Textos más vistos de Marcel Schwob no disponibles | pág. 5

Mostrando 41 a 45 de 45 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Marcel Schwob textos no disponibles


12345

Nidau

Marcel Schwob


Artículo


Cerca de Biel, justo encima del oscuro lago de aguas verdes y agitadas y de los juncos que se hunden tristemente en el mismo, apareció a mi vista una torre cuadrada tocada con tejas y luciendo un enorme blasón rojo, cortado oblicuamente por una banda amarilla junto a un furioso oso negro rampante con las fauces abiertas.

La lluvia rayaba los arbustos y crepitaba en las rodadas; una niebla penetrante cubría las montañas del Jura, protuberantes, amenazadoras, erizadas de pinos negros y de finas hayas rojas, como si fueran pinceladas de tinieblas estriadas de sangre. Un siniestro tajo surcaba la arcilla remontando una garganta, entre sombríos bosquecillos y manchas de nieve, con una estrecha cremallera oxidada en cuyos rincones lloraban tripudas vagonetas abandonadas. Las ráfagas silbaban sobre los remolinos verdosos del lago, combando las cañas y estremeciendo los turbios charcos de barro.

Había ahí una vieja casita, recogida bajo su tejado, y detrás de sus ventanucos convexos dormitaban, en polvorientas estanterías, finos libretos de papel amarillento decorados con grabados sobre madera, sencillos y antiguos. Así pude releer los cuentos de Caperucita roja, de Los dos hermanitos, del Pobre Enrique y la triste historia de Blancanieves, en la que hay un espejo que habla. Y también leí la aventura de los tres que llegaron de Ultra-Rin.

BALADA

Llegaron tres desde la otra orilla
Y bajaron hasta la posada.
¡Posadera, cerveza de cebada!
¿Dónde está su blanca chiquilla?

Tengo cerveza fresca y buen vino
Y mi hija descansa ahí tumbada.
Entraron a echar una mirada
Y ahí la vieron, sobre tablas de pino.

El primero el sudario bajó
Y la miró con gran tristeza.
Hermosa niña, si aún vivieras
Conocerías a quien te amó.


Información texto

Protegido por copyright
3 págs. / 6 minutos / 36 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Paolo Uccello: Pintor

Marcel Schwob


Cuento


Su verdadero nombre era Paolo di Dono; pero los florentinos lo llamaron Uccelli, es decir, Pablo Pájaros, debido a la gran cantidad de figuras de pájaros y animales pintados que llenaban su casa; porque era muy pobre para alimentar animales o para conseguir aquellos que no conocía. Hasta se dice que en Padua pintó un fresco de los cuatro elementos en el cual dio como atributo del aire, la imagen del camaleón.

Pero no había visto nunca ninguno, de modo que representó un camello panzón que tiene la trompa muy abierta. (Ahora bien; el camaleón, explica Vasari, es parecido a un pequeño lagarto seco, y el camello, en cambio, es un gran animal descoyuntado). Claro, a Uccello no le importaba nada la realidad de las cosas, sino su multiplicidad y lo infinito de las líneas; de modo que pintó campos azules y ciudades rojas y caballeros vestidos con armaduras negras en caballos de ébano que tienen llamas en la boca y lanzas dirigidas como rayos de luz hacia todos los puntos del cielo. Y acostumbraba dibujar mazocchi, que son círculos de madera cubiertos por un paño que se colocan en la cabeza, de manera que los pliegues de la tela que cuelga enmarquen todo el rostro. Uccello los pintó puntiagudos, otros cuadrados, otros con facetas con forma de pirámides y de conos, según todas las apariencias de la perspectiva, y tanto más cuanto que encontraba un mundo de combinaciones en los repliegues del mazocchio. Y el escultor Donatello le decía:

—¡Ah, Paolo, desdeñas la sustancia por la sombra!


Información texto

Protegido por copyright
4 págs. / 7 minutos / 78 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Pocahontas: Princesa

Marcel Schwob


Cuento


Pocahontas era la hija del rey Powhatan, el que reinaba sentado en un trono hecho como para servir de cama y cubierto con un gran manto de pieles de mapache cosidas de las cuales pendían todas sus colas. Fue criada en una casa alfombrada con esteras, entre sacerdotes y mujeres que tenían la cabeza y los hombros pintados de rojo vivo y que la entretenían con mordillos de cobre y cascabeles de serpiente. Namontak, un servidor fiel, velaba por la princesa y organizaba sus juegos. A veces la llevaban a la floresta, junto al gran río Rappahanok, y treinta vírgenes desnudas bailaban para distraerla. Estaban pintadas de diversos colores y ceñidos por hojas verdes, llevaban en la cabeza cuernos de macho cabrío, y una piel de nutria en la cintura y, agitando mazas, saltaban alrededor de una hoguera crepitante. Cuando la danza terminaba, desparramaban las brasas y llevaban a la princesa de regreso a la luz de los tizones.

