Textos más vistos de Manuel Gutiérrez Nájera etiquetados como Cuento | pág. 3

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autor: Manuel Gutiérrez Nájera etiqueta: Cuento


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La Pasión de Pasionaria

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


¡Cómo se apena el corazón y cómo se entumece el espíritu, cuando las nubes van amontonándose en el cielo, o derraman sus cataratas, como las náyades vertían sus ricas urnas! En esas tardes tristes y pluviosas se piensa en todos aquéllos que no son; en los amigos que partieron al país de las sombras, dejando en el hogar un sillón vacío y un hueco que no se llena en el espíritu. Tal parece que tiembla el corazón, pensando que el agua llovediza se filtra por las hendeduras de la tierra, y baja, como llanto, al ataúd, mojando el cuerpo frío de los cadáveres. Y es que el hombre no cree jamás en que la vida cesa; anima con la imaginación el cuerpo muerto cuyas moléculas se desagregan y entran al torbellino del eterno cosmos, y resiste a la ley ineludible de los seres. Todos, en nuestras horas de tristeza, cuando el viento sopla en el tubo angosto de la chimenea, o cuando el agua azota los cristales, o cuando el mar se agita y embravece; todos cual más, cual menos, desandamos con la imaginación este camino largo de la vida, y recordando a los ausentes, que ya nunca volverán, creemos oír sus congojosas voces en el quejido de la ráfaga que pasa, en el rumor del agua y en los tumbos del océano tumultuoso.


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5 págs. / 9 minutos / 109 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Sospecha

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Estaban ambos en ese momento peligroso del amor en que, para creer en la propia felicidad, es necesario que los otros se hagan lenguas de ella. Ser dos no basta: es necesario que los otros digan: «¡Sí, son dos!». Los corazones buenos, llegado ese momento, han menester un amigo; los malos, un envidioso. Uno de los primeros síntomas de la saciedad es que suele uno verse en el espejo más a menudo que ordinariamente. ¿Por qué? Porque se busca un testigo, y estando eternamente solos, la propia imagen de uno es punto menos que un desconocido. El dúo aspira a resolverse en un terceto. Algunas veces degenera en concertante: sobre todo, cuando se trata de alguna ópera italiana o de amoríos pecaminosos.

Clementina y Roberto no se fastidiaban: ¿era posible acaso que se fastidiaran? Él tenía veinte abriles y ella treinta. Pero, sobre todo, lo que hacía irresistible a Clementina era el pudor. La castidad, esa niñería sublime, es patrimonio de todas las doncellas inocentes, pero el pudor se adquiere, se conquista. Una joven alzándose la enagua hasta los ojos, es de una castidad suprema. El pudor, ese astuto, enseña apenas la punta delicada del botín. Es una ciencia, un arte. Es el obstáculo oportuno, la negación que consiente, la reticencia de la pasión. Sabe lo que se puede conceder y cómo y cuándo. A los treinta años comienzan las mujeres a tener pudor. Las vírgenes son augustas.


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Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Venganza de Milord

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


(A Memé)


Mi buena amiga:

Te escribo oyendo el ruido de los últimos carruajes que vuelven del teatro. He tomado café –un café servido por la pequeña de una señorita que, a pesar de ser bella, tiene esprit–. Por consiguiente, voy a pasar la noche en vela.

Imaginóme, pues, que he ido a un baile, te he encontrado y conversamos ambos bajo las anchas hojas de una planta exótica, mientras toca la orquesta un vals de Métra y van los caballeros al buffet.

Si tú quieres, murmuremos. Voy a hablarte de las mujeres que acabo de admirar en el teatro. Imagínate que estás ahora en tu platea y observas a través de mis anteojos.

Mira a Clara. Ésa es la mujer que no ha amado jamás. Tiene ojos tan profundos y tan negros como el abra de una montaña en noche oscura. Allí se han perdido muchas almas De esa oscuridad salen gemidos y sollozos, como de la barranca en que se precipitaron fatalmente los caballeros del Apocalipsis. Muchos se han detenido ante la oscuridad de aquellos ojos, esperando la repentina irradiación de un astro: quisieron sondear la noche y se perdieron.

