos!». Los corazones buenos, llegado ese momento, han menester un amigo; los malos, un envidioso. Uno de los primeros síntomas de la saciedad es que suele uno verse en el espejo más a menudo que ordinariamente. ¿Por qué? Porque se busca un testigo, y estando eternamente solos, la propia imagen de uno es punto menos que un desconocido. El dúo aspira a resolverse en un terceto. Algunas veces degenera en concertante: sobre todo, cuando se trata de alguna ópera italiana o de amoríos pecaminosos.

Clementina y Roberto no se fastidiaban: ¿era posible acaso que se fastidiaran? Él tenía veinte abriles y ella treinta. Pero, sobre todo, lo que hacía irresistible a Clementina era el pudor. La castidad, esa niñería sublime, es patrimonio de todas las doncellas inocentes, pero el pudor se adquiere, se conquista. Una joven alzándose la enagua hasta los ojos, es de una castidad suprema. El pudor, ese astuto, enseña apenas la punta delicada del botín. Es una ciencia, un arte. Es el obstáculo oportuno, la negación que consiente, la reticencia de la pasión. Sabe lo que se puede conceder y cómo y cuándo. A los treinta años comienzan las mujeres a tener pudor. Las vírgenes son augustas.


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5 págs. / 9 minutos / 68 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Venganza de Milord

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


(A Memé)


Mi buena amiga:

Te escribo oyendo el ruido de los últimos carruajes que vuelven del teatro. He tomado café –un café servido por la pequeña de una señorita que, a pesar de ser bella, tiene esprit–. Por consiguiente, voy a pasar la noche en vela.

Imaginóme, pues, que he ido a un baile, te he encontrado y conversamos ambos bajo las anchas hojas de una planta exótica, mientras toca la orquesta un vals de Métra y van los caballeros al buffet.

Si tú quieres, murmuremos. Voy a hablarte de las mujeres que acabo de admirar en el teatro. Imagínate que estás ahora en tu platea y observas a través de mis anteojos.

Mira a Clara. Ésa es la mujer que no ha amado jamás. Tiene ojos tan profundos y tan negros como el abra de una montaña en noche oscura. Allí se han perdido muchas almas De esa oscuridad salen gemidos y sollozos, como de la barranca en que se precipitaron fatalmente los caballeros del Apocalipsis. Muchos se han detenido ante la oscuridad de aquellos ojos, esperando la repentina irradiación de un astro: quisieron sondear la noche y se perdieron.

Las aves al pasar le dicen: ¿No amas? Amar es tener alas. Las flores que pisa le preguntan: ¿No amas? Amor es el perfume de las almas. Y ella pasa indiferente viendo con sus pupilas de acero negro, frías e impenetrables, las alas del pájaro, el cáliz de la flor y el corazón de los poetas.

Viene de las heladas profundidades de la noche. Su alma es como un cielo sin tempestades, pero también sin estrellas. Los que se le acercan sienten el frío que difunde en tomo suyo una estatua de nieve. Su corazón es frío como una moneda de oro en día de invierno.


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5 págs. / 9 minutos / 112 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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