En el año 1607 el país de Pocahontas fue turbado por los europeos. Gentilhombres arruinados, estafadores y buscadores de oro, fueron a acostar en las orillas del Potomac y construyeron chozas de tablas. Les dieron a las chozas el nombre de Jamestown y llamaron a su colonia Virginia. Virginia no fue, por esos años, sino un miserable pequeño fuerte construido en la bahía de Chesapeake, en medio de los dominios del gran rey Powhatan. Los colonos eligieron para presidente al capitán John Smith, quien en otros tiempos había corrido aventuras hasta por tierra de turcos. Deambulaban por las rocas y vivían de los mariscos del mar y del poco trigo que podían obtener en el tráfico con los indígenas.


Información texto

Protegido por copyright
3 págs. / 6 minutos / 64 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Rampsinit

Marcel Schwob


Cuento


Tras pasar una noche con el ladrón que al despertar le tendió la mano de un muerto, Ahouri, la hija del rey Rampsinitos, se enamoró de él. Y pidió a su padre permiso para casarse con la persona a quien había entregado su virginidad. El viejo rey, que admiraba al ladrón, consintió y le dejó su trono y su tesoro de la cámara enlosada con una piedra angular giratoria. Así fue como el ladrón se convirtió en rey de Egipto y se hizo llamar Rampsinit.

Pero, poco tiempo después, la frente de la reina Ahouri enfermó. Los magos modelaron bolas de arcilla con hierbas secas, escribieron talismanes con tinta negra y roja y acariciaron la nariz de Ahouri con plantas recolectadas en luna llena, como prescribe el libro de Imhotep. Pero el cuerpo de la reina se cubrió de manchas rosadas y fue presa de temblores. Los médicos abrieron entonces el libro de Thot y todos menearon la cabeza.

A la noche siguiente, un grito desgarrador rompió el silencio de palacio. Los embalsamadores llegaron con los primeros rayos del alba portando tres ataúdes dorados y las mujeres lavaron el cuerpo de Ahouri, girando su cabeza hacia el sur. Se realizó un rezo y un embalsamador quebró el cráneo de la princesa introduciendo un gancho afilado por la fosa nasal izquierda. Se realizó otro rezo y el escriba trazó con su cálamo una línea negra en el lado izquierdo de su vientre. Se realizó un rezo más y un matarife sajó siguiendo la línea con un cuchillo de obsidiana traído de Etiopía. Tras lo cual, los esclavos se precipitaron sobre él y lo molieron a palos, pues se trata de un oficio impuro. Entonces lavaron el interior del cadáver con vino de palma e introdujeron las vísceras en cubetas de natrón.

Enseguida la doble de la reina Ahouri escapó por sus labios y huyó hacia la Apertura de la Boca por donde se llega hasta la morada de la diosa Hathor. «¡A Occidente! ¡A Occidente!», gritaron todos los presentes.


Información texto

Protegido por copyright
3 págs. / 6 minutos / 42 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Séptima: Encantadora

Marcel Schwob


Cuento


Séptima fue esclava bajo el sol africano, en la ciudad de Hadrumeto. Y su madre Amoena fue esclava, y la madre de ésta fue esclava, y todas fueron bellas y obscuras, y los dioses infernales les revelaron filtros de amor y de muerte. La ciudad de Hadrumeto era blanca y las piedras de la casa donde vivía Séptima eran de un rosa trémulo. Y la arena de la playa estaba sembrada de conchitas que arrastra el mar tibio desde la tierra de Egipto, en el lugar donde las siete bocas del Nilo derraman siete limos de diversos colores. En la casa marítima donde vivía Séptima, se oía morir la franja de plata del Mediterráneo y, a sus pies, un abanico de líneas azules resplandecientes se desplegaba hasta al ras del cielo. Las palmas de las manos de Séptima estaban enrojecidas por el oro, y las puntas de sus dedos pintadas; sus labios olían a mirra y sus párpados ungidos se estremecían suavemente. Así iba por los caminos de las afueras, llevando a la casa de los sirvientes una cesta de panes tiernos.

Séptima se enamoró de un joven libre, Sextilio, hijo de Dionisia. Pero no les está permitido ser amadas a aquellas que conocen los misterios subterráneos, ya que están sometidas al adversario del amor, que se llama Anteros. Y así como Eros gobierna el centelleo de los ojos y aguza las puntas de las flechas, Anteros desvía las miradas y atenúa la acritud de los dardos. Es un dios bienhechor que mora en medio de los muertos. No es cruel, como el otro. Posee el nepentas que da el olvido. Y porque sabe que el amor es el peor de los dolores terrestres, odia y cura el amor. Sin embargo, no tiene el poder de echar a Eros de un corazón ocupado. Entonces toma el otro corazón. Así Anteros lucha contra Eros. Por esto fue que Sextilio no pudo amar a Séptima. Tan pronto como Eros hubo llevado su antorcha al seno de la iniciada, Anteros, irritado, se apoderó de aquel a quien ella quería amar.


Información texto

Protegido por copyright
3 págs. / 6 minutos / 45 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

12345