Las aves al pasar le dicen: ¿No amas? Amar es tener alas. Las flores que pisa le preguntan: ¿No amas? Amor es el perfume de las almas. Y ella pasa indiferente viendo con sus pupilas de acero negro, frías e impenetrables, las alas del pájaro, el cáliz de la flor y el corazón de los poetas.

Viene de las heladas profundidades de la noche. Su alma es como un cielo sin tempestades, pero también sin estrellas. Los que se le acercan sienten el frío que difunde en tomo suyo una estatua de nieve. Su corazón es frío como una moneda de oro en día de invierno.


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Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Las Misas de Navidad

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


He salido a flanear un rato por las calles, y en todas partes, el fresco olor a lama, el bullicio y ruido de las plazas y la eterna alharaca de los pitos han atado mis pensamientos a la Noche Buena. Es imposible que hablemos de otra cosa. Las barracas esparcidas miserablemente en la Plaza Principal han estado esta tarde más animadas que nunca. Los vendedores ambulantes no han podido fijarse un solo instante. A cada paso tropiezo con acémilas humanas, cargadas de pesados canastones, por cuyas orillas asoman los tendidos brazos de una rama de cedro, o las hebras canas del heno. A trechos, rompiendo la monotonía de aquella masa humana vestida de guiñapos, asoma una coraza aristocrática y un sombrero de Devonshire. Cogido de la mano de su hermana, va un niño de tres años, mirando con ojos desmesuradamente abiertos cada cosa, y lanzando gritos de alegría, como notas perladas, cuyo revoltoso compás lleva con las carnosas manos impacientes. La luz de las hogueras y de los hachones, llameando velozmente, comunica a las fisonomías ese reflejo purpúreo que ilumina las pinturas venecianas. Ahí distingo el cuerpo esbelto y elegante de la señorita C…, la reina de la delgadez aristocrática, cubierto por un vestido seda perla con grandes rayas negras. Lleva un niño de la mano, y, encorvando su cuerpo graciosamente, espera que el vendedor de tostada cara y gruesas manos llene el cesto que sostiene en sus brazos un lacayo. Es la Diana de Juan Goujon en el mercado.


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Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Las Tres Conquistas de Carmen

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Nunca he sido fuerte en derecho: soy jorobado, pero, a pesar de eso, me agrada el estudio de la jurisprudencia. Tengo un amigo, juez de primera instancia retirado del servicio, que suele ilustrarme en cuestiones de este género. Anoche tuve el placer de dirigirle por escrito una interpelación, y esta mañana he recibido su respuesta. Como el asunto de que trata es muy interesante, incluyo aquí su carta:


Muy querido amigo:

Aunque me tiño, tengo canas. Y hago a usted esa observación porque me falta al respeto preguntándome lo que me pregunta: ¿Ha tenido derecho el señor gobernador del Distrito a prohibir a las mujeres que no son señoras la entrada al jardín público del Zócalo? Contesto afirmativamente. La autoridad puede, indisputablemente, prohibir esos espectáculos promiscuos, como usted puede, sin que ninguno se lo impida, separar del corral en donde tiene sus gallinas japonesas, los animales que les sean nocivos. Esto es lógico.

En lo que yo presumo que se equivoca la prensa y el gobierno es en la pretendida importancia de esas desgraciadas. Tienen una reputación usurpada, como esos solterones que pasan por peligrosos desde el periodo de Santa Anna y son incapaces de romper un plato. Son como el Teatro Arbeu: todos vaticinamos que se incendiaba la primera noche de su estreno, y Villalonga perdió todos sus dientes antes de que el siniestro aconteciera.


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Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Amores del Cometa

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


De oro, así es la cauda del cometa. Viene de las inmensas profundidades del espacio y ha dejado en las púas de cristal que tienen las estrellas muchas de sus guedejas luminosas. Las coquetas quieren atraparle; pero el cometa pasó impasible, sin volver los ojos, como Ulises por entre las sirenas. Venus le provocaba con su voluptuoso parpadeo de medianoche, como si ya tuviera sueño y quisiera volver a casa acompañada. Pero el cometa vio el talón alado de Mercurio, que sonreía mefistofélicamente, y pasó muy formal a la distancia respetable de veintisiete millones de leguas. Y allí le veis. Yo creo que en uno de sus viajes halló la estrella de nieve, a donde nunca llega la mirada de Dios, y que llaman los místicos infierno. Por eso trae erizos los cabellos. Ha visto muchas tierras, muchos cielos; sus aventuras amorosas hacen que las Siete Cabrillas se desternillen de risa y cuando imprima sus memorias veréis cómo las comprarán los planetas para leerlas a escondidas, cuidando de que no caigan en poder de las estrellas doncellitas. Tiene mucha fortuna con las mujeres: ¡Es de oro!


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Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Suicidios

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Hoy que está en moda levantar la tapa de los ataúdes, abrir o romper las puertas de las casas ajenas, meter la mano en el bolsillo de un secreto, como el ratero en el bolsillo del reloj, ser confesor laico de todo el mundo y violar el sigilo de la confesión, tomar públicamente y como honra la profesión de espía y de delator, leer las cartas que no van dirigidas a uno, y no sólo leerlas, sino publicarlas, ser, en suma, repórter indiscreto, nadie tomará a mal que yo publique, callando el nombre del signatario por un exceso candoroso de pudor, por arcaísmo, la carta de un suicida, que en nada se pareció a los desgraciados de quienes la prensa ha hablado últimamente.


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Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Mister Chucker

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


¿Es conveniente transformar el departamento de un vagón en gabinete de tocador?

Es cuestión esta que en ciertos países del continente pronto quedaría resuelta por la negativa, sobre todo cuando los conductores marcan los boletos mientras el tren está en marcha. Pero en Inglaterra, un viajero que quiere cambiar de traje en un departamento de primera clase puede estar seguro de no ser molestado; al menos es lo que pensaba el buen Mister Barnaby Chucker al bajar de un hansom en Paddington, y al atravesar la plataforma del camino de fierro, con su saco en la mano y cargado además con una manta de viaje que contenía un traje completo.

Mister Chucker había recibido una invitación para comer en Windsor, en casa de unos amigos que, por su posición, gozaban de gran influencia; pero como era hombre muy ocupado, no había tenido tiempo para vestirse, ni en su escritorio en la city ni en su casa, en West End.

Al subir al vagón dejó deslizar un shilling en la mano del conductor, diciéndole:

—Hágame usted el favor de dejarme solo en el departamento, quisiera vestirme.

—Muy bien, señor —dijo el conductor, y el tren se puso en marcha.


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6 págs. / 10 minutos / 36 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Un 14 de Julio

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


(Histórico)

Voy a referiros una breve y triste historia, y voy a referirla porque hoy habrá muchos semblantes risueños en las calles, y es bueno que los alegres, los felices, se acuerden de que hay algunos, muchos desgraciados. Es un episodio del 14 de julio, pero no del 14 de julio de 1789, sino del 14 de julio de 1890. Y la heroína es una paisana nuestra, una hermosa y desventurada mexicana. ¡Ah!, de ella hablaron mucho los diarios de París hace dos años, más que de madame Iturbe y de sus trajes, más que de la señorita Escandón y su boda. Arsenio Houssaye, ese anciano coronado de rosas, le dedicó una página brillante, una aureola de oro, como esas que circundan las sienes de los mártires. La Piedad la amó un momento, un momento nada más, porque la Piedad tiene siempre muchísimo que hacer. Y ahora que miro esas banderas, esas flámulas, esos gallardetes, símbolos de noble regocijo, pienso en la pobre mexicana que pasó en París el 14 de julio de 1890.

Estaba casada con un francés que vino a nuestra tierra cuando la malhadada Intervención. Aquí tuvo seis hijos… ¡Ya sabéis que la pobreza es muy fecunda! Vivían penosamente, y el marido, esperanzado en hallar protección más amplia en su país, regresó a Francia con su mujer y su media docena de criaturas. Él era pintor, decoraba, hacía cuadritos de flores y de frutas para comedores, iluminaba retratos, y tenía buena voluntad para admitir cualquier trabajo honesto. Pero he aquí lo que no hallaba. ¡Es tan grande París! ¡Hay en sus calles tanto ruido! ¡Es tan difícil percibir allí la voz de un hombre!

Altivo, orgulloso como era, jamás se habría resignado a pordiosear. La miseria, enamorada sempiterna del orgullo, vino a acompañarle.

Una noche, agotados ya todos sus recursos, dijo:

—Es preciso morir.

Le oyó el más pequeño de sus hijos y preguntó entonces a la madre:

—Mamá, ¿qué cosa es morir?


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Